En un mundo normal, todo debe ser normal. Aunque a veces hay algunas excepciones.
La alcaldesa Harris insistía en decir que no sabia nada con respecto a las desapariciones de las ultimas semanas. Insistía en que él toque de queda sería la solución, pero muchos no creían aquello. Muchos sabíamos que ella podía tener algo que ver, o simplemente saber quien o quienes roban a los niños.
La primera niña que se llevaron fue Ellie McClaren, tenia 6 años y era mi vecina. Cuando desapareció, todo pensaban que era cosa de algún malhechor, pero todo lo contrario descubrimos. Ya que a la fecha, 19 niños han sido robados de sus escuelas y casas sin ninguna explicación. La policía decía que no dejaría que otro niño desapareciera, pero ahí, en sus narices se los llevaban, y después de tanto tiempo, ellos siguen sin resolver el caso.
—¿Josie, puedes prestar atención de una vez? —miré al profesor. —Una más y te iras a la oficina del director.
—Lo siento, profesor.
Miré a Aliyah, quien aguantaba una risa que propusiera al profesor llamarle la atención. Rodeé los ojos y volví mi mirada al profesor, quien explicaba un complicado problema matemático.
Lo cierto era, que me gustaban las matemáticas, pero con este profesor era todo difícil. Demasiadas reglas, tiempo para todo, prácticamente teníamos que ser genios para aprobar esta clase. Como dije antes, me gustan las matemáticas, por lo tanto siempre lograba aprobar, pero con cierto sobre esfuerzo.
El timbre sonó y todos comenzaron a salir del salón prácticamente corriendo. Lo cual de cierta forma acababa causando gracia. Yo soy un poco más floja, me tomaba mi tiempo para meter las cosas de vuelta en mi mochila y salir del salón, gracias a Dios, tengo una gran amiga llamada Aliyah que me esperaba así estuviese todo él receso ordenándome.
—Este profesor me producirá alguna clase de estrés, en serio.
—No exageres, no es tan terrible.
Viró los ojos y asintió sin más. Ambas nos dirigimos al baño, porque como buenas mujeres, vivíamos en él. No iba a decir que soy como esas chicas que aman arreglarse, pero tampoco soy de esa chicas que huyen del maquillaje. Lo uso muy a menudo, pero no en exageradas cantidades porque tampoco quiero parecer puerta. Aliyah por el contrario, es algo ruda, usa bastante maquillaje en los ojos, y viste como de funeral. Mide aproximadamente 1.65, igual que yo. Su cabello es rubio con algunas mechas en color rojo. Es demasiado blanca como para ser una chica viva.
Yo por él contrario, siempre visto vaqueros y alguna sudadera de esas que encuentras en las tiendas de segunda mano. Casi siempre llevo él pelo tomado en un coleta de caballo y de vez en cuando, uso mis gafas. Realmente las odio. Mido lo mismo que Aliyah, aunque ella se ve más alta. Mi cabello es rubio, y pues se podría decir que soy blanca, pero no como Aliyah.
La forma en la que vestíamos, era poco importante en la escuela. Ya que hace unos años implementaron lo de lo uniformes, una brillante idea. Espero y mi sarcasmo se obvio. El uniforme consistía en una falda azul marino y una blusa blanca. Eso también incluye la indeseable corbata.
—¿Has escuchado las noticias hoy? —Me miró a través del espejo.
—No, ¿Qué ha pasado?
—La alcaldesa a propuesto un toque de queda, empieza a las 8 de la tarde y termina a las 7 de la mañana. Empieza a correr hoy.
Metí mi labial de vuelta en mi mochila y la miré con cierta sorpresa.
—¿Qué? ¿Ahora tendremos su esta encerrados como animales? —Aliyah se encogió de hombros.
—Es por las desapariciones, lo hace por precaución.
—Pues me gustaría romper esa regla, no pienso vivir a partir de las 8 en mi casa, sabes que trabajo a esa hora.
—La sanción es arresto domiciliario por una semana. Tendrías todo él día a un policía encima.
Ambas salimos del baño, yo notoriamente menos contenta que Aliyah. Ya no podría trabajar con Allan en su tienda. Oficialmente me quedaría totalmente pobre.
Mi familia no es que sea pobre, es solo que no suelen darme dinero par cuando quiero salir con Aliyah o cuando quiero algo con muchísima ganas. Por suerte tenia a Allan. Un vecino él cual tenia una tienda de videojuegos en él centro de Riverside. La paga era suficiente para hacer todo lo que quisiera en una semana.
Ya en la última hora de clases, Aliyah y yo nos tuvimos que separar. A ella le tocaba artes y a mi deportes. Y llevaba puestos mi shorts y mi camiseta de deportes. Estaba realmente muy poco dispuesta a correr al rededor de la cancha, pero valía una nota y si reprobaba eso, estaba perdida.
El profesor no hizo formarnos uno detrás de otro, al toqué del silbato tendríamos que salir corriendo. 30 minutos de trote y luego flexiones de brazos. Parecía poco, pero era bastante, creanme.
Justo en él momento en que él profesor tocó él silbato, un fuerte estruendo proveniente del ala de los infantes conmocionó a todos. Inmediatamente medio colegio corrió al ala de los infantes, donde ahora salia muchísimo humo y las profesoras guiaban a los niños a la cancha para que ninguno saliese lastimado.
Miré con atención la escena. Los profesores corrieron y comenzaron a contar a todos los niños, pero como era de esperase, uno de ellos faltaba. Al parecer un niño de 7 años llamado Allen. Un chico al escucha su nombre corrió al interior del aula, sin importarle lo sofocante que podía estar él interior.
—¡Oliver!
Todos lo profesores gritaban su nombre en coro, pero él hizo caso omiso a sus llamados y siguió su camino. Por su preocupación, podía notar que era hermano de este niño, Allen.
Minutos después de haber entrado, salio llorando, agotado y ahogado. Su rostro y ropas estaban totalmente sucias, parecía que se hubiese arrastrado por él suelo. Su expresión era dura, como si culpase a todos los presentes de la desaparición del niño.
Pude sentir brevemente su dolor, tengo una hermano pequeña llamada Kali, me pondría exactamente igual a él si fuese ella quien desapareciera justo en él lugar donde se suponía que estaría segura