Melodías y Ambrosías [saga Poesías 2]

Capítulo 58: ♫ Apoyo Fraternal ♥

Rodrigo

—Ayyy, ¡qué cólera! ¿No me digas que de nuevo y por poco no me topo con mi cuñadita...?

Una chica de pelo castaño ondulado y largo se halaba la liga que lo recogía en una cola, a la vez que azuzaba los brazos con desesperación.

—Pero, por qué... ¿Por qué? ¿POR QUÉ NO ME ENCONTRÉ CON ELLA? ¿POR QUÉ? ¡¿POR QUÉ?! —La joven se agarró de los mechones de su ahora cabello suelto—. ¿De verdad se fue? ¿De verdad? ¡¿A qué hora se fue?! ¡¿Seguro que no está aquí?! ¿No me la estás ocultando para que no tenga la dicha de conocerme, no? —dijo a su vez que salía del cuarto, se dirigía a las otras habitaciones a husmear para luego regresar al dormitorio de su hermano.

Su interlocutor asintió con la cabeza por enésima vez a las preguntas que le hacía al tiempo que tosía. Luego le dio la espalda a su hermana para arroparse en su cama.

Si bien ya era costumbre para Rodrigo ser testigo de las reacciones exageradas de la chica, no terminaría nunca por aceptarlas, menos comprenderlas. Todo lo contrario. Le aburría sobremanera cuando Milena actuaba de esa forma; llegándose a preguntar si la falta de energía que lo caracterizaba había sido equilibrada con la llegada de su hermana menor y la hiperactividad que la acompañaba.

—Hermanito, te estoy hablando... ¡Hazme caso!

—Uhm... —respondió el susodicho todavía de espaldas a ella.

—¿Es que acaso no pudiste retenerla por un momento más? —preguntó cruzándose de brazos y haciendo un puchero—. ¿Es que acaso no piensas en las ganas locas que tengo de conocer a mi cuñadita? ¿Es que acaso no piensas que me puede dar un ataque al corazón por la ansiedad de saber que estuve a minutos de cruzarme con la futura madre de mis sobrinitos hermosos y de ojos verdes?

Rodrigo no pudo evitar mirarla de reojo y hacer una mueca de espanto. Apenas llevaba un día de empezada su relación de éter-no-novio con Aira, y ya su hermana hacía planes de que esta fuera la madre de sus sobrinos. Definitivamente ¡Milena iba muy rápido!

Suspiró aburrido, para luego añadir:

—Ya te lo dije. Tenía clases de danza y...

—¡Qué clases de danzas ni qué ocho cuartos! —lo interrumpió sentándose bruscamente al borde de su cama. El impacto que produjo en esta fue mínima, pero para Rodrigo significó el fin de sus deseos de querer lograr una tranquila siesta—. Tu sala es lo bastante amplia para que practique todos los bailes que quiera... Si deseas le enseño un poco de baile árabe que aprendí el otro día. ¿Te conté que me hice amiga de Yasmina, la prima de tu excompañero del colegio, Pérez Asmat? Pues la chica es una experta en la danza del vientre y...

Rodrigo se volvió a tapar la cara con la sábana mientras escuchaba el monólogo de su hermana. Cuando parecía que, por fin, se había callado, se aventuró a asomar la cabeza para preguntarle cómo se encontraban en su casa y por qué era la única que iba a visitarlo:

—Papá... pues como siempre, ya sabes. Diiiiice que tiene un caso muy importante estos días y que no puede descuidar el trabajo. Es un hombre muy ocupado —afirmó haciendo un signo de comillas con sus dedos.

La chica se encogió de hombros, esperando que Rodrigo entendiera el doble significado de sus palabras.

—Entiendo. Debe tener mucho trabajo. Dirigir un estudio de abogados no debe de ser fácil —contestó el joven de lo más tranquilo.

Al darse cuenta de que no había captado el mensaje, Milena agradeció al cielo el haber olvidado momentáneamente el síndrome por el que padecía su hermano. Había escuchado de su padre que esa noche iría al club, para luego asistir al día siguiente al Estadio Nacional para ver jugar a la selección de fútbol nacional.

Tenía unas ganas enormes de desenmascarar al hombre delante de su hijo, pero... al escuchar la serena y comprensiva respuesta de Rodrigo, prefirió callar. Total, ya suficiente tenía su hermano que lidiar con el ninguneo de su padre, cada vez que lo llamaba para saber cómo estaba, como para añadirle más leña al fuego todavía...

—Claudia me ha dicho que va a venir el sábado. Y ah, Irene quiso venir a verte —añadió refiriéndose a la empleada del hogar de la casa de los Estremadoyro—, pero ya sabes que papá no le da permiso así por así para salir, no sin antes amenazarla con descontarle a la pobre. Ya sabes cómo es de explotador. —Milena se encogió de hombros—. Pero me mandó un extracto de una receta para la gripe de su abuela... ¿O era de su tatarabuela? —Se rascó la oreja y elevó la mirada al techo tratando de recordar—. Ay, ¡como sea! Ahí te lo dejé en la mesita para que te lo tomes después.



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En el texto hay: comediaromantica, amor, novelacontemporanea

Editado: 04.03.2019

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