Memorias de un transeúnte.

3 - Javier.

Capítulo 3- Javier. 
Jacinto observaba a través de la puerta de la entrada. Ya llevaba un cuarto de hora aguardando la llegada de Ulises. A Jacinto no le gustaba que le hicieran esperar, por lo que no podía parar de comprobar su lujoso reloj de bolsillo. El reloj era casi como un tótem, siempre lo portaba consigo, ya que fue el último regalo de su difunta esposa.  
- ¡Jacinto! —Exclamó Ulises, que se aproximaba con celeridad. 
-Ya era hora chico. No me gusta esperar. A mi edad, lo que ya no tengo es tiempo.  
-Perdóname por favor, es que me he enganchado a una serie y no me he dado cuenta de la hora que era.  
-Esta juventud... —Bromeó con desenfado.  
Ulises le sonrió con complicidad.  
- ¡Mira! El autobús, justo a tiempo.  
Cruzaron con presteza hasta la parada, ubicada en la otra acera. El conductor les esperó y mantuvo la puerta abierta.  
-Buenos días, dos billetes. Uno de jubilado y uno normal.  
-Aquí tiene, son 2'90€. 
-Tome. —Comentó efectuando el pago con tres monedas de euro.  
Jacinto no se detuvo para recoger las vueltas y pasó directamente al interior, en busca de dos sitios vacíos. 
-Aquí mismo. —Manifestó acomodándose en el asiento más próximo a la ventana. 
Ulises se sentó en el lindante.  
-Qué, ¿has dormido bien? —Jacinto se interesó por Ulises. 
-Estupendamente. Ayer cenamos algo riquísimo y me fui muy pronto a la cama.  
- ¿Qué cenaste? 
-Laura cocinó pollo empanado y patatas fritas. Estaba increíble.  
-Jajajaja, es que es una combinación muy buena. Oye, a todo esto, ¿has probado la tortilla de patata?  
-Aún no. —Al oír la palabra 'patata', a Ulises le entraban ganas de comer.  
-Pues luego pararemos y tomaremos unas tapas.  
A Ulises le agradó profundamente la idea, se le iluminó la mirada solo con pensarlo.  
- ¿Vamos muy lejos?  
-Que va, en seguida llevamos. Son tres paradas y estamos apunto de hacer la primera.  
-Genial.  
- ¿Tienes alguna idea sobre el regalo? ¿Qué le podría gustar a la doctora?  
-No lo sé. —Ulises reflexionó. — No se me ocurre nada, pensaba llegar y buscar. ¿A ti se te ocurre algo?  
-Pues... —Jacinto meditó su respuesta. — Había algo que siempre funcionaba con mi mujer.  
- ¿Sí? ¿Qué era? 
El autobús se detuvo, realizando otra de las paradas de su ruta.  
-Los collares. Siempre acertaba si le compraba uno.  
-Oye. —Sonrió con optimismo. — Pues es muy buena idea.  
Algunos viandantes bajaron y otros subieron antes de que el autobús retomase su trayecto.  
- ¿Y en el centro comercial hay muchas tiendas? 
-Ni te imaginas cuántas, y personas, ni te cuento.  
- ¿No te gustan las multitudes? 
-No me entusiasma la verdad. A tú edad sí, me encantaba tanto movimiento y jolgorio. Pero ahora, me gustaría más vivir en un sitio tranquilo.  
- ¿Y por qué no te vas a un sitio mejor? 
-Jajajajajajaja. —Se rió de manera sarcástica. — Sí, dentro de no mucho me iré a un sitio mejor, hasta entonces que más da donde morir. —Satirizó con saña su situación.  
Ulises no quiso decir nada, no quería incomodar a su acompañante. Mientras el silencio se adueñaba de la escena, el autobús se volvió a detener. Poco movimiento de personas, y una rápida salida.  
-En seguida llegamos. —Comentó Jacinto, intentando reanudar la conversación.  
- ¡Genial!  
El bus no tardó en detenerse en una avenida tremendamente concurrida.  
-Venga sal, que tenemos que bajar.  
Ulises se levantó primero y fue hacía la puerta por donde había accedido. 
-Por ahí no, se sale por la de atrás. —Replicó Jacinto al ver la confusión de Ulises.  
-Si, perdona.  
Los dos bajaron, y quedaron junto a la parada.  
-A ver... —Menciono Jacinto pensativo. — Juraría que es hacía allí.  
Ulises seguía a Jacinto desde detrás, prestaba atención a sus indicaciones, no obstante, no podía evitar distraerse con todo el movimiento y vida que transmite una calle llena de gente. El bullicio, los edificios, los llamativos escaparates de los comercios y los sonidos de una ciudad que palpita mediante sus habitantes.  
- ¿Qué es eso? —Preguntó Ulises tras ver un enorme cartel con luces de neón.  
- ¿Eso? Es un bingo. Juegos de azar.  
-Ah. —Ulises siguió mirando el vistoso letrero.  
-Ya te llevaré otro día. A mí me gusta ir de vez en cuando.  
-Genial, pues otro día venimos. —Respondió afable.  
Los dos continuaron caminando entre los transeúntes que colmaban la calle. Un chico joven paso demasiado cerca de Jacinto y se chocó con el hombro de este.  
-Ves, por esto te digo que no me gustan las multitudes. Te dan un golpe y no son capaces ni de disculparse. —Manifestó girado, mientras veía al joven alejarse. — Van centrados en sus móviles, en hacer fotos, y en escuchar música con sus cascos.  
-Bueno, no todos serán así.  
-Por desgracia, la mayoría lo son. Supongo que ya soy muy mayor para entender el mundo... —Suspiró. — Eh chico, mira, es ese edificio de allí.  
- ¡Genial! Te sigo.  
Continuaron caminando hasta el final de la calle, y después cruzaron a la derecha, hacía una amplia avenida. Allí estaba el edificio, una construcción inmensa, con siete plantas. Era colosal, y en su interior había una gran diversidad de comercios, tiendas de todo índole y multitud de restaurantes. Aguardaron a que el semáforo cambiase a verde para los peatones, y cruzaron por el paso de cebra.  
-Podemos entrar por aquí. —Comentó al dirigirse a las escaleras del patíbulo. 
Las puertas automáticas se abrieron para permitir su entrada. No había demasiado movimiento dentro, y es que era por las tardes cuando se concentraba el máximo número de visitas; cuando los jóvenes terminaban las clases y la mayoría de personas ya habían concluido la jornada laboral.  
Ulises se quedó asombrado al recorrer el lugar. Tanta variedad y con tanto estilos diferentes en un mismo edificio, era como si formarán un ecosistema urbano dentro de una sola construcción. 
- ¿Te llama la atención? —Interpeló Jacinto, advirtiendo el asombro en el rostro de Ulises. 
-Hay un montón de todo... —Oteaba en todas direcciones, fascinado con cuánto veía.  
-Y esta es solo la primera planta. 
- ¿¡Hay más!? 
-Seis más.  
-Búa...  
-Ahora las verás, vamos a las escaleras mecánicas, tenemos que ir a la cuarta planta.  
-Si, si. Vamos.  
Los dos se trasladaron hasta las escaleras mecánicas para subir hasta el piso correspondiente. Jacinto estaba en silencio, mientras Ulises miraba pletórico a todos lados. 
Para subir a las escaleras, Jacinto lo hacia con naturalidad, sin florituras, sin embargo, a Ulises le era más costoso, puesto que le era difícil saber cuando era el momento propicio para apoyar el pie.  
