Andrew miró a Rebeca aturdido, sumido en un estado de confusión y shock por la inesperada bofetada. No tuvo oportunidad de articular sus preguntas ni pronunciar las palabras que se agolpaban en su mente. Fue Rebeca quien habló en su lugar.
—Escúchame bien Andrew. Exclamó, señalándolo con el índice. —eres muy atractivo, has respetado mi espacio estos días y me has apoyado con respecto a mi hater personal, pero no puedes decidir de repente que tienes derecho a besarme cada que te apetezca. Sus manos se agitaron en el aire, expresando el caos que sentía dentro de ella.
—De acuerdo, pero ¿era necesario el golpe?
Rebeca guardo la sonrisa que deseaba emitir porque lo abofeteo solo por la experiencia, ese beso había sido maravilloso. Sin responder a eso continuo con su discurso.
—Tenemos que ser claros con esto que sucede entre nosotros. En este momento no deseo una relación seria con ningún hombre, acabo de salir de una mala relación, es lo menos que necesito. Y tu evidentemente odias el compromiso, entonces dime ¿Qué significa todo esto para ti?
Aunque las palabras habían salido con valentía, el corazón de Rebeca latía frenético, ansioso por la respuesta.
—Como has dicho, no soy el hombre que te prometerá llevarte al altar y formar una hermosa familia. No soy así, respondió Andrew con sinceridad, —pero puedo proponerte una relación exclusiva por un tiempo indefinido.
—¿Qué…? Rebeca estaba desconcertada.
—Tenemos una evidente atracción mutua, nos llevamos bien ¿Por qué no disfrutar nuestra compañía todo el tiempo que sea necesario?
Rebeca no podía decidir si el cosquilleo en su estómago era emoción o una alarma de advertencia, pero decidió ignorarlo y se lanzó a los brazos de aquel hombre que le prometía noches inolvidables y buena compañía, aunque con una fecha de caducidad inminente. Porque si era consciente de que todo eso iba a terminar su corazón estaría preparado llegado el momento ¿verdad?
Sin resistirse más ahora fue ella quien lo aprisiono contra la puerta. Andrew la beso sin titubeos y aferro sus manos en la curva de sus caderas. Sintiendo la ternura de su piel con la aspereza de sus manos. Podía perderse en ella durante horas y aun así desear un poco más. Estaba disfrutando de la sensación de su cuerpo junto al suyo después de dos ocasiones, lo cual era más de lo que solía permitirse tomar. Sin embargo, con Rebeca, su hambre nunca parecía saciarse por completo.
Andrew estaba acostumbrado a pasar de chica en chica, sin crear ningún tipo de lazo. Pero con Rebeca, no lograba definir si existía un lazo real entre ellos. Sin embargo, la atracción que compartían era lo más cercano a un lazo que había experimentado. Estaba contento con el nuevo trato establecido. Hasta que su exnovia dejara de ser un peligro para Rebeca, él y ella podían divertirse juntos. Tal vez para entonces, su anhelo por ella estaría saciado.
Se cumplió otro mes desde que comenzaron su acuerdo de amistad con beneficios, un mes en el que en lugar de mantener distancias, se envolvían en los brazos del otro apenas cruzaban la puerta de casa. Aunque sus mañanas seguían la misma rutina, Rebeca ya ni siquiera dormía en el cuarto de invitados. Un domingo por la tarde, mientras estaban acurrucados viendo un maratón de "La Ley y el Orden", el constante sonido del celular de Rebeca los alertó. Ignorándolo al principio, pensó que sería su jefe o algún compañero de trabajo, pero al persistir, se separó de la calidez de Andrew. No era su jefe, era su madre. Preocupada y sintiéndose arrepentida por haber demorado, contestó de inmediato.
—Hola hija, ¿estás en casa?
El acento sureño de su madre resonó en su pecho. No la veía desde su última visita en Navidad, hace ya seis meses.
—Sí, claro. ¿Dónde más me encontraría un domingo por la tarde?
—Es un alivio. ¿Podrías abrir la puerta? Decidí visitarte unos días...
Rebeca alejó el celular de su rostro, alarmada. ¿Su madre estaba en el edificio? ¿Planeaba quedarse unos días? Esto era un gran y complicado problema. La relación con Andrew ni siquiera era pública entre sus amigas más cercanas, solo era conocida por sus vecinos y compañeros de trabajo. No estaba lista para involucrar a su familia en esa farsa. Mentirle al mundo era una cosa, pero mentirles a las personas que amaba...
—¿Disculpa qué dijiste? Mi batería se está agotando...
—Solo abre tu puerta hija y te contare todo más tarde.
—¿Sucedió algo? ¿Mi padre está bien?
¿Por qué su madre tocaría su puerta un domingo sola si no se tratase de una emergencia? Su pecho se agitó suponiendo lo peor.
—De acuerdo, espera un momento. Sin decir más, colgó la llamada.
Andrew pauso el episodio y la miro preocupado.
—¿Esta todo bien Becky?
Rebeca adoraba cuando él la llamaba por su diminutivo. Solo sus amigas le decían así, pero saliendo de los labios de Andrew tenía un efecto completamente diferente en ella.
—Mi madre está aquí. Admitió.
Andrew palideció y brinco del sofá. —¿Qué? ¿Tu madre?
—Si… solo llego, aun no estoy segura del porqué.