Mestiza

IX

-Estoy mirando los cinco tipos que tengo frente a mí. Su apariencia poco común los hace resaltar demasiado: Altos, delgados y ojos de color… dorado. Sus ojos son lo más desconcertante.

-Di tus últimas palabras – su voz suena grave haciendo que se me ponga la piel de gallina esos ojos dorados me hacen sentir expuesta.

-Sobre mi cadáver le tocas uno solo de sus cabellos.

Daniel se coloca protectoramente delante de mí.

-Los de tus razas siempre tan insolentes-. Dice con una mueca de disgusto.-Por eso no me arrepiento de tenerlos bajos mis pies como simples hormigas.

Veo como la cara de Daniel se oscurece y su mandíbula eta tan apretada que no dudo que acabe con sus dientes, pero su reacción es totalmente inesperada para mí.

-Sujétate fuerte-. Suena más como una orden que como una petición. Su brazo toma mi cintura y pega todo su amplio y tonificado pecho contra mí.

De un momento a otro todo delante de mí se distorsiona y solo oigo gritos enojados que supongo, vienen de los hombres que nos perseguían. Cuando todo vuelve a la normalidad ya no estoy en aquel callejón donde casi respiro por última vez, cosa que de solo pensarlo me pone los pelos de punta. Estoy en donde creo que es mi cuarto, puedo ver mi cama con sabanas color violetas, la mini librería en un rincón, y mi ropa regada por todos lados, paredes blancas y mi escritorio con toda mi tarea encima, que técnicamente podría construir una montaña con ella. Sino supiera que es mi cuarto pensaría que alguien entro a robar y dejo un desastre.

 

Un sonido a mis espaldas me trae devuelta a la realidad, así que volteo para encontrarme con lo que mi amiga llamaría espécimen perfecto o Dios griego.

-¡Ah!-Daniel suelta un gemido de dolor y lleva su mano a su hombro.

-¡Daniel!- me apresuro allegar a su lado y revisar su hombro pero me encuentro… con nada ni un rasguño, pero con una sonrisa como el gato Cheshire.

- Así que te preocupas por mí. Interesante – De un movimiento rápido se voltea dejándome debajo de él y con sus antebrazos apoyados en la cama.

- Por supuesto que no. Solamente no me gusta deberle nada a nadie.

-Como tú quieras- esa maldita sonrisa burlona no se borra de su rostro.

-Quiero respuesta y no voy a permitir un no de tu parte.- Digo lo más seria e intimidatoriamente posible. Aunque en esa posición estoy en clara desventaja.

- En resumen. Te quieren muerta-.La tranquilidad con que lo dice es sumamente aterradora.

-¡No quiero un maldito resumen! ¡Quiero la historia completa!

-Ups. Creo que tenemos compañía.

La puerta se abre de sopetón haciendo que mi corazón salte en un latido .Volteo lentamente para ver quién es y resulta ser… una loca histérica.

-¡Valentina Sofía Black Claes se puede…- . Se detiene a medio discurso al ver la personita que tengo encima de mí y creo saber que se está imaginando.- ¡Lo siento por interrumpir a lo tortolos!

-¡Quítate!- empujo con todas mis fuerzas a Daniel haciendo que por fin se quite de encima, pero algo me dice que fue más por decisión propia que por mi inútil fuerza. Le hago señas a Caro para que no me deje sola con este pervertido.

- No, por favor no se detengan por mí- dice la muy traicionera. Con una cara de burla total, parece que tengo un payaso en la cara que todos de burlan de mí hoy.

-Vale – suena una voz que hace que quede estática.

-Nicolás- Corro y lo abrazo lo más fuerte que puedo.-Te extrañe tanto.

-Yo también mi Vale- en sus brazos siempre me siento segura, como si todo lo demás desapareciera en un insistente.- ¿Quién es él?

-Es Daniel… un compañero de trabajo- le echo una mirada a Daniel diciéndole que siga el juego.

- Exacto un compañero- dice con su cara de póker usual- Pero puedo ser lo que ella quiere que sea.

-C-claro un amigo- Estoy a punto de tirarlo por la ventana, literalmente.- ¿Por qué no vamos a la sala?

-Claro encantado- dice el idiota de Daniel mirándome fijamente. Estoy a punto de agarrarlo por el pelo y sacarlo de la casa a arrastra, pero tomar su cabello produce otras ideas en mí que mejor dejo a un lado.

 

Incómodo, sería una definición perfecta para esta ocasión. Daniel y Nicolás no se quitan las miradas de encima, y creo que si pudieran disparar dagas con las miradas ya estarían muertos.

-Qué tal si pedimos pizza – digo tratando de romper su contacto visual que me tiene de nervios y porque me muero de hambre, no recuerdo la última vez que comí. Le doy una mirada cómplice a Caro.

- Si p-i-z-z-a- dice deletreando o diría yo saboreando cada palabra.

-No me gusta la pizza.

-Me encanta la pizza.

Demonios, olvide por completo que a Nicolás no le gusta la pizza desde que se comió tres familiares con tocineta, las cual vomito durante un día completo.

-¿Por qué?– Dice el idiota de Daniel y una sonrisa burlona se dibuja en su rostro casi siempre inexpresivo. Si no fuera porque quiero respuestas lo hubiera echado desde el momento en que llego.

-No te incumbe.

-Que delicado.

- Ya basta – digo poniéndome de pie. Odio pelea estúpidas.- Yo cocinare.




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