- ¿¡Que haces!? —A Jacinto le extrañó que Ulises estuviese tan rezagado.  
-Espera, ya voy. —Levantó su pie con decisión, pero sin llegar a apoyarlo en ninguno de los escalones que se sucedían.  
- ¡Chico! ¡No lo pienses! ¡Sube sin más! 
Ulises obedeció, posó el pie sin miedo y se agarró a la barandilla. Jacinto le esperó arriba. Ulises dio un pequeño saltito en el final de la subida.  
- ¿Qué pasa? —Preguntó con humor. 
-Perdona, es que me han parecido raras. No sabía cuando era el momento exacto para subir.  
-No pasa nada. —No pudo evitar una risita y un semblante risueño. — Tenemos que seguir subiendo dos plantas, mejor ve tu delante.  
-Mejor. —Comentó Ulises con guasa.  
Se encaminaron para seguir subiendo. Jacinto le daba un ligero toque en la espalda para que supiese cuando subir. Rápidamente alcanzaron la planta correspondiente.  
-Es por ese pasillo. 
Jacinto trazaba el rumbo, mientras Ulises lo seguía desde la izquierda.  
-Es aquí. —Expuso mientras señalaba el llamativo escaparate. 
-Vaya, cuanta variedad.  
-Mejor vamos dentro, a ver que tienen.  
Al entrar comenzaron a examinar las joyas que tenían expuestas en las diferentes vitrinas.  
-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles? —El empleado del establecimiento les abordó con gentileza.  
-Hola, pues mire, buscamos un collar elegante para una mujer elegante. —Jacinto llevó la voz cantante.  
- ¿Tienen alguna idea del diseño o el material que desean? 
-Enséñanos unos cuantos diferentes, y ya vamos viendo.  
-Por supuesto, señor.  
El trabajador abrió un cajón bajo el mostrador y extrajo cinco cajas, todas del mismo tamaño.  
-Esta pieza es de plata, un estilo sobrio y recatado. —Abrió la primera caja y exhibió la cadena frente Jacinto y Ulises.  
-Sácalos todos de golpe, así nos hacemos una idea. —Declaró Jacinto con demasiada rusticidad.  
-Claro, señor.  
-Bien este es de plata de ley, con una esmeralda. —El empleado los fue exhibiendo con presteza. —El verde es majestuoso y combina bien con todo. Este de aquí está bañado en oro, al igual que el corazón que porta. El corazón es algo grande en comparación con otros, pero de todas formas es bonito de lucir. Este es un clásico collar de perlas, su brillo realza cualquier color. —Se detuvo, para dar tiempo a sus clientes a apreciar las alhajas.  
- ¿Te gusta alguno? 
-Todos son muy bonitos... No sabría por cual decidirme. —Ulises los observó detenidamente.  
-Y también tenemos este. —Destapó la caja. — Es una de las mejores piezas que tenemos. Es de oro en su totalidad, el diseño es similar al que les he mostrado; también es una cadena, esta vez algo mas gruesa, que contiene un corazón de oro, la diferencia principal es que en su centro cuenta con un diamante. Este modelo viene con pendientes a juego.  
-Gracias por enseñárnoslos. ¿Nos deja un momento para deliberar?  
-Por supuesto, no hay prisa. Estaré ordenando las estanterías si me necesitan. —Comentó dejando el mostrador y retirándose.  
- ¿Cuál te gusta, chico? —Jacinto se interesó por la opinión de Ulises. 
-No lo sé..., me gustan los que tienen los corazones. Y el de perlas.  
-No perlas no, que no es ‘Lisa Simpson’.  
- ¿Quién? —No comprendió la referencia.  
-Nadie, solo que ese no me termina de convencer.  
- ¿Y los qué tienen corazones? —Interpeló Ulises en busca de aprobación.  
-Esos mucho mejor, donde va a parar.  
Jacinto le hizo un gesto al empleado para que regresase.  
-Díganme. —Comentó aproximándose hacía ellos.  
-Los que vienen con un corazón, ¿qué precio tienen? 
-El que está bañado en oro tiene un precio de 90€. El otro es de oro puro y con diamante, lo tenemos con un descuento de 30% y quedaría en 245€. 
Al oír los precios, Ulises se acercó descaradamente a la espalda de Jacinto.  
-Mejor el de noventa, yo solo tengo treinta euros. —Le susurró a Jacinto.  
-Nos llevamos el de oro, el del diamante.  
-Excelente elección, señor.  
El gesto de Ulises era un espectáculo, Jacinto había ignorado por completo su comentario.  
- ¿Puede envolverlo para regalo? 
-Por supuesto.  
-Y una pregunta más.  
-Dígame.  
- ¿Cuánto cuestan los pendientes a juego? 
-85€. También son de oro, y tienen un diamante idéntico de menor tamaño en su centro.  
-Pues nos los quedamos también. 
-Estupendo, voy a la trastienda a por ellos.  
Cuando el trabajador se marchó Ulises le reprochó a Jacinto su comportamiento.  
- ¡Es mucho dinero! Yo solo tengo treinta euros, no voy a poder devolverte tanto... 
-No pasa nada, esto lo hago porque me apetece. Yo no tengo a quien regalar un collar así, pero tu si. Y quiero que lo hagas.  
-Pero es qu... 
- ¡Calla! —Lo interrumpió. 
-Es demasiado dinero.  
-Respeta mi decisión, y deja que sea yo quien se preocupe por mis finanzas. —Replicó autoritario.  
El empleado de la joyería regresó con ambos abalorios empaquetados para regalo en una elegante bolsa de papel.  
-Aquí tienen. ¿Cómo piensan abonarlo, con efectivo o tarjeta de crédito? 
-Tarjeta. —Enunció mientras la sacaba de su cartera, y por defecto también su documento de identificación.  
-Gracias don Jacinto. Firme aquí por favor. Y aquí tiene el resguardo.  
-Gracias. —Comentó mientras estampaba su firma. — Que tenga un buen día.  
-Igualmente y muchas gracias. —Afirmó con cortesía el trabajador.  
Jacinto y Ulises se dieron la vuelta y salieron del establecimiento.  
-Bueno, ¿tienes hambre? Porque yo sí.  
-Un poco sí.  
-Vamos a la sexta planta, ahí hay muchos puestos de comida.  
-Perfecto.  
Ambos retornaron sobre sus pasos, hasta las escaleras mecánicas, de nuevo Ulises delante y Jacinto detrás.  
Al arribar, a Ulises le llamó la atención los diferentes aromas que confluían desde todas direcciones.  
-Hace tiempo que no vengo, vamos a ver si el bar que me gustaba sigue abierto.  
Jacinto comenzó a andar por uno de los pasillos hasta divisar el local. Tenía un diseño rustico, con baldosas pintadas en las paredes, formando en mosaico retratos completos. Y las paredes del fondo y de detrás de la barra llena de distintos tipos de jamones y embutidos, que se agolpaban en perfecta armonía.  
Jacinto accedió al local y Ulises lo siguió. No había mucha gente, apenas un par de personas, una chica joven atendiendo mesas y un hombre de avanzada edad atendiendo tras la barra. 
- ¡Jacinto! —Exclamó el propietario. — Cuanto tiempo. 
-Sí Antonio, por lo menos tres o cuatro años.  
- ¿Qué es de ti Jacinto? 
-Bueno, podría quejarme, pero no me gusta hacerlo, ya me conoces. —Ambos compartieron un escueto abrazo. — Me agrada saber que el negocio sigue a abierto. —Declaró con honestidad. 
