Melodías y Ambrosías [saga Poesías 2]

Capítulo 40: ♫ Shoganai ♥

Aira

—¿Puedo pasar?

Aira se hallaba en el umbral de la puerta del departamento de Rodrigo. Con mucha dificultad, el joven le había abierto la puerta. Su incipiente asma hacía que su respiración fuera agitada. Y el gesto en su rostro, que en otros días le había parecido a ella un poquito más expresivo que de costumbre, ahora era todo lo contrario. Se hallaba bastante desencajado, dándole la sensación de que si había sido buena idea de que fuera a verle esa tarde.

Él contestó a su pregunta con un movimiento afirmativo de cabeza, dándole luego la espalda. Esto provocó que ella dudara, nuevamente, en entrar a su departamento. Sin embargo, decidió proseguir su camino aunque las piernas y los pies le temblaran.

—¿Puedes cerrar, por favor? —agregó Rodrigo de una manera tan parca, a la vez que un viento frío se colaba por el pasadizo que daba para su casa, congelando la piel de todo el cuerpo de Aira.

—Dis... disculpa... —contestó ella, obedeciendo en el acto.

‹‹¿Qué le pasa? ¿Habré hecho algo malo? Quizá...››

Una tos muy ronca se escuchó al fondo del pasadizo, interrumpiendo a sus pensamientos en el acto. Ella se encaminó rápidamente donde él para ver cómo estaba:

—¡Rodri!

El joven estaba apoyado sobre un sofá. Su respiración agitada y el rostro pálido en su rostro le hicieron ver a Aira que su salud no era muy buena. En ese instante, un silbido profundo y constante provino de su pecho, provocando que se sentara. Gotas de sudor que caían de sus sienes a la vez que sacaba un inhalador de su bolsillo y se lo aplicaba para tratar de normalizar su respiración.

Por un momento dudó en acercarse a él. No obstante, dejando atrás sus temores, en seguida dejó su mochila a un costado y se sentó a su lado.

‹‹Yo pensando en babosadas y él... él... ¡realmente la está pasando mal!››, pensó a la vez que le contemplaba mientras Rodrigo esperaba que transcurriera el tiempo necesario para aplicarse el inhalador por segunda vez.

—¿Quieres que te traiga algo? ¿Un jarabe? ¿Una pastilla? ¿Algo?

Él le indicó que le trajera un par de medicinas de la gaveta más cercana. Fue por un vaso con agua, se lo acercó junto con sus pastillas y un jarabe. Luego de tomarlas, apoyó su cabeza en el respaldar del sofá y cerró los ojos.

Aira se le quedó mirando en silencio.

Al contemplarlo, sintió toda una mezcla de sensaciones dentro de sí. Ya no solo de cariño, de amor y de preocupación, sino de lástima. En una situación tan crítica como la que se encontraba, le pareció increíble que estuviera solo en casa, sin nadie que lo atendiera. Sabía que su hermana iba a ir a visitarlo en la mañana. Pero, en la condición en la que estaba, se le hacía extraño que no se hubiera quedado más rato con él. Y fue en ese instante que se dio cuenta de que la soledad que caracterizaba a Rodrigo era mucho mayor a la que tenía ella sobre sí.

Si bien era rechazada por su madre y era huérfana de padre, su hermano Lucas, a pesar de ser tan difícil de convivir con él en ocasiones, siempre se había mostrado preocupado cuando había caído enferma y había tratado de hacer todo lo posible por ayudarla. No obstante, en el caso de Rodrigo, aunque tenía dos hermanas menores, ninguna parecía dignarse a hacer acto de presencia para ayudarlo en tan críticas situaciones.

En ese instante, tuvo ganas de abrazarlo. Quería consolarlo y brindarle todo el apoyo que sentía que necesitaba en aquella soledad infinita que podía ver en aquellos párpados cerrados, pero se contuvo. No era la ocasión adecuada. Sin embargo, si no podía hacer aquello, por lo menos, estaba segura de una cosa. Él la necesitaba más que nunca. Y ella le brindaría toda la ayuda que fuera necesaria para que su salud mejorara.

Cuando vio que una gota de sudor bajaba por su sien izquierda, supo de inmediato lo que tenía que hacer.

Sin pedir permiso, se dirigió hacia el baño. Recordaba que había visto en una gaveta pequeña que Rodrigo guardaba toallas de diversos tamaños. En una ocasión, cuando había querido asearse y al no haber ninguna a su alcance, él le había indicado en dónde podía hallar más para ello.

Al buscar en dicha gaveta hubo una toalla que captó su interés. De pequeño tamaño, de color blanco y con flores rosadas bordadas en un extremo y en el otro con las iniciales S.M. sobre ella, resaltaba sobre el resto. Tenía toda la pinta de ser una decorativa, por lo que decidió coger otra de las toallas. Sin embargo, no pudo evitar prestarle la atención necesaria. Aquélla no parecía ser de propiedad de Rodrigo... no era algo que él usaría por muy apegado al orden en su departamento.



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En el texto hay: comediaromantica, amor, novelacontemporanea

Editado: 04.03.2019

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