Mi amante, el príncipe de jade.

Pesadilla

El reino volvió a verme como un tirano, no había ni uno solo de mis súbditos que no me temiera, en los meses que mi esposa calló en coma maté a tantos de ellos que ahora se esconden debajo de las piedras, he decapitado a setenta hechiceros incompetentes, más de treinta brujas incapaces de despertar a mi amada yacen colgadas en las plazas, las cabezas decapadas y cercenadas de los alquimistas están clavadas por todos lados, soy consciente de mi maldad, de lo perverso que puedo llegar a ser, nunca he negado lo que soy, sé perfectamente que soy un villano, lo único bueno que tengo es a ella…y ahora que no está, mi naturaleza vuelve apoderarse de mí, el odio, el rencor, el enojo, la ira y la impaciencia vuelven a ser parte de mi esencia, no he vuelto a sonreír desde que mi reina me dejó, mi mujer era lo único que me frenaba a cometer actos reprobables ¿ahora que ella me ha abandonado volveré a ser el monstruo que antes fui?

Valeska estaba frente a la habitación donde se encontraba Lía, se sentía incapaz de entrar, pues cada vez que lo hacia, se volvía loco al verla en ese estado, parecía como muerta y al ver que nadie era capaz de ayudarla, arremetía contra todo aquel que lo miraba a los ojos y le prometía sacarla de su letargo.

El rey esta enamorado, por eso se rehusaba a seguir el consejo de algunos de sus hombres de la corte.

—¿No cree que sería bueno que su majestad encontrara alguna amante en estos tiempos difíciles? Su majestad sería bien atendido si decidiera volver a formar un aren para cubrir sus necesidades físicas, en nuestro imperio existen mujeres preciosas para usted, incluso si le apetecen otras razas podemos traérselas desde los diferentes imperios ¿que dice? Ya pasaron meses desde que la emperatriz calló en ese profundo sueño ¿acaso su majestad también se marchitará junto con ella?

—Mi reina no esta muerta ¿por que debería sustituirla?—le preguntó el rey muy molesto.

—Con todo respeto su majestad, pero la emperatriz no tiene para cuando despertar, debería buscar a otra mujer que gobierne a su lado mientras ella despierta, es por su propio bien y el del imperio.—le dijeron los hombres de la corte y se despidieron de él con una reverencia.

—Su majestad ¿realmente atenderá al consejo de esos vampiros?—le preguntó Igorif con la cabeza agachada y la mirada en el suelo.

—¿No escuchaste lo que dijeron? La emperatriz no muestra mejoría alguna, es una estupidez pensar que puede despertar de su letargo.—expresó el rey apretando los puños.

—Pero su majestad, usted ama a la emperatriz…—expresó Igorif con dolor.

—Mi amor no ha sido capaz de sacarla de la ensoñación, además tengo que ver por el bien de mi imperio, necesito buscar a una mujer que este a mi lado, llama a Leonardo y pídele que mande un comunicado Imperial donde reclute a las mujeres más bellas del imperio, crucen el océano y atraviesen el desierto, crucen las montañas y escojan de entre ellas a las más hermosas y tráiganlas a mi presencia, volveré armar mi aren.—declaró Valeska con un rostro sombrío.

Cuando Leonardo se enteró de la notica, hizo lo que su rey le había mandado y se reunió a solas con él.

—Su majestad ¿puedo hablar con usted?—le preguntó Leonardo con voz suave.

—¿Vines a reclamarme por la decisión que acabo de tomar?

—No, solo vine a decirle que todo se ha hecho tal como dijo, al cabo de unos días usted tendrá a las doncellas más bellas a su disposición.

—Se honesto Leonardo, estas molesto por que me acostaré con otras mujeres ¿crees que no respeto a tu hija? En mi defensa no hay ley que me acuse de infidelidad, puedo hacer lo que me plazca, es mi derecho poseer a las mujeres que se me de la gana.

—Lo sé…

Valeska se sorprendió por las palabras de Leonardo y volteó a verlo de manera inmediata.

—Entiendo perfectamente su situación y se que no podemos esperar a que mi hija se despierte, la vida sigue sin ella y debemos seguir nosotros también, si la emperatriz no despierta, usted deberá encontrar a otra reina, le sugiero que siga adelante con sus planes, se que lo hace por el reino pero también por usted, no puede esperar a mi hija para siempre.

Los días pasaron y entonces muchas mujeres llegaron a la capital, hubo una revisión rigurosa para encontrar a< las más capacitadas, todas las nuevas concubinas eran preciosas y una vez que se estableció el nuevo aren, el rey se acostó con cada una de ellas, su apetito era insaciable y visitaba a sus favoritas hasta dos veces al día, según se encontrara de animo, pero entonces llegó un recado por parte de la capital elfica donde se encontraba Silfi, ella le había enviado una carta diciéndole lo siguiente.

—Su majestad, mi amado rey de todo, es inevitable que no me entere de su nuevo aren, lo felicito por su poder y su nuevo centro de placer, sin embargo me siento muy triste, pues no soy yo quien disfruta de sus brazos, debo admitir que me encuentro terriblemente desolada por que usted no besa mis labios y no calienta mi cama, creí que entre nosotros había surgido algo especial desde la ultima vez que nos vimos, recuerdo nuestro beso con añoranza y atesoro todos los momentos que vivir su lado, me han dicho que usted es un excelente amante, me encantaría sentir su cuerpo junto al mío, sepa que soy su sierva y estoy a su disposición.

La carta llegó a manos del rey quién la leyó y quedó pensativo, era verdad que le gustaba, pues Silfi era muy hermosa, así que la mando traer del reino elfico y ella se presentó ante él a sus aposentos.

—Mi señor, la princesa Silfi está aquí.

—Háganla pasar y déjenos solos.—exclamó el rey quien se encontraba con una bata negra de seda y tenía su hermoso cabello negro suelto.

Silfi llevaba un vestido blanco y dejaba ver sus senos con un escote pronunciado, se veía hermosa y tentadora.

—Mi señor…¿es un sueño? Estoy tan feliz de verlo, lo había extrañado tanto.—externó Silfi sonrojada.

Valeska levantó su cabeza con los dedos y la miró fijamente.




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