-Si, hay meses mejores y otros peores, pero aquí seguimos. ¿Vienes a comer algo? 
-Sí, vengo con mi amigo, le quería enseñar lo que es una tortilla de patata en condiciones.  
-Lo has traído al sitio adecuado, además está recién hecha.  
Ulises sonrió a Antonio. No quiso participar en la conversación para no interrumpir a ambos amigos después de tantos años sin verse. 
-Pues mira que bien. Nos pones dos pinchos, un plato de jamón de bellota, lonchas finitas como tú sabes. ¿Y alguna recomendación de la casa?  
-Te recomiendo un plato que servimos ahora, con embutido variado.  
-Va, pues pon uno para que lo probemos.  
- ¿De beber? 
-¿Sigues teniendo la cerveza alemana de trigo qué me gusta? 
-Por supuesto, hay cosas que no cambian.  
-Pues sírvenos dos.  
-Oído, ahora os lo llevo. Sentaos donde queráis. —Antonio se trasladó a la cocina tras la barra para preparar la comanda. 
Jacinto le hizo un gesto con la cabeza a Ulises para que lo siguiera y le guio hasta una pequeña mesa ubicada al fondo del local.  
-Todo aquí esta riquísimo, te va a encantar.  
-Ya tengo ganas. —Expuso con entusiasmo.  
El camarero no tardó en atenderles. Primero les portó las cervezas, y dos jarras heladas. Después retornó con una bandeja en las manos, con los tres platos, los cubiertos y una cesta con pan.  
-Os he puesto dos trozos hermosos de tortilla. Y la tapa de embutido he añadido unos trozos de un nuevo queso curado que tenemos.  
-Muchas gracias Antonio. Y oye, Puri y los niños, ¿bien? 
-Los niños estupendos, el mayor en la universidad, y la pequeña en bachillerato. Puri la tienen que operar de la espalda, no puede cargar peso y debe permanecer en reposo, pero bueno, mientras eso sea lo peor. 
-Cuídala mucho, eh.  
-Siempre Jacinto, ya lo sabes. —Le sonrió— Luego me dices que te ha parecido todo. —Afirmó Antonio hacía Ulises.  
-Claro. —Contestó Ulises con timidez.  
El propietario volvió tras la barra, dejando solos a Ulises y Jacinto, con la mesa ya servida.  
Ulises vertió la cerveza en su jarra imitando a Jacinto.  
-Un brindis. —Jacinto alzó su jarra. — Por los pequeños placeres de la vida.  
Ulises chocó el recipiente con el de Jacinto, culminando con un largo trago. 
- ¡Arg! ¡Esta amarga! —Comentó con desdén. 
- ¿Cómo la imaginabas? —Mencionó sin poder borrar la sonrisa de su expresión.  
-No sé, diferente. 
-Bueno, para beber cerveza no hay que tener sed, hay que tener ganas. Y combina bien con la tortilla, ahora lo verás.  
-Vale, voy a comprobar tu teoría.  
Ulises uso el tenedor para cortar un trozo de la tortilla. Después de observarla un segundo, se la llevó a la boca para degustarla. De inmediato experimentó una suma satisfacción en el paladar. La textura le agradó tanto como es sabor.  
-Está deliciosa...  
-Pues espera a probar el jamón. —Concluyó Jacinto después de catarlo. 
-Veamos qué tal está. —Imitó a Jacinto, degustando el jamón.  
-No te comas muchos trozos seguidos que se te puede hacer bola, y mastica bien.  
-Si. —Comento mientras seguía la recomendación. — Esta buenísimo, es exquisito.  
Ulises cesó la conversación por el momento. Jacinto por su parte, disfrutaba viéndole comer con tanta complacencia. 
-Aunque esta amarga, acaba teniendo algo especial. —Manifestó mientras apuraba la cerveza.  
- ¿Tomamos otra? 
-Bien.  
Jacinto se levanto y fue a la barra, mientras Ulises terminaba con la tabla de embutidos, acompañando la carne con el queso y el pan.  
-Toma. —Jacinto le entregó otra.  
-Gracias.  
Los dos vertieron simultáneamente el contenido en sus vasos.  
-¿Esta vez por qué brindamos, chico? 
-Por disfrutar. —Elevó su jarra.— Por disfrutar ambos el máximo tiempo posible.  
-'Touche'. —Alegó antes de chocar. 
-Cuéntame cosas de ti. —Afirmó Ulises con una tierna sonrisa.  
-Ya te he contado mucho de mí, chico.  
-Me has hablado de tu infancia, y de tu juventud. Pero casi nunca de tu mujer, o de tu hijo.  
-No sé... —Jacinto suspiró profundamente. 
-Si te parece mal, hablamos de otra cosa.  
-Yo... —Se contuvo. — ¿Qué quieres saber de ellos?  
- ¿Cómo conociste a tu mujer? —Preguntó Ulises con templanza. 
-Fue durante la niñez. Ella veraneaba en el mismo pueblo que yo.  
- ¿Cómo era ella? 
-Era un ángel, era todo lo que yo quería ser. Tenía temperamento, pero era justa. Siempre sabía hacer sonreír a los demás. —Jacinto se emocionó hablando de su mujer.  
- ¿Y cómo sabías qué era la mujer de tu vida? 
-Muy sencillo, chico. Con ella sentía que tenía un hogar, un lugar al que volver, un lugar donde ser y estar de verdad. —Expuso con total pasión.  
Ulises no supo que decir, tan solo pudo pensar en que él sentía algo muy similar a lo descrito cuando estaba cerca de Laura.  
- ¿Por qué eres tan bueno conmigo? —Interpeló Ulises recuperando la serenidad.  
-Porque pienso que los dos necesitábamos un amigo. —Sonrió con amabilidad.  
-Pues estabas en lo correcto. Estoy muy agradecido por todo lo que haces por mí. —Lo miró fijamente a los ojos. 
Jacinto enmudeció, su relación con su hijo era nula, y siempre había querido escuchar algo similar de su primogénito. 
-Anda chico, no nos pongamos moñas ahora. Y acábate la cerveza, que tenemos prisa. —Recuperó la sobriedad. — Tienes que llegar a casa antes que Laura, para que el presente sea una sorpresa cuando se lo des.  
-Cierto.  
Los dos terminaron sus consumiciones con celeridad. Se levantaron y fueron a la barra a despedirse de Antonio.  
-Estaba todo riquísimo, gracias. —Ulises manifestó su opinión del servicio hacía Antonio.  
-Muchas gracias. —Respondió el mesero. — Espero que volváis pronto. Y que te vaya todo bien Jacinto.  
-Igualmente, que la fortuna te guíe. Nunca se sabe, pero espero que volvamos a vernos. —Comentó Jacinto antes de encaminarse hacia la salida.  
-Hasta pronto, Jacinto. —Se despidió Antonio.  
-Adiós, Antonio. —Respondió Jacinto. 
Juntos salieron de la taberna y regresaron nuevamente hasta las escaleras mecánicas.  
-Estoy bastante hinchado. —Ulises se puso la mano sobre el abdomen. 
-Has comido muy rápido.  
Ulises se detuvo, de nuevo frente a las escaleras. Al tener otra perspectiva no sabia cuando colocar el pie para bajar.  
-Sin miedo chico. Paso firme y a por ello.  
Ulises siguió la recomendación y tras agarrarse a la barandilla apoyó el pie con firmeza. Jacinto le escoltaba desde atrás. 
