Memorias del Olvido

Capítulo II - Casa Piacere, Maura y un León Dorado.

CASA PIACIERE, MAURA Y UN LEÓN DORADO.

 

Un tenue rayo de luz bañaba la habitación al igual que las dudas mi pensamiento, me sentía más descansado, el sueño había hecho su efecto reparador, miré a mi alrededor y estaba solo en la habitación, no había rastro de Ángela ni del libro, solo la cama, una pequeña mesa al lado con un florero de cristal cortado y flores marchitas sin cambiar, una vieja silla de madera gastada cerca al balcón que daba a la calle, las cortinas se movían al compás de la brisa vespertina, todo se fundía en un marco silencioso que fue interrumpido por el débil maullido de un gato, intente percibir de donde venía, no lo logré, pero al instante, un segundo maullido más fuerte que el anterior rasgó por completo el velo del silencio imperante, el maullido venia del balcón, me acerqué con sutileza, en efecto el animal más hermoso que ustedes pudieran imaginar se encontraba allí, altivo de un pelaje rojizo anaranjado movía su cola con elegancia, estiraba sus patas delanteras como si también acabara de levantarse y con sus ojos verdes miraba al cielo, el efecto de la luz sobre los ojos de aquel animal era algo majestuoso, parecían dos piedras de jade expuestas al sol, era imposible no suspirar ante tan gracioso animal, me acerqué un poco más y con gentileza lo tomé entre mis brazos, pareció gustarle mi calor porque se ocultó entre ellos y empezó a ronronear, me senté en la silla de madera gastada con aquel fiero animal, pero él se bajó de un brinco y se tiró sobre la cama escondiéndose bajo las sabanas dejando la cola al aire, no pude evitar reírme fuerte.

La risa es algo que siempre me ha causado curiosidad, hay risas muy singulares, algunas son muy estridentes otras picaras y traviesas, teatrales y tétricas, las hay silenciosas, las hay muy ruidosas, algunas tímidas, otras descaradas, hay tantas risas como tipos de mujeres en el mundo. Me pregunto cómo será la risa de Ángela, el día anterior la había visto sonreír, pero nada más, tendría esa risa seductora y lujuriosa quizás o una picara y misteriosa, no lo sabía pero ganas de averiguarlo no me faltaban, esa mujer era un completo misterio para mí, al igual que todo el lugar pero el misterio tendría que aguardar, alguien llamaba a la puerta de la habitación, quizás sea Ángela pensé mientras giraba el pomo de la puerta, pero no era ella, quien estaba al otro lado era una mujer completamente diferente, de facciones muy dulces y piel pálida como la luna en otoño, rizos castaños claros y abundantes, unos labios finos pincelados con un toque de pálida rosa, poseedora de una silueta fresca, delgada, aniñada y estilizada, lucía una falda azul que le entallaba la cintura, una blusa blanca de cuello italiano y una cinta que intentaba recoger su frondosa melena, una belleza muy otoñal, exquisita en verdad.

—Buenos días, escuché su risa y supuse que ya habría despertado, soy Maura amiga de Ángela, ella me encargó que lo viniese a ver en cuanto despertara y le explicara que ella tuvo que salir a atender un asunto pero regresará en la noche, por lo que veo Jade ya vino a visitarlo es una gata muy traviesasonrió mirando al animal que aun yacía escondido entre las sabanas.

—Sí, lamento mi carcajada espero no haber despertado a nadie con ella, pero esta preciosura logro hacerme reír.

—Pierda cuidado, las chicas de la casa salieron muy temprano hoy tenían un paseo pero yo no soy muy de esos planes, así que me quede cuidando de Jade y pues al pendiente de usted supongo que tendrá hambre, la cocinera no está pero le preparé algo ligero, por favor baje al comedor en cuanto este presentable.

Sin más aquella chica dio media vuelta y bajo por las escaleras, tenía una voz hermosa pero mostraba frialdad al hablar, ¿Por qué me habría dicho eso de baje en cuanto este presentable? me fijé en que estaba sin camisa, había dormido con solo el pantalón puesto, busqué la camisa roja con la que había llegado, no lograba verla, busqué por todo el cuarto y como siempre sucede cuando buscas algo, estaba en mis narices, estaba colgada detrás de la puerta, dejé a Jade dormitando en la cama, no podría haber un nombre más apropiado para aquella hermosa gata, salí del cuarto con la camisa en la mano, en el pasillo logré ver varios cuartos y al fondo uno con la puerta entreabierta, atravesé el pasillo y abrí, era un baño sencillo, una vieja ducha, un lavado gris y un escusado, cerré la puerta, me despoje de mis ropas dejándolas sobre el lavado, entré a la ducha, dejé correr el agua, fría como beso de viuda cayo por mi cabello, aplacando aquella maraña castaña, bajó por mi torso y siguió su descenso por todo mi cuerpo hasta tocar el piso y seguir su curso, me quedé allí un rato dejando solo que el agua callera sobre mí sin pensar nada más, después de la ducha me vestí lo más rápido que pude, acomodé mi cabello lo mejor posible, aunque con seguridad en un rato estaría alborotado como de costumbre, atravesé el pasillo, volví al cuarto para ver sí Jade aún estaba en la cama, pero ya no estaba allí entonces bajé por las escaleras y allí estaba, hermosa con sus ojos verdes mirando hacia arriba, me acerqué y la tomé otra vez entre mis brazos pero esta vez no quiso quedarse allí, no le gustó que estuviera aun húmedo por la ducha, brincó y cogió carrera hacia el fondo de la casa donde un aroma a tostadas y café impregnaba el ambiente, seguí a jade, que con un salto se acomodó en un banquito alto que estaba cerca de la barra de la cocina.



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En el texto hay: misterio, sobrenatural problematico pasado, roma

Editado: 20.09.2019

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