Capítulo 21: Secuestro de Román
Me lavo la cara y me miro en el espejo. Ha sido un extenuante día. Pero las cosas han salido bien para variar. He dejado a Daniel y Ametz en manos de los fantasmas del panteón, las altas almas que me han dado mis habilidades. He regresado a mi cuerpo para encontrarme con un Otto aterrado por mi larga inconciencia, y aunque Asier lo disimulo muy bien estoy segura de que se llegó a preocupar demasiado por lo menos no llamo a Lorenzo.
Mientras estuve fuera recibí una llamada que contesto Asier, y ¿de quién era? nada más y nada menos que de Jhosep, enfurecido porque no me encontraba en casa y por mi desplante, pero se puso mucho peor al saber con quién me encontraba porque el joven Amaíz le dejo muy en claro que pasaría la noche con él. Lo que no es mentira porque ya es muy tarde y me quedare a dormir, sin embargo no con todas las intenciones con las que Asier lo dijo.
No sé de donde él sacado ropa de mujer, no creo que su madre o Raquel decidieran prestarme algo para dormir. Me seco la cara y aliso mi cabello con ayuda de mis dedos. Lo dejo caer a mi espalda.
Regreso a la habitación para encontrarlo sentado a un lado de la cama con pantalones de algodón en un tono azul marino que llega sus tobillos y una franela blanca que enmarca por completo sus brazos y torso. Comienzo a arrepentirme de haberme quedado en vez de ir a casa.
—¿Qué harás mañana? —pregunta.
—Tengo una prueba de vestido por la tarde —me siento del otro lado de la cama—; espero que tu hermano me muestre lo que necesitamos saber, también que Daniel me aclare su muerte. Así sabré que oculta la familia Hidalgo y la relación que guarda con el caso. La muerte de tu hermano ha desvelado muchas cosas inesperadas.
Cruzo las piernas sobre la cama. Él se voltea para estar frente a mí. Sus labios se ven tan apetecibles que da paso a una creciente necesidad de devorarlos. Cambio la dirección de mis ojos para no cometer una locura.
—Estarás ocupada entonces. Mañana se reunirán los representantes del cabildo para probar que Román es un zángano, si es el caso quizás se acuerde dejarlo en libertad siempre y cuando declare todo lo que sabe. Que es lo que veo problemático ya que no quiso confesarte nada a ti —explica acortando la distancia entre nosotros. Con una picara mirada se ha colocado detrás de mí, abrazándome por la espalda—. Mi abuelo también ha comentado sobre La muerte de Mateo y Daniel, para algunos no siempre estuvo claro lo que ocurrió así que van a exponer ambos casos de nuevo.
Siento su aliento contra mi cuello y eso hace causa una sensación de corriente atravesando mi cuerpo
—No es un poco contraproducente, es decir, no tengo pruebas de lo que digo como para ser presentadas ante el cabildo. Además, la familia Hidalgo tiene sus manos en esto de una u otra manera. Siento que esto causara muchos problemas.
—Siempre hay forma de probar la verdad —deja un par de besos en mi cuello causándome un poco de cosquillas que me hacen retorcerme entre sus brazos.
—Te estas aprovechando —digo entre risas.
—No es así —no me da tiempo de replicar porque sus labios apresan los míos sedientos. Envolviéndome en una danza seductora y febril que despierta mis más feroces deseos.
***
Al entrar al edificio me encontré con Lorenzo que iba para la oficina. Ayer por la noche la familia Hidalgo estuvo tocando mi puerta por un buen tiempo y se fueron enfurecidos después de una llamada. Además de exigirle a él una explicación de donde me podría encontrar. Mi ausencia le hizo pasar un mal rato con esa familia.
Son pasadas las ocho de la mañana. Asier ha ido con su abuelo y primo al cabildo para tratar lo de Román, y yo he venido a casa a cambiarme para comenzar un día de revelaciones.
Abro la puerta y la dejo ir detrás de mí pero no escucho cuando se cierra, dejo la cartera en el mueble y voy hasta la ventana para abrirla y dejar pasar la luz del día. Ninguno de los dos chicos que he reclamado ha decidido hacer acto de presencia, tendré que ir a buscarlo en donde los deje.
Doy vuelta para cerrar bien la puerta y me toma unos minutos comprender que hace Jhosep aquí. Entra y cierra la puerta.
—¿Qué haces en mi casa? —pregunto cruzándome de brazos.
—¿Por qué Asier Amaíz contesto tu teléfono? —me responde con una pregunta que por mi parte no tendrá una explicación.
—Tienes algo más que decir, a parte de preguntar sobre mi vida privada algo que no te compete. Porque si no es así, puedes irte —le señalo la puerta. Pero en vez de irse hace todo lo contrario se sienta en el sofá. Voy hasta la cocina por un vaso de agua. Mi mañana había comenzado muy bien, desperté mirando unos hermosos ojos índigo, pero mi pasado se empeña en arruinar mi presente—. Jhosep, no puedes llegar a mi casa de esta manera. Tampoco puedes pretender dominar mi vida, ¿que fue ese mensaje de ayer? Si tu madre tiene algo que hablar conmigo será cuando yo disponga de tiempo para atenderla. No cuando a ti te provoque visitarme.
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Editado: 15.07.2018