-Muy bien Ulises, sin dudar.  
-Empiezo a pillarles el ritmo.  
Bajaron hasta la primera planta. Ulises ahora dominaba las escaleras mecánicas y no tardaron en llegar hasta su destino. Al arribar hasta la entrada Jacinto detuvo a Ulises.  
-Chico, igual es por la edad, pero tengo que ir al baño. La cerveza baja rápido. Toma la bolsa y espérame aquí. 
-Claro, vale. —Contestó Ulises agarrando la bolsa.  
Jacinto también estaba empachado y se desplazó con lentitud hasta el escusado.  
Ulises comenzó a mirar hacía todos lados, para distraerse mientras esperaba a Jacinto. Fue entonces, cuando advirtió que un hombre lo miraba fijamente. Al principio pensó que era una casualidad, pero cuando se giró para otearlo, percibió los ojos de aquel hombre clavados sobre él. Ulises aguantó la mirada firmemente, no obstante, lejos de amedrentarlo, el individuo comenzó a acercarse más y más hasta su posición.  
El hombre era muy alto, un poco más que Ulises. Su anatomía exhibía una extrema delgadez y tenía la espalda un poco encorvada. Tenía los brazos completamente tatuados y vestía algo desaliñado, con ropa desgastada.  
-Tío, ¿qué haces aquí? —Preguntó exaltado el desconocido.  
-Creo que te equivocas de persona. —Replicó Ulises. 
-No me jodas Javier, no me jodas.  
-Yo... Yo no soy Javier. —Increpó con nerviosismo.  
-Tienes que irte tío. Te van a encontrar.  
Ulises estaba enmudecido no sabía que sucedía, ni porqué ese hombre se comportaba y hablaba así.  
-No puedo hablar contigo. Podrían vernos. Vete tío, ¡lárgate lejos de aquí! —Exclamó trastornado.  
- ¡Déjame en paz! —Afirmó Ulises con furia.  
El hombre obedeció y se marchó rápidamente. El corazón de Ulises comenzó a latir con fuerza y rapidez, tanto que podía percibir los latidos. No sabía que pensar, ni entendía el motivo por el que ese hombre le había avasallado con tanta agitación.  
Jacinto regresó junto a Ulises, anduvo sin pausa, pero sin prisa. Ulises permanecía inmóvil, petrificado por lo sucedido. 
- ¿Pasa algo chico? Estás pálido. —Declaró Jacinto al ver la expresión de su amigo. 
Ulises se recompuso al ver la cara conocida de Jacinto.  
-Si, todo bien. ¿Nos vamos? —Comentó con histerismo. 
-Claro, vamos.  
Los dos salieron del centro comercial y comenzaron a andar hasta la parada del bus. Jacinto notaba muy raro a Ulises, además de la insólita mudez, tenia el rostro desencajado, casi como si hubiese visto a un fantasma.  
- ¿Seguro qué va todo bien?  
-Sí... 
-Bien. —Alegó con desconfianza. 
Prosiguieron andando, cruzaron la avenida, y giraron por la izquierda retornando sobre sus pasos.  
-Espera, para. —Jacinto se detuvo frente a una floristería. — Espera aquí, enseguida salgo.  
Ulises se detuvo y volvió a mirar en todas direcciones, le inquietaba la idea de que aquel extraño hombre les estuviera siguiendo. No entendía lo que había ocurrido, sin embargo, había una palabra que retumbaba en su mente: 'Javier'. 
Jacinto salió de la tienda con un pequeño ramo compuesto por seis rosas rojas. 
-Toma, es para que se lo des a Laura. Mételas en la bolsa con lo demás, y ves con cuidado de no aplastarlas.  
-Claro, si. —Manifestó Ulises mientras las guardaba.  
Siguieron caminando hasta llegar a la parada, todo en un sinuoso silencio.  
-Una cosa te digo chico. Más te vale venir pronto a contarme que le ha parecido el regalo.  
-Por supuesto.  
-Oye, dime, ¿en qué estás pensando? 
Ulises se quedo callado, dubitando, pues no estaba seguro de si debía contarle lo sucedido a Jacinto.  
El autobús emergió desde el final de la calle.  
-Vamos. —Comentó Ulises al divisarlo, sin llegar a responder a Jacinto.  
Una vez dentro del autobús, Ulises mantuvo la mudez. Jacinto decidió no indagar más, puesto que no quería agobiarlo. Aunque esperaba alguna explicación, pretendía que fuera Ulises quien la aportase, si es que así lo deseaba. 
El camino de vuelta fue rápido, el bus siguió las tres estaciones, con sus paradas, subidas y bajadas.  
Al detenerse en la calle frente al hospital, Jacinto realizó un gesto a Ulises para que bajase del vehículo. Ambos salieron, y se detuvieron en la parada.  
-Bueno chico, lo he pasado muy bien. Me ha gustado salir del hospital, aunque fuera un rato.  
-Perdona por estar callado. Y muchas gracias por todo Jacinto, eres un buen hombre.  
Jacinto le sonrió con ternura. Ulises se acercó y le plantó un fraternal abrazo. Jacinto, al cual le costaba realizar muestras de cariño, hizo un esfuerzo para retribuir afecto manifestado por Ulises.  
-Va, tira para casa, que ya es la una, y no quiero que Laura nos vea.  
-Claro.  
-Nos vemos pronto, ya sabes donde estoy. —Mencionó acompañando el comentario con una afable sonrisa.  
-Jacinto, ¿tú tienes móvil? 
-Claro chico, ya todos tienen.  
- ¿Me lo apuntas? —Interpeló a la vez que sacaba su dispositivo del bolsillo derecho de su pantalón.  
-Por supuesto. —Comentó accediendo a la aplicación de contactos de Ulises y anotando su número. —Bueno, y ahora lo dicho, vete para casa. 
-Si, hasta luego Jacinto. 
-Hasta luego Ulises.  
Ulises comenzó a caminar ante la mirada de Jacinto, que observaba como se alejaba.  
Jacinto permaneció unos minutos más de pie en la parada de bus. Se sentía rejuvenecido, desde que le diagnosticaron su afección apenas había salido del hospital. Por primera vez en muchos meses se había sentido vivo.  
Cruzó la calle y se plantó en la entrada del edificio, pero sin llegar a acceder al vestíbulo. En esta ocasión le parecía sumamente difícil entrar. Como si la salida con Ulises hubiera despertado algo en él, algo que ya creía extinto.  
Ulises abrió la puerta del piso. Nada más entrar, Aria lo esperaba en el recibidor. Cerró la puerta con suavidad y se quedó mirando a la felina. Ella, por su parte, se aproximó para frotar su cabeza contra el tobillo derecho de él. Ulises se agachó al ver el comportamiento de Aria.  
-Hola preciosa. —Estiró su brazo para acariciarla.  
Tras la muestra de cariño, recorrió el pasillo hasta su cuarto. Con delicadeza, guardó la bolsa en el segundo cajón de la mesita de noche, que estaba vacío. Por comodidad se cambió de pantalones a los de chándal, se quitó la camisa y se puso una camiseta. Depositó la cartera y las llaves de casa apoyadas en la cómoda. Y agarró el teléfono antes de ir hasta el comedor.  
Ulises se acomodó en el sillón. Aria subió de un salto y se tumbó a su lado. Mientras, Jon los miraba desde una silla.  
El móvil de Ulises emitió dos sonidos acompañados de vibración. No estaba acostumbrado a usarlo y todavía le resultaba complicado. Con dificultad, accedió a la aplicación de mensajería instantánea del dispositivo. Los mensajes eran de Laura.  
