Melodías y Ambrosías [saga Poesías 2]

Capítulo 20: ♫ Manías y Frases ♥

Aira

‹‹¿Podré salir airosa de esta situación? Digo, por algo me llamo Aira... y Aira debe salir airosa, ¿sí?››

Había llegado lo más rápido que podía a su casa. Más había durado su trayecto en caminar desde el departamento de Rodrigo que lo que había sido el viaje en bus. Si bien había tratado de hacer memoria en saber cómo llegar a la avenida principal para tomar la línea que la llevaría de regreso, el estar en un barrio nuevo y poco transitado la había mareado al comienzo. Luego de preguntar e indagar entre los vecinos, luego de varios minutos caminando, por fin, había dado con el lugar indicado.

Durante todo el viaje de regreso el nerviosismo había hecho mella en ella. Sus manos estaban tan sudorosas que creyó que, al tenerlas tan húmedas, parecían las manos de una mujer vieja. A su vez, el temblor en su cuerpo era tan palpable que una pasajera en el bus le preguntó si se encontraba bien, atinando a responderle con un simple asentimiento de cabeza. Su respiración había sido tan intermitente que, por un momento, creyó que se ahogaría sobre su asiento, debiendo agarrarse su pecho para obligarse a sí misma a calmarse y a respirar apropiadamente. Pero, si esto parecía poco, un viejo enemigo había regresado para su ya de por sí baja autoestima...

La tricotilomanía, o el impulso obsesivo de arrancarse el cabello, había regresado a su vida.

Años atrás, luego de perder a su padre, había adquirido malos hábitos, entre ellos, el comerse las uñas y el arrancarse el cabello. En especial esto último, era la peor de sus manías porque había traído terribles consecuencias sobre su autoestima y su alma... Tanta había sido su manía de halarse su pelo, que había provocado que en su cabeza se formara un pequeño hueco. Esto hizo que fuera objeto de burlas en su escuela, lo cual, unido a la depresión que sufría entonces, trajeron como resultado que perdiera el año escolar. Tiempo después, y cuando sufría una recaída en su depresión, volvía a su manía de siempre, provocándole que su cabello se viera menguado en algunas zonas de su cabeza.

Ahora, durante el trayecto de regreso en su casa, se había arrancado varias hebras más de su pelo, en un impulso que no se vería disminuido para nada. Todo lo contrario, al encontrarse siendo gritada en esos momentos, volvió a sentir el deseo irrefrenable de arrancarse su cabello. Sólo la parálisis momentánea que sufría, debido al pánico que tenía por estar siendo gritada en aquellos instantes, se lo impedía,

—¡¿Me puedes explicar a dónde te fuiste?!

Una mujer delgada de largo cabello castaño se hallaba frente a la chica. El traqueteo impaciente de sus tacos hacía perfecto juego con el sonido que sus dedos sobre su brazo derecho, provocando un eco ensordecedor en su interlocutora. Su mirada penetrante produjo un pavor tal en la joven que la obligó a bajar la cabeza, haciendo que la diferencia de estatura entre ambas fuera más pronunciada que antes.

—Yo... yo... —dijo Aira alzando su mano hacia su cabellera.

Haló fuertemente de uno de sus pelos. Pero, cuando iba a terminar por arrancarlo, el grito que recibió la interrumpió:

—¡Habla de una maldita vez!

—Mamá, yo...

—Dime, ¡¿a dónde te fuiste?!

Aira pasó saliva. Las manos le temblaban tanto. Hizo un esfuerzo sobrehumano por hablar, y cuando, finalmente, pudo hacerlo, sintió que la garganta le quemaba.

—Me... fui a...

—¿A QUÉ? ¡¿TE FUISTE A QUÉ?!

—Me fui a pasear... —dijo en un susurro lo más rápido que pudo.

—¿CÓMO? ¡NO TE ENTIENDO NADA! —habló la mujer encaminándose hacia su hija.

Armándose de valor, aún cuando intuía lo que vendría después, dijo de una manera clara la respuesta esperada:

—Me fui a pasear... por ahí...

—¿CÓMO DICES, MOCOSA?

La mujer arrojó el cigarro al suelo y azuzó los brazos. Volvió a encarar a su hija, haciendo que esta tuviera que retroceder.

Luego de que la señora diera otros pasos más, en unos sonidos que a Aira le parecieron tan ensordecedores que por poco rompen las ventanas de la habitación, se dio cuenta de que no tenía escapatoria alguna. El frío que percibió de la pared detrás de sí no hizo menos por disminuir la tormenta que tenía frente a sí.

—¿DICES QUE TE FUISTE A PASEAR POR AHÍ, ASÍ SIN MÁS?



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En el texto hay: comediaromantica, amor, novelacontemporanea

Editado: 04.03.2019

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