Medio Corazón

Capítulo 4

El domingo por la mañana llame a Nora cuestionando si Ken estaba por ahí o había salido. Tenía un montón de ropa sucia que necesitaba lavar. Por fortuna el edificio tenía lavandería privada, ahora no era tan ventajoso considerando que podía encontrarme con ese bombón.

Nora me aseguro que el había salido desde las siete de la mañana con ropa deportiva. Probablemente al gimnasio. Porque ese cuerpo…sin duda estaba muy trabajado.

Confiando en sus palabras tome mi cesto de ropa directo a la lavandería. La mayoría de los inquilinos madrugaban para lavar, en mi caso levantarse temprano un fin de semana era con suerte las diez de la mañana, generalmente once. Hoy era un día con suerte, como mencione había poca gente, por lo que no tuve problema en encontrar una lavadora libre. Elegí el ciclo y agregué el detergente con aroma. El ciclo era de 30 minutos por lo que me iría a desayunar y ordenar un poco el departamento.

Aunque me había tomado tan solo quince minutos terminar de ordenar mi pequeño departamento, había sido una tarea agotadora. Con pereza, tome mi cesto y camine a la lavandería. No sin antes mirar como loca en todas direcciones para no encontrarme con el muñeco. Aliviada saque la ropa, en ese preciso momento el lugar estaba desolado, únicamente el sonido de los ciclos retumbaba.

Y por una extraña razón tararear teenage dream de Katy Perry parecía adecuado. Perdida en el sonido de mi voz y baile improvisado, gire en dirección a la salida. Sin percatarme de la persona que había llegado. Lo primero que mire fueron sus tenis deportivos, porque mi mirada estaba clavada en mi ropa recién lavada, regada por todo el suelo de la habitación, incluyendo lencería, y no de la sexi, mas bien de la cómoda que utilizas cuando estas en tu periodo. Avergonzada por querer ocultar todas mis prendas, trate de recoger con prisa mi ropa. Hasta que recordé que esto no había sido mi culpa, bueno en parte por no mirar en su dirección, pero la persona que choco conmigo seguro me vio. Levante la mirada con enojo ¿Cómo se atrevía a mantenerse ahí como si no hubiese estropeado mi ropa? Y justo cuando mis ojos se encontraron con el azul eléctrico me arrepentí de todas mis decisiones ese fin de semana. Poque el muñeco Ken estaba justo frente a mi, de brazos cruzados con sonrisa burlesca reclinado en la entrada de la habitación, juzgando mi humillante momento. Sin emitir palabra alguna como esperando que yo diera el primer paso, eso nunca. Me trague mi enojo, lo mire en un vago intento de parecer despreocupada, pero por dentro me temblaban las entrañas ¿Cuál seria mi excusa para lavar en este edificio y no en una lavandería común?

—así que…¿vives en este edificio?

Hablo cuando pasaba a su lado. Lo mire desconcertada tratando de hacerme la que no lo conocía. Como si jamas lo hubiera visto desnudo. Susurró mi conciencia.

—Te comió la lengua el ratón…que suertudo. Dijo con ironía al ver que no respondía.

Las mentiras no me salian de forma natural por lo que inventar alguna excusa creible me fue imposible, asi que solo quedaba la cruda verdad.

—Supongo que si utilizo esta lavandería es porque soy inquilina, es algo obvio…

Mi voz saliendo más chillona de lo habitual, solo sucedía cuando me sentía nerviosa.

—¿Por qué no lo mencionaste esa noche? Cuestiono curioso a la vez que lucía despreocupado.

—No era algo necesario de contar, solo íbamos a tener una noche de diversión.

Las palabras sonaron más mordaces y crueles de lo que esperaba, pero no me mostraría vulnerable ante él.

Sus labios se aplanaron en una línea fina, sus ojos mostrándose aún más fríos que lo habitual perdiendo el brillo de diversión que mostro en un inicio. Si, probablemente me había comportado como una perra.

—si me disculpas… dije al continuar mi regreso a casa. Antes de salir de su vista respondió.

—Espero hayas disfrutado tu noche de diversión. Su comentario fuera de ser un trofeo para su lista de playboy me sonó mas a  un reproche, recriminandome con sus palabras pero no me detuve, ni siquiera lo miré. Ya tenia suficientes problemas con el siendo consciente de que compartíamos edificio. Me ahorraría la confrontación.

Después del incomodo momento con Andrew, esconderme de el era un peso menos, lidiar con su presencia diaria seria una tortura. Estaba arrepentida por el trato que le di, pero fueron las primeras palabras que salieron de mi boca en mi momento de pánico. El lucia como un tipo orgulloso, lo confirme el lunes por la mañana cuando salió del elevador, vestido en su perfecto traje ejecutivo gris, con un portafolio de piel. Aun con ese atuendo clásico se veía como caído del cielo. Saludo a Nora, con una sonrisa coqueta. En cambio, al mirarme en el estacionamiento, paso de largo. Trate de no demostrar el sentimiento de humillación que me calaba en el estómago ¿Cómo se atrevía a ignorarme? Tal vez lo merecía por la forma en que lo trate el día anterior. Pero de todas maneras ¿Cómo se atrevía a ignorarme?

Controle mi ira y entre a mi auto, inmersa en mis pensamientos. Entre mis ideas vagas, recordé que debía contactar a mi amiga Mariane, no había cuestionado que sucedió con el chico que conoció y con el drama de su hermana. Sin prestar atención salí del estacionamiento directo a la empresa. Un escalofrío recorrió mi cuerpo porque al salir, la mujer de mirada perdida se encontraba fuera, mirando en mi dirección. Como si hubiese esperado por mí. Esta vez no se quedo viendo fijo sin expresión, me sonrió. No de una forma agradable, mas bien perturbadora porque la desolación nunca abandono su mirada.




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