«- ¿Qué tal la mañana Uli? En 20 min voy para allá. Primero voy a pasar por la tienda de comida para llevar, ¿prefieres arroz, pollo o pasta?> Aquel era el contenido del mensaje enviado por Laura.» 
Ulises respondió con lentitud, todavía no estaba acostumbrado a la pantalla táctil, ni al tipo de teclado 'Qwerty'.  
«-La mañana muy bien. Me da igual, lo mismo que elijas tú.» 
Contestó al mensaje, y a los pocos segundos, recibió una respuesta de Laura.  
«Perfecto, ahora nos vemos.»  
En el final de la frase añadió un emoticono de 'carita sonriente'. 
Ulises lo leyó y cerró la aplicación. Después estuvo investigando, mirando las diferentes opciones que ofrecía el Smartphone. Todavía no había tenido tiempo de probar a fondo las múltiples aplicaciones que ofrecían los teléfonos móviles actuales, que contaban con un sistema operativo muy complejo y completo.  
Después de leer muchos nombres que no entendía. Intercedió con aplicación de 'cámara'. La cámara de fotos del teléfono apareció en pantalla. Ulises se sorprendió de lo nítido que se veía. Miro a su alrededor algo que fotografiar, y no pudo evitar escoger a Aria como modelo. La cual dormía plácidamente junto a él. Aproximó el móvil hacía ella y realizó la fotografía. La imagen de la felina era preciosa.  
Después comenzó a toquetear botones, y si no identificaba que era, o le ponía problemas, retrocedía. Con ello, descubrió la aplicación para saber el clima, y también la que funcionaba como despertador. En una de sus pruebas paso el dedo sobre la aplicación de 'YouTube'. Al acceder le salieron múltiples vídeos recomendados y de actualidad que ostentaban las 'tendencias'. Por probar puso el primero de la lista. Se trataba de un vídeo de un chico que les gastaba bromas a las personas de una playa, poniéndoles mas champú en la cabeza mientras se aclaraban en la ducha. Ulises no pudo evitar una carcajada al ver las reacciones de las personas, que no podían entender como todavía tenían jabón en el pelo a pesar de aclarárselo con agua abundante. Ulises era un sin fin carcajadas y risas. No era por la broma en si, si no por las distintas formas de actuar de los afectados. Algunos seguían sin cuestionarse que pasaba. Otros miraban sus botes de champú, otros los pateaban, y muy pocos se daban cuenta de lo que realmente sucedía. Algunos eran alertados por transeúntes de la zona, y otros por sus acompañantes.  
Las carcajadas se sucedieron por parte de Ulises, que seguía viendo diferentes vídeos de la misma índole. 
De pronto, los gatos saltaron y salieron con frenesí hacía el pasillo. Ulises se quedó en silencio, esperando escuchar la puerta. Lo cual sucedió casi de forma instantánea. Laura no demoró y cruzó el pasillo, directa al salón. 
-Buenos días, Uli.  
-Buenos días, ¿qué tal todo?  
-Hoy ha sido algo duro, pero bien.  
- ¿Qué ha pasado? —Se interesó por Laura.  
-Nada, es por un paciente, es muy mayor y tiene demencia senil. En mi visita estaba muy ido, y no sé, siempre me apena ver pacientes así, es algo a lo que nunca me acostumbro.  
- ¿Qué es demencia senil?  
-Es falta de cognición. 
Ulises no comprendió lo que le decía y se percibía en su semblante.  
-Es similar a perder la razón, quién lo sufre termina por no poder realizar tareas cotidianas. —Explicó Laura, matizando con sencillez.  
-Entiendo... Debe ser muy duro, lo siento.  
-Ahora lo máximo que podemos hacer, es que este bien atendido. 
-Pues sí, siendo paciente tuyo seguro que lo estará.  
-Gracias. —Laura le dedicó una sonrisa. — ¿Traes cubiertos y platos? Por favor.  
-Claro. 
-Yo voy ha ponerme algo más cómodo, que menudo calor hace hoy.  
Ambos salieron del comedor, Ulises fue enfrente, a la cocina. Laura recorrió el pasillo hasta su habitación.  
Ulises fue transportando los diferentes enseres hasta la mesa pequeña frente al sillón. Cuando ya lo tenía todo listo, agarró el mando a distancia y encendió la televisión. Mientras miraba la guía de programación, Laura regresó al salón. Vestía unos pantalones grises muy cortos y una camiseta de tirantes negra. Ulises no pudo evitar mirarla embobado. Le parecía que estaba especialmente sexy.  
Un pequeño espasmo recorrió su zona inguinal. A pesar de compartir el piso con ella, no había reparado en cuan hermoso era su cuerpo y en su apabullante esbeltez. Laura se percató de cómo Ulises la miraba, se ruborizó y solo pudo esbozar una sonrisita pícara. 
Cuando Ulises advirtió que Laura lo miraba, desvió avergonzado sus ojos hasta la televisión. 
-He traído lasaña boloñesa casera, croquetas de pollo, y ensalada de pasta. Había pensado que compartamos la comida.  
-Me parece lo mejor, sí, igual que con la comida china. 
-Exacto, algo así.  
Laura sacó la comida de la bolsa y fue destapando los envases.  
- ¿Por qué te apetece empezar, Uli? 
- ¿Qué me recomiendas?  
-Primero croquetas, luego ensalada y para el final la lasaña.  
-Pues así lo haré. —Comentó cogiendo una de las croquetas y llevándosela a la boca.  
- ¿Te gusta? 
Ulises asintió mientras degustaba el intenso sabor.  
-Por cierto, luego vendrán mi hermana y mi sobrina a casa.  
-Estupendo, tengo ganas de conocerlas.  
-No sé si traerán comida, pero es lo más probable.  
- ¿Qué traerán? —Pregunto intrigado. 
-Lo más seguro es que tarta y picoteo. En los cumpleaños se suelen servir tartas, con velas para indicar la edad del cumpleañero.  
-Entiendo.  
-Por cierto... Tú todavía no me has felicitado. —Laura le guiño el ojo con pillería.  
- ¿Felicitarte?  
-Lo normal cuando alguien cumple años es decir 'felicidades'. 
-Si, perdona, que cabeza tengo. Felicidades Laura. —Declaró con amplia sonrisa.  
-Gracias Ulises.  
Ulises, enfrentando su timidez, se acercó a ella y la abrazó. Sin exceder su fuerza, pero con contundencia. Laura le correspondió con el mismo cariño, estrechándolo entre sus brazos.  
Cuando se separaron Ulises recuperó raudo su posición.  
- ¿Me sirves, por favor? 
-Claro. —Laura agarró el plato de Ulises y le repartió la ensalada de pasta.  
Ulises la probó, y le sorprendió que la pasta fuera fría, pero no le desagrado.  
-¿Y tu mañana qué tal, Uli? —Laura exhibió interés por conocer su día. 
-Nada, poca cosa, aquí en casa. —Realizó la declaración con cierto nerviosismo. 
-Cuando quieras sabes que puedes bajar y pasear. También es bueno que vayas cogiendo confianza. 
-Lo sé... —De nuevo, Ulises recordó a aquel extraño que lo había avasallado en el centro comercial.   
Mientras comían estuvieron viendo el noticiario diario. 
- ¿Te pongo la lasaña?  
-Sí, pero pon poca cantidad. 
- ¿Tú dejando comida? Qué raro. —Alegó Laura con comicidad.  
