Me perteneces

Capítulo 2

El reloj en mi pared marca las 6:54 cuando abro nuevamente los ojos, estoy recostada en mi cama muy bien tapada y tengo puesta mi pijama habitual, me levanto de una sola vez y miro a mi alrededor asustada al recordar lo que sucedió ayer pero al ver todo tan normal y de la forma habitual de tal forma que me hace soltar un suspiro.

Me levanto de la cama sobresaltada y busco el teléfono que traje conmigo o el cuchillo de cocina pero no hay nada, no hay rastros de agua, ni ropa mojada y mi ropa de lluvia no está siquiera en la habitación, nada parece distinto, todo está en el mismo lugar donde lo he dejado.

¿Todo ha sido realmente solo un sueño?

Me estiro sintiéndome completamente adolorida del cuerpo y me meto a bañar soltando un bostezo y dándome cuenta que mi madre no ha llegado aún del trabajo y mi padre no ha dado señales de vida desde hace un par de días.

Aun siento el miedo aflorar en mi cuerpo debido a aquel extraño y horrible sueño.

Debo recordar nunca hacer algo tan estúpido como lo que hice en aquel sueño, esto debe de ser algún especie de aviso por parte de mi subconsciente que me está diciendo que algo malo me va a pasar si sigo rondando esa casa.

Nota mental: No entrar a una casa abandonada jamás y menos aún sola y desarmada.

Lavo todas y cada una de las partes de mi cuerpo con tranquilidad y aun adormilada, pasando el jabón con tranquilidad cuando noto algo distinto en mi brazo y suelto un grito soltando el jabón al instante.

Justo en ambos brazos a la altura de las muñecas puedo observar dos marcas rojas que comienzan a tornarse de diferente color; un par de moratones rojos que adornan mis muñecas como pulseras en forma de dedos.

-Dios mío- digo cerrando la llave del baño y llevando ambas manos a mi boca aterrada.

No fue un sueño, no fue un sueño.

Salgo rápidamente y me pongo ropa limpia, la primera que encuentro y sin fijarme realmente en lo que es.

Mi madre no ha llegado a casa y por lo que veo mi padre no ha dado rastros de vida desde antier entonces si todo lo que sucedió ayer fue verdad ¿Cómo es que termine en mi cama sin la ropa mojada y sin el teléfono o el cuchillo cerca de mí?

El miedo me invade el cuerpo entero al pensar en la posibilidad de que alguno de los chicos locos haya entrado a mi casa, me haya desnudado y luego recostado... Sin mencionar de la posibilidad de que sigan aquí... Que quizás están abajo esperando a que despierte, quien sabe tal vez me drogaron y pudieron…

Llevo ambas manos a mis pechos.

Imposible, lo notaría, lo sabría.

Bajo corriendo las escaleras mirando por doquier y directamente a la cocina donde tomo el cuchillo más grande y filoso que encuentro mientras busco con cautela en cada una de las partes de la casa, hasta el rincón más inhóspito con la mano temblorosa y acusadora, esperando que Peter salga de algún lado con una sonrisa tétrica y yo tenga que apuñalarlo… Pero no hay nada ni... Nadie en esta casa además de mí.

-¿Me estaré volviendo loca?- pregunto en voz baja dejando el cuchillo en la mesa mordiendo mi labio inferior y alzando un poco mis mangas para ver aquella evidencia que me hace saber que no estoy loca... O al menos no tanto.

La puerta de entrada se abre y doy un respingo tomando el cuchillo rápidamente posándolo frente a mí a modo de defensa, cuando noto que quien ha entrado por la puerta, no es otra más que mi madre.

Dejo el cuchillo rápidamente en su lugar temiendo que ella haya notado la locura que me aqueja y trato de adoptar una posición natural.

Si mi madre se entera de esto, sea o no sea real... Va a matarme.

-Cariño...- murmura mi madre mirándome con tristeza- lamento mucho que haya llegado tan tarde, sé que te prometí que veríamos una película pero... mi paciente falleció en cirugía esta madrugada, siempre es horrible comunicarles eso a las familias... espero que no estés molesta y... ¿Violeta? ¿Te encuentras bien?- pregunta evaluándome de pies a cabeza sorprendida ante mi extraña posición.

Me he puesto una blusa de manga larga para ocultar las marcas en mis brazos pero noto que he adoptado una postura defensiva en la silla, como si estuviera a punto de echar a correr.

-Claro ¿Por qué lo dices?- digo tragando saliva para ocultar mi voz rasposa haciéndome la idiota como si no entendiera a lo que se refiere.

Mi madre se acerca a mí y comienza a alzar mi cabeza examinándome al instante,  poniendo una mano en mi frente para verificar mi temperatura.

-Estas tan pálida... y helada, creo que vas a enfermarte- afirma ayudándome a sentar- te preparare un caldo de gallina, ya verás lo bien repuesta que estarás cuando lo termines, te ayudara a entrar en calor y te subirá las defensas para no enfermarte- asegura besando mi cabeza y comenzando a caminar hacia el refrigerador para mirar dentro.




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