En serio, ¿por qué caigo en lo mismo?
Merly estaba parada en la puerta de su habitación, esperando a su cómplice o víctima, que era yo. No es por exagerar, pero ella se ganaba todas las miradas de cada persona que la veía. Sin lugar a duda, es bastante guapa, si hablamos de lo físico.
Pero, para personas como yo, quien estuvo soportando el lado más jodido de Merly, lo exterior no cuenta si tienes el deseo de correr por el resto de tu vida cada vez que sonríe. En cierto modo, estar con ella confirma que lo interior es más importante que lo exterior.
—¿Cómo es posible que camines tan tranquilo a pesar de estar tarde? —El cuarto de Merly está ubicado en el medio de uno de los pasadizos del segundo piso, por lo cual, en su posición observó mi llegada.
—No exageres. —Sentí las miradas de terceros, entendía el porqué de ellas.
¿Quién en su sano juicio haría esperar a una belleza como lo es Merly?
—Cinco para las cuatro. —Levantó el dedo para mostrar el reloj ubicado en la puerta.
¿Por qué nunca lo vi?
—Ah, por una vez que...
—Ya van más de veinte veces. —Por su afirmación, recordé que ya pasaron más de cuatro semanas desde que me estafó.
—Bueno, no tengo excusas. —El cuento que uso normalmente no funcionará de nuevo, para mi mala suerte.
—Oh. —Alargó el sonido—. Ni te atrevas a echarle la culpa a William.
—No lo haré, aprendí la lección de esa vez. —Recordé como casi una guerra civil se arma en el hospital a causa mía.
—Más te vale, jovencito. —Parecía una... —. ¡Ah! —De repente, gritó—. Soné como una anciana. —Se dio cuenta.
Colocó sus manos en la cara, como si buscara que no se cayera. Reí por varios segundos, hasta sentir más miradas golpeando mi cuerpo. Tragué saliva y por miedo a ser reconocido, no di media vuelta para ver cuantas personas son.
—¿Podemos pasar? —No dejé que respondiera , ya que la empujé hasta estar dentro del cuarto—. Fiu. —Digo cómicamente—. Por un momento pensé que esas miradas me matarían.
—¿Cuáles miradas? —Merly caminaba hacia su cama.
—No, nada. —le resté importancia, de igual forma, nunca se daría cuenta—. Estoy delirando.
—¿Por qué? —Preguntó de nuevo—.No me digas que William te persiguió, porque sé que no es...
—No, ya te dije que aprendí la lección.
—Debes aceptar que pasaste la raya aquella vez. —Frunció el ceño. Creo que la vergüenza de dar un grito de guerra, en plena sala de espera, le perseguirá hasta el fin de sus días.
—Ya dije que lo sentía. —Y yo no podré olvidar como Merly se volteó enojada a verme, cuando descubrió el engaño. Después, terminé estampado en la pared por un fuerte golpe en mi estómago de su parte.
—¡Jamás lo vuelvas a hacer! —Las mejillas de Merly se tornaron rojas a más no poder, no la culpo, es duro recordar como casi llora por la vergüenza y los miles de perdones que dio al personal médico.
—Ya sé, ya sé. —Me senté al lado de la camilla—. No usar el nombre de William en vano.
—Hasta el final de los tiempos o cuando sea muy necesario.
—Amén. —Junto mis mano como si estuviera rezando.
Esto provocó que Merly riera tontamente, ya que el chiste es tonto. De igual forma, hizo sentirme satisfecho, no podía negar que verla reír es todo un espectáculo.
—Pasando a otro tema. —Se detuvo de la nada, para tomar una pose tranquila y diplomática—. ¿Hablaste con tu padre?
Aquí vamos de nuevo.
—Ya hablamos de esto. —Una mano se posicionó en mi frente, demostrando que no quería hablar de eso... De nuevo.
—De acuerdo, está bien. —Al parecer, entendió que...—. Pero si quieres un consejo yo...
—Me voy. —Levanté mi trasero del asiento y tomé rumbo hacia la puerta.
—¡Eliot! —Infló las mejillas, a lo cual, rodé los ojos—. Está bien, no hablaré de ellos por esta vez.
La soledad sí que es dura con ella, lo digo porque no le cuesta rogar a un adolescente para que le haga compañía. No le veo lo malo, aunque debería relacionarse con personas de su edad.
Un momento, ¿no soy igual a ella?
—¿Eliot? —Mi cuerpo estaba temblando y fácilmente puedo decir que mi rostro se puso pálido—. ¿Te sientes bien? Pregunto, porque parece que no te sientes bien.
—No-o es na-ada. —Tartamudeo—. Solo me di cuenta que estoy en la misma situación que tú.
—¿Eh? —Torció su cabeza—. ¿A qué te refieres?
—Merly, por Dios, ¿no te das cuenta? —Lucí el rostro más aterrado que podía dar—. Lo más cercano a un amigo que tengo en este hospital eres tú y viceversa. —Agacho la mirada y suelto más palabras—. No es que quiera hacer amigos, pero resulta perturbador pensar que estoy tan solo como para considerarte casi mi amiga.
Ella parpadeó varias veces, incluso, noté como pellizcaba la parte superior de su brazo. Con verla así, concluí que estaba igual de aterrada que yo.
—Wow. —Pareciera como si le hubieran dado la peor noticia de su vida—. Nunca lo creí.
—Dios, esto es ho...
—Increíble. —Interrumpió mi oración.
—Sí, increíble. —No me di cuenta—. Espera, ¿increíble en que sentido?
—Nunca pensé que me considerarías como tu amiga. —Dijo, haciendo que levante la mirada, mostrando una expresión más aterrorizada.
Estamos a punto de llegar a la cuarta semana de este acuerdo tan unilateral, que sin darnos cuenta, mi pesadilla se volvió realidad: establecer lazos con ella.
Sigo cavando mi propia tumba, incluso, cuando estoy dispuesto a alejarme definitivamente de ella. Sé que si escapo ahora, no tendré arrepentimientos después... Tal vez.
—Dije 'casi'. —Quise exterminar sus ilusiones.
—Oh, vamos. —Amplió la sonrisa en su cara—. Casi es un mes desde que nos conocemos, ¿por qué no ser amigos?
—Porque no quiero. —Lo repito, es raro tener amistades de la edad de Merly—. Tengo diecisiete y tú... ¿Cuarenta?
Gracias a Dios que no estaba cerca a ella, pues mi cara sería parte del suelo. Sin embargo, lanzó su zapato con taco, el cual lo esquivé a tiempo y terminó incrustándose en la puerta.
Editado: 10.06.2020