-Es que tengo el estómago revuelto. —Manifestó con sutileza.  
La realidad era que los nervios, y todo lo que había comido con Jacinto por la mañana, había causado una disminución en su apetito. 
-Mmm... Está muy sabrosa. —Afirmó Ulises al probar la lasaña. 
- ¿Seguro qué no quieres un poco más? 
-No, gracias. 
-Bien. A mi me encanta la gastronomía italiana. Pero la próxima vez traeré paella para que la pruebes. 
- ¿Qué es paella? 
-Es un plato original de Valencia, es principalmente arroz, puede ser con pollo y conejo, o con gambas y marisco.  
-Seguro que si lleva arroz me gusta. 
-Seguro. —Sonrío afable Laura. — Cuando acabemos de comer, ¿quieres ver una película? 
-Claro.  
- ¿Qué género te apetece? 
-No sé, ¿tienes alguna grabada? 
-En seguida te lo digo.  
Laura usó el mando a distancia, y divisó las grabaciones en su 'Smart TV’  
-Tenemos dos, 'Interestelar' de Christopher Nolan y 'Los ocho odiosos' de Quentin Tarantino.  
- ¿De qué van? 
-La de 'Nolan' trata del espacio exterior, y como el ser humano tendrá que buscar un nuevo planeta para vivir. Y la de 'Tarantino', la trama se desarrolla en el oeste americano.  
-Pues... —Se detuvo para decidir. — Creo que prefiero la del espacio.  
-Estupendo. —Apretó el botón del 'play' para empezar la película. — Te aviso que es un poco larga.  
-No pasa nada. —Manifestó Ulises apurando la lasaña de su plato.  
Los dos terminaron la comida. Ulises retiro los enseres y los llevó a la cocina. Se acomodaron en el sillón y continuaron disfrutando del filme.  

Ambos estaban callados, centrados en la excelente trama argumental que presentaba la película. Ulises, de vez en cuando, preguntaba a Laura si no comprendía lo que sucedía. Y ella trataba de responder lo mejor posible. A pesar de la extensa duración, a ambos les pareció una película amena.  
- ¿Podría pasar algo así en la tierra...? 
-Yo... No sé si exactamente así. Pero sí que es verdad que deberíamos cuidar mucho más la naturaleza. Cazar menos, reciclar más, no interferir en los ecosistemas.  
- ¿Qué pasaría si no se para a tiempo?  
-No lo se con exactitud, pero sé que nada bueno.  
- ¿Existen naves espaciales cómo esa? —Prosiguió con el interrogatorio 'postpelicula'. 
-Pues no estoy muy al tanto de que hace la 'NASA' en este momento. Hace alrededor cincuenta años el hombre llegó a la luna, y se que planean viajar a Marte en este siglo. Pero no sé como son las naves ahora.  
-Guau. Los astronautas son muy valientes. —Afirmó con admiración. 
-Lo son, podría salir cualquier cosa mal durante sus viajes. Pero las grandes gestas suelen ser peligrosas.  
Antes de dar tiempo a Ulises para responder el timbre resonó tres veces consecutivas.  
-Sí que llegan pronto. —Mencionó Laura alzándose de su asiento.  
Ulises no sabía como reaccionar, así que optó por permanecer en el sofá. Escuchó con detenimiento como Laura abría la puerta. Y después escucho dos voces más.  
Tras un breve instante, Laura regresó al salón junto a su hermana y su sobrina.  
-Hola Ulises, me han hablado mucho de ti. —La hermana de Laura se aproximó para presentarse. —Encantada, yo soy Carla, y esta pequeñaja es mi hija, Carmen. —Comentó mirando a la cría, que tímida, permanecía tras Laura.  
-Encantado.  
Carla y Laura compartían unas facciones faciales similares, sin embargo, Carla tenía menos estatura y el pelo mas oscuro. La pequeña Carmen era rubia, con unos bonitos ojos azules que alumbraban su rostro.  
-Vamos a guardar la tarta, que no quiero que se caliente. —Declaró Carla hacía Laura. 
-Claro. —Laura agarró la bolsa de manos de su hermana y fue hacía la cocina. 
Ulises y Carmen se miraron con apocamiento.  
-Carmen quédate con Ulises, yo voy un momento a ayudar a tu tía.  
-Si mami. —Asintió la pequeña.  
Ulises y Carmen seguían mirándose, la cría se fue al sofá y tomó asiento. Ulises todavía no había tratado con niños y no sabía como comunicarse con infantes.  
- ¿Cuál es tú comida favorita? —Interpeló Ulises con intención de iniciar una conversación.  

Entretanto, Laura y Carla de encontraban en la cocina.  
- ¿Es de chocolate? ¿O chocolate y nata? 
-Chocolate. —Respondió Carla con una sonrisa pícara en el rostro.  
- ¿Esa 'sonrisita' es por algo, hermanita? —Laura percibió su ademán.  
-No... —Replicó con sátira. — Se me hizo raro que me dijeras que un paciente vivía contigo. —La miró con burla. — Pero ahora todo encaja.  
- ¿Qué quieres decir? —Comentó con reprobación.  
-Venga... Ahora me dirás que no es un hombre guapo. 
-Es apuesto sí... Pero no sé a dónde quieres llegar. 
- ¿Me vas a decir qué no te atrae, ni un poco? —Preguntó Carla con voz sugerente.  
-Yo... —Laura no supo que contestar. — Es complicado. 
- ¿Por qué? 
-Es mi paciente, y no tiene a nadie más. No quiero que se agobie, ni que se preocupe.  
-Seguro que a él le gustas. Y, técnicamente, en cuanto salió del hospital dejó de ser tu paciente. 
-Que bonito suena todo cuando lo cuentas tú. —Se pitorreó de la actitud de su hermana.  
-Antes de irme averiguaré si le gustas. 
-¿Eres adivina y yo no sabia? —Declaró denotando la ironía.  
- ¡Ay hermana, que ingenua eres! Las palabras de un hombre pueden engañar, pero sus ojos no. Lo sabré en cuando vea como te mira.  
-Anda deja las tonterías, y vamos. —Afirmó Laura saliendo de la estancia. 
Ambas hermanas fueron al comedor donde se sorprendieron al ver la escena. 
-Piedra, papel o tijeras, ¡saca lo qué quieras! —Exclamaron Ulises y Carmen a la vez mientras jugaban al popular juego.  
- ¡Gano otra vez! —Afirmó Carmen con efusividad. 
-Que buena eres. —Declaró afable Ulises. 
-Me dais envidia, porque no jugamos a algo todos juntos. —Mencionó Carla mientras se aproximaba. 
-Mejor, que Carmen me gana casi todas las veces. 
- ¿A qué jugamos mami? 
- ¿Queréis qué juguemos a las cartas? —Laura expuso su idea.  
- ¡Si! ¡Cartas! —A Carmen le agradó la propuesta. 
-Pues venga vamos. —Afirmó Carla cogiendo una de las sillas de la mesa grande.  
- ¿Cómo se juega?  
Todos se posicionaron frente a la mesa pequeña, Ulises, Laura y Carmen en el sofá, Carla en una silla.  
-Nosotras jugamos a un juego que llamamos 'culo'. Es bastante sencillo. —Carla contestó a Ulises. 
