Estaban irreconocibles, seguían teniendo el mismo color de cabello, el mismo nombre, el mismo titulo nobiliario, sin embargo eran inalcanzables para mí, ya no quedaba nada de los niños que alguna vez fuimos, no podía acercármeles libremente porque podía ser tomado como un atentado a su seguridad y seguramente me cortarían la cabeza, estaba segura de que ya no reiríamos de lo mismo, ya no éramos tan libres como antes, nuestras responsabilidades eran otras, nuestras diferencias estaban tan marcadas, ellos nobles y yo una mestiza que no tenía sangre azul.
Me sentí insegura de acercarme a ellos, estábamos en los últimos lugares de la fila para saludarlos y darles la bienvenida, miré al suelo lamentándome por nuestras diferencias, cuando de pronto sentí algo en el estomago, entonces nuestras miradas se cruzaron.
—Carin…exclamó Denise con los ojos bien abiertos, ella era tan sublime, delicada y hermosa, que no pudo evitar admirarla.
Carin sufría muchos desprecios por parte de la nobleza, a pesar de que sus padres eran demonios de guerra y en la jerarquía de poder ellos estaban my por encima de un demonio común, la discriminaban, pues aunque nunca se había aceptado públicamente que Carin era una mestiza, era evidente que era un ángel por su gran belleza, compartida la sangre de sus peores enemigos y por eso la odiaban.
Al ver que Denise y Hades la miraron, su corazón se alegró, tenía miedo de que la hubieran olvidado, sus ojos brillaban como dos estrellas en la madrugada y poco a poco se fue acercando a ellos, cuando llegó el turno de Vinland y Lilith, les hicieron una reverencia y les entregaron regalos de bienvenida.
—Es un placer volver a verlos príncipes, me alegra verlos sanos y fuertes.—les dijo Lilith con amabilidad.
—Por favor reciban estos obsequios como muestra de nuestro afecto y lealtad.—exclamó Vinland con respeto.
Al verlos tan cerca, Carin no pudo contenerse y se abalanzó a ellos para abrazarlos, dejándolos sorprendidos.
—Me alegra mucho volver a verlos…espere su regreso con paciencia, bienvenidos a casa.—pronunció Carin entre lagrimas de alegría.
Al verla tan cerca Hades se desarmó, era ella, la razón por la que había decidido arrancarse el corazón, su piedra de tropiezo, su único lado humano, lo sabía por que al ver su sonrisa no puedo evitar que el corazón le latiera como loco.
Más sin embargo él, no le correspondió el abrazo, se mantuvo al margen mientras que Denise la cargaba de la cintura y le daba vueltas mientras sonreía lleno de alegría.
—¡Majestad! —exclamaron los guardias que con una sola mirada de Eira guardaron sus armas.
—¿Quiere que la separemos del príncipe mi señor?—le preguntaron los guardias sin saber como actuar.
—De ninguna manera, la señorita Carin es una amiga de al familia imperial, ella y sus padres que sirven a nuestro reino desde hace muchos años, cualquiera que la moleste será castigado.—declaró Eira mirándolos a todos.
—¡Mira nada más como haz crecido! Jajaja preciosa como una rosa, no, incluso tu eres aun más hermosa, mi muñeca de porcelana.
Hades mantenía ña postura, regido he inexpresivo, claro que le molestaba aquella escena, se estaba retorciendo por dentro.
Carin no entendía la actitud de Hades, lo miró tratando de entenderlo, esperando que por un milagro no la hubiera visto o reconocido, pero la reacción efusiva de Denise la sacó de sus pensamientos por que la estrujaba contra sus brazos llenándola de elogios.
Las damas de la corte, estaban celosas de la interacción tan cercana del príncipe heredero y aquella mestiza indigna, apretaban los dientes, estrujaban sus vestidos, la maldecían y la odiaban aun más.
—Es hora de pasar al banquete, no hagan esperar a sus invitados.—les dijo Eira quien notaba las miradas recelosas hacia Carin.
—Adelante, pasemos al comedor.—dijo Denis, mientras agarraba la mano de Carin, ella estaba muy incomoda por que podía sentir el desprecio de cada invitado, especialmente d ellas mujeres, pues los hombres la deseaban en secreto.
Carin se sentó con sus padres y apenas si probo la comida, Hades no la miró en ningún momento, a diferencia de Denise que parecía no importarle el que dirán, esta tan desconcertada que no pudo evitar sentir se triste, en el transcurso de la noche Hades despareció de la celebración.
—Debió haberse sentido muy incomodo con mi presencia ¿como se me ocurrió abrazarlo? ¿En que estaba pensando? Debe creer que soy una mujer sin educación.
—¿Estás bien hija? No te vez bien.—le preguntó Lilith tocándole la frente.
—Estoy bien, iré a tomar un poco d aire fresco, este corset esta algo ajustado jeje, no me tardo, mientras baila con papá, se que quiere invitarte desde hace un rato.
—¿Estás segura? Si no te sientes como podemos irnos ahora.
—No, eso sería muy grosero, no quiero que los critiquen por mi culpa, estaré bien, no me tardo.—le dijo Carin con una sonrisa y se fue.
—Cielos, que triste me siento…es mi culpa por ser tan confiada, aunque el príncipe Denise no actuó de esa forma, me pregunto que habrá pasado con el príncipe Hades que ni siquiera me mira a los ojos.
Carin caminó tanto que los pies le dolieron por los tacones tan altos que llevaba, así que se los quitó y los llevó en sus manos.
—Por eso amo ser una loba, la ropa es estorbosa y los corsets junto a los tacones son una tortura para cualquier mujer, sin embargo al ser una loba puedo vivir libre y correr libre como el viento, amo lo que soy aunque esa sea la razón por la que todos me odian.
Carin se sintió con ganas de escapar de aquel lugar refinado que no encajaba con ella, así que vio uno de los balcones que estaban despejados y se dirigió ahí con pasos apresurados, quería transformarse y correr por el desierto de arena, pero no contaba con que el príncipe Hades estuviera ahí.
Pero no lo vio, así que ella se transformó dejando aquel elegante vestido tirado en el suelo, Hades jamás había visto un lobo tan hermoso en su vida, era una loba blanca de ojos rojos, igual a su madre, al verla correr se quedó sin palabras.