-El número mas bajo es el tres, luego el orden es numérico. Después del diez, son J, Q, K, A. Él máximo es el 2. Se reparten todas las cartas, y se pueden tirar sueltas, en pareja, tríos o cuartetos. La clave esta en quitarte las cartas más bajas o aquellas que tienes sueltas. Si igualas el número de la mesa, saltas al siguiente, y así o si consigues que todos pasen, puede cerrar la mesa y empezar con la carta que quieras.  
-Bien. Más o menos lo tengo claro.  
-Tienes que jugar con precaución, quién pierde da sus dos mejores cartas a quién gana, y una entre el tercero y cuarto. —Añadió Carla. 
-Y, recuerda, si tiran el mismo número que hay en la mesa, te saltan. 
-Exacto. —Laura dedicó una sonrisa a su sobrina. — Bueno lo mejor es que aprendas jugando.  
-Perfecto.  
-Venga, pues voy a barajar. —Expuso Carla a la vez que ejecutaba la acción.  
Las repartió con celeridad y cada uno las fue recogiendo al unísono. 
-Uli ordénalas de menor a mayor, así es más fácil.  
-Bien. —Hizo caso de la recomendación. 
-Saco yo, tengo el tres de rombos. —Afirmo la más pequeña con dicha. 
- ¡Casi se nos olvida! Hay dos cartas con función especial. El dos de rombos y el siete de rombos. El dos puede cerrar la mesa, aunque haya varias cartas. Y el siete debes utilizarlo muy rápido, cuando te salten, así cierras mano y sacas tú.  
-Vale.  
-Dos treses. —Comentó Carmen dando inicio a la partida. 
-Dos cuatros. —Afirmó Laura al tirar sus cartas.  
-Dos cuatros, salto a Ulises. 
Ulises lanzó con velocidad el siete de rombos sobre las cartas de Carla.  
-Vaya... Y parecía que no sabía. —Bromeó ante la jugada de Ulises.  
-Dos treses. —Manifestó Ulises librándose de sus cartas más bajas. 

El juego fue sumando intensidad, todos luchaban por ganar partida tras partida. El ambiente era ameno y distendido. Durante el juego fluía la charla, la gran mayoría eran bromas, chistes y burlas.  
- ¡He vuelto a ganar! —Celebró Carmen con suma alegría. 
-Que buenas eres Carmen. —Alabó a la pequeña.  
-Gracias. —Respondió con simpatía. 
-Demasiado buena. —Laura pellizco el moflete a su sobrina. 
- ¡Ey! ¡Llevamos más de una hora jugando! —Exclamó Carla mirando la hora en su teléfono móvil. 
-Se ha pasado volando. —Agregó Laura.  
-Voy al baño. —Dijo Carla levantándose de la silla y saliendo del comedor. 
-Oye, ¿y cuántos años tienes? 
-Ocho. —Contesto Carmen orgullosa. — ¿Y tú?  
-Eh... —Ulises no supo que contestar, puesto que no sabia su edad con exactitud.  
-Muchos, muchos más. —Comentó Laura posando sus manos sobre el abdomen de la pequeña.  
- ¡Tía! ¡Cosquillas no!  
- ¿¡Cómo qué no!?  
Laura prosiguió mientras Carmen se movía frenéticamente, sin poder evitar las carcajadas. Ulises agradecía la interacción de Laura, puesto que no sabía que responder a la pequeña.  
Una mano asomó por la puerta y apago la luz.  
- ¡Feliz, Feliz en tu día! —Carla accedió al salón con la tarta en las manos, mientras entonaba la clásica canción. 
Carla y Carmen la cantaban a pleno pulmón, mientras Ulises intentaba tararear la letra, ya que no la recordaba.   
- ...Qué reine la paz en tu día! ¡Y qué cumplas muchos más! —Terminaron madre e hija cuando la tarta quedó frente a Laura.  
Laura apagó las velas, un tres y un cinco, con un solo soplido.  
- ¡Qué vieja te haces! —Carla se mofó de su hermana.  
-Muy graciosa. Pues te recuerdo 'hermanita' que solo nos llevamos cinco años.  
-Yo me conservó mejor.  
-Si tú lo dices... —Manifestó con guasa.  
- ¡Felicidades tía! 
-Gracias preciosa. —Se acercó a Carmen y besó su mejilla con ternura.  
Ulises las contemplaba con regocijo. Las envidiaba, pues ellas eran una verdadera familia. Algo que él no tenía, o que al menos no recordaba. Pero no le apenaba, se sentía un privilegiado por poder estar donde estaba y compartir ese momento con ellas. 
-Voy a por platos y cucharas. —Comentó Carla que dejaba el salón atrás. 
-Es de chocolate Uli, tu sabor preferido. 
-Tiene muy buena pinta.  
-De chocolate también es mi favorita. —Afirmó Carmen que miraba la tarta con deseo.  
-Ale, Laura, reparte.  
-Voy a cortar la mitad en cuatro trozos y si alguien quiere repetir queda la otra mitad. —Mientras lo enunciada lo realizaba.  
-Listo, a comer. — Afirmo Carla pasando un plato a Ulises y otro a Carmen.  
-Mmm... Que tierna y dulce, esta buenísima.  
Carmen emanó una risita al ver las expresiones de júbilo de Ulises mientras se comía la tarta.  
Carla fue a la puerta del comedor donde al llegar había dejado colgado su bolso.  
- ¡Tenemos regalitos! —Comentó sacando una caja del interior de su bolso. 
Carla entregó la caja a Laura. Lo primero que extrajo del interior fue una funda de plástico. Dentro de ella había un dibujo, la representación se componía de una sirena posada en una roca, bordeada por el mar.  
- ¡Madre mía! ¡Qué bonito!  
-La parte brillante de la cola es purpurina. 
-Está súper chulo Carmen, me encanta, lo voy a poner en la nevera para poder verlo todos los días. 
-Gracias tía.  
Carmen se aproximó y abrazó a Laura, que la correspondió con dulzura.  
-El otro es el mío.  
-Tienes muy difícil superar a Carmen. 
-Lo sé. —Miró con orgullo a su hija.  
-Pero oye, tampoco esta nada mal. —Mencionó tras desenvolver el regalo. 
Era un marco digital con diez gigas de memoria interna. 
-Enciéndelo. —Afirmó Carla con ilusión. 
-A ver. —Laura encendió el dispositivo. — Vaya, has puesto fotos nuestras. ¡Me encanta! 
-Usé un escáner para hacer copias de las fotos de cuando éramos pequeñas. Y de papá y mamá.  
-Gracias, es estupendo. —Laura se levantó y abrazó a su hermana. 
-Qué chulo esta. —Comentó mientras divisaba diferentes imágenes en la pantalla. 
-Mira Ulises, estos eran nuestros padres. —Mencionó Carla acercándole el aparato. 
-Vaya, parecen muy felices en esta foto. Tenéis muchos rasgos en común, se nota que son vuestros padres.  
-Creo que Laura se parecía más a mamá, y yo más a mi padre. 
-Pues sí. —Aseveró Ulises devolviéndole el artilugio a Laura.  
- ¿Quieres más tarta peque? —Interpeló Carla hacia su hija. 
Carmen asintió.  
- ¿Uli te sirvo más? 
Ulises asintió al igual que la cría. 
-Come rápido, que no tardaremos en irnos. —Expuso Carla para Carmen. 
- ¿Tan pronto? —Enunció Laura con discrepancia. 
-Si, mañana tiene su último examen en el colegio y quiero que repase antes de irse a dormir.  
-Seguro que aprueba, es las mas lista de la familia. —Manifestó mientras acariciaba la melena dorada de la pequeña. 
La cría le dedicó a su tía una sonrisa de oreja a oreja, teniendo algo de chocolate de la tarta entre los labios. 
Laura seguía mirando las fotos aparecer en la pantalla. Terminó por apoyarlo en la mesa pequeña para que todos pudieran ver las imágenes. 
- ¡Esas son de Disneylandia! —Exclamó la cría al ver una fotografía de ella, su madre y su tía en el aclamado parque de atracciones.  
-Cuantos buenos recuerdos. — Comentó Laura en soliloquio, con una amplia sonrisa en el rostro. 
Compartían un mutismo reconfortante, todos miraban atentos mientras las fotografías se sucedían.  
-Bueno, se hace tarde. Nosotras nos tenemos que ir ya. —Declaró tras comprobar la hora en su teléfono móvil. 
- ¡Jo, mamá! Un rato más.  
- ¡No! ¡Qué si te acuestas tarde no hay quien te levante por la mañana! 
- ¡Jo! —Exclamó enfurruñada.  
-Otro día repetimos. —Comentó Ulises procurando ayudar. 
- ¿Me lo prometes? —La pequeña estiró su brazo y el dedo meñique de la mano derecha. 
-Lo prometo. —Ulises estiró su dedo meñique y lo unió al de la pequeña. 
-Ha sido un placer Ulises, espero volver a verte pronto. —Manifestó Carla levantándose de su silla y dándole dos besos de cortesía. 
-Igualmente, Carla.  
Carmen hizo un gesto a Ulises para que se agachase. 
-Adiós Ulises. —La pequeña le dio un beso en la mejilla derecha.  
-Adiós preciosidad. —Acompaño sus palabras con una espléndida sonrisa. 
Laura salió del comedor junto Carla y Carmen, fueron por el pasillo hasta el recibidor. Laura se agachó, para abrazar y besar a su sobrina.  
-Nos vemos esta semana cariño.  
-Vale tía.  
Carla se aproximó hacia Laura quedando cerca de su oído. 
-Por como te mira, o le gustas con locura, o le quedan secuelas médicas graves. —Susurró con la intención de que Carmen no le escuchase.  
-Anda, vete boba. —Afirmó a su hermana después de darle dos besos, uno por mejilla.  
-Hasta pronto. —Comentó Carla abriendo la puerta con cuidado para que los gatos no saliesen. 
-Chao, chicas. —Laura se despidió antes de cerrar la cancela. 
Inmediatamente regresó al comedor, donde Ulises aguardaba con nerviosismo. 
-Ulises gracias por todo. Has sido un verdadero encanto todo el tiempo. —Laura agradecía su cortesía y su gran talante. 
-De nada, ha sido un placer. —Se pausó para exhalar. — Sabes... Yo también te he comprado algo. —Expuso Ulises con algo de satisfacción. 
- ¿¡A sí!? ¡¿Cuándo?! ¡¿Qué es?! —Estaba ansiosa tras oír su confesión.  
-Espera, voy al cuarto y te lo traigo.  
Laura esperó intrigada mientras Ulises iba a su habitación. No tardó en regresar frente a ella con la bolsa en las manos.  
-Esto es lo primero. —Mencionó sacando las seis rosas rojas en ramillete.  
-Oh Ulises. Muchas gracias. Eres un amor. —Afirmó con asombro antes de olerlas.  
-Y también esto. —Ulises saco dos cajas pequeñas y se las entregó a Laura.  
Laura destapó la más grande, y no pudo evitar sorprenderse al ver un collar tan bonito en el interior.  
- ¿Cómo lo has hecho? —Interpeló con fascinación. 
-No voy a desvelar mis trucos.  
-Ya... —Le sonrío con picaresca, acababa de comprender porque durante la visita matutina a Jacinto, el anciano no estaba en la planta. —¿Me lo pones? 
-Claro.  
Ulises agarró con delicadeza el collar de la mano de Laura. Ella se giró, y él se lo colocó con cuidado y fineza.  
-Es estupendo. Me esta perfecto. —Laura se giró de nuevo y besó la mejilla de Ulises. — Gracias, no tenías que haberte molestado.  
-No es una molestia, es un honor. Y me alegra que te guste. —Declaró con plena satisfacción. — Tú eres lo mejor que tengo en mi vida. Y quería demostrarte mí gratitud. 
-Que tonto... No tenías que demostrar nada... —Laura se sonrojó, y agachó la mirada con timidez.  
Finalmente, sus miradas se entrelazaron, sus ojos albergaban pura pasión. Ulises dio un paso hacía Laura. Se quedaron tan próximos que parecía que casi podían tocarse. Laura elevó su mano derecha y la poso sobre la mejilla de Ulises. Ulises pudo percibir como cada bello de sus brazos se erizaba de manera instintiva.  
-Yo... Tú... —No sabía como expresarse. 
Laura no le permitió acabar la frase. Le silencio con un dulce besó. Ulises se sentía en el séptimo cielo, un reconfortante escalofrío le recorrió la espalda, de arriba a abajo, casi como una descarga. Es beso se prolongó, y Ulises estaba desbordado. 
Este era su primer beso, y le estaba pareciendo el mejor momento de su vida. Por un instante no pudo pensar en nada, salvo en los carnosos labios de Laura.  
- Ven. —Le susurró ella al oído antes de caminar hacía el dormitorio.  
Ulises la siguió embobado, sin poder pensar en nada más, que en sus ganas de volverla a besar.  
Ulises pasó raudo a la habitación, Laura fue a su mesita de noche y encendió una pequeña lámpara, que alumbraba lo necesario. Ulises entrelazó los brazos por la cadera de ella y besó con delicadeza su cuello repetidas veces.  
Laura humedeció sus labios, para acabar volteándose y besando apasionadamente a Ulises. Laura comenzó a desabrochar el cinturón que sujetaba los vaqueros de Ulises. Ulises tuvo que parar de besarla para quitarse los pantalones. Ella se retiró la camisa e hizo lo mismo con el collar, posándolo metódicamente en la mesita de noche.  
Ambos volvieron a besarse, aunque aún ni se habían desvestido completamente. Ulises no podía controlar el irrefrenable deseo de besarla, de acariciarla, de palpar su calor. La abrazó con fuerza, ella le correspondió con el mismo tesón.  
Después de tantos días, tras despertar en aquella cama de hospital, se volvía a sentir pleno y en paz consigo mismo.  
Cuando se separaron, Laura le quitó la camiseta a Ulises, para acto seguido retirarle los pantalones.  
Ulises la contemplaba en lencería, se sentía el hombre mas afortunado del mundo por poder estar así frente a ella. Laura le sonría burlona, percatándose de su expresión de fascinación. Finalizó por desvestirse del todo, desabrochándose el sujetador y desprendiéndose de sus braguitas. Ulises la observaba embobado, se podía apreciar una notable erección detrás de sus calzoncillos. Los cuales, no duraron mucho puestos.  
El corazón le latía a mil por hora, temblaba por el éxtasis que sentía. Laura y él se besaban, ahora sin ropa, con un total deseo el uno por el otro, se devoraban mutuamente.  
Laura le apartó y le miró sonriente, con cierta osadía. Él se derretía solo con contemplarla. Con energía Laura lo lanzó sobre la cama, y subió encima suyo. Ambos comenzaron a besarse más apasionadamente si cabe, y empezaron a mover sus pelvis al unísono, tras unir sus dos sexos en uno. 
 



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En el texto hay: romance, thriller mafia, memoriaperdida

Editado: 23.10.2022

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