Brett Mc Allwn, era uno de esos juniors, que por tener padres con mucho dinero, pensaba que podía hacer todo lo que quisiera, sin pensar en las consecuencias; además las mujeres lo habían echado a perder, pues se le ofrecían de todas las edades, el solo tenía que ver en su dirección para que estas terminaran en su cama.
Guapo, de veinticinco años de edad, alto, pues medía 1.90 metros, de ojos grises, fríos como el acero, de mirada profunda y sensual, un cabello rubio medio del tono dorado de la miel, suave y sedoso que a las mujeres gustaba acariciar, y con un buen cuerpo, bien trabajado sin pasarse todo el día en el gimnasio, era atractivo y muy varonil, Y él era consciente de ello y lo aprovechaba en su beneficio, pues le conseguía hasta la chica más difícil, o eso creía él. Pues se creía un dios entre los mortales, además siendo hijo único, sus padres no le negaban nada, lo que Brett quería, Brett lo obtenía.
La ciudad de Sacramento no era grande, pero tampoco muy pequeña, y la familia Mc Allwn era muy conocida, pues el tío de Brett era el senador por el estado de California George Mc Allwn y su padre ahora era congresista por el mismo estado.
Sonia, la hija tardía de un matrimonio ya mayor, era una muchacha, de una belleza exquisita, con una piel blanca, de blancura cremosa típica de las europeas, a pesar de su ascendencia latina, su cabello largo, hasta la parte baja de la cadera y de un color negro con reflejos azulados, que contrastaba contra su blanca piel, y con una estatura de 1.70 no podía considerarse baja, delgada y con las curvas adecuadas donde debía tenerlas; era hermosa, pero lo que más llamaba la atención eran su bellos y rasgados ojos color violeta, y una dulce voz; era normal que llamara la atención de hombres y mujeres, en resumen era una chica atractiva a sus diecinueve años y llamaba la atención de todos a pesar de vestir con sencillez.
Sonia era tímida, pues cualquier piropo que recibiera la avergonzaba y la sonrojaba y sin apenas dar las gracias se retiraba lo más rápidamente que podía; estudiaba por las mañanas medicina, con una beca que había obtenido con muchos esfuerzos y con no menos sacrificios, además trabajaba por las tardes en una de esas tiendas de conveniencia que estaban abiertas las veinticuatro horas.
El dueño de la tienda se encariño con la chica, pues era muy trabajadora y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás, y para que pudiera estudiar no la quitaba del turno vespertino, pero aun así, ella salía muy tarde por la noche, por lo que a las once de la noche, ella tenía que tomar uno de los últimos autobuses para poder regresar a su casa.
Algunas veces otro de los trabajadores de la tienda la acompañaba a la parada del autobús para no dejarla sola, pero cuando el trabajo no lo permitía, ella tenía que recorrer el camino sola hasta la parada del autobús.
Como era una chica dulce y cariñosa, con todas las personas tenía muchos conocidos de todas clases sociales y se daba a querer por todos lo que la conocían, además era muy sabido por todos el sacrificio que hacía para poder estudiar y terminar su carrera, por lo que algunos de los clientes le habían obsequiado libros para que pudiera estudiar.
Una noche Brett entro de casualidad en la tienda y vio a Sonia, y como le gusto comenzó a hablarle, no sabía porque una chica tan simple le había atraído.
-Hola, cómo te llamas?
-Buenas noches, mi nombre es Sonia, en que puedo servirle? – le respondió ella seriamente, sin perder su eterna sonrisa, tratándolo como a todos los demás clientes.
-Sabes que eres muy hermosa?
-No creo serlo, señor.
-Llámame Brett, los dos somos jóvenes. Le dice sonriente, desplegando todo su encanto seductor.
-No Señor, no puedo. – le respondió Sonia
-Pero porque no puedes? Que te lo impido? – le pregunta Brett asombrado, pues la chica claramente lo estaba pasando de largo sin ser grosera.
-Pues es muy simple señor, a usted, yo no lo conozco, así que no puedo llamarlo por su nombre. – le responde Sonia terminando de acomodar un estante en el que había estado trabajando, cuando Brett se le acerco.
-Si bueno, pero ya te dije que me llamo Brett. – incisito el sonriendo.
-Sí señor, lo escuche la primera vez, pero las personas no se conocen solo por decirse los nombres que llevan, y yo a usted no le conozco. Le dijo la chica a quien el joven que tenía en frente le parecía muy guapo, ella no sabía porque sentía de repente un nudo en el estómago, nunca le había pasado.
-Bueno, te invito a cenar, para que me conozcas mejor.
-No, señor, muchas gracias, pero no puedo aceptar. – se negó ella, yendo tras la caja y cobrar lo que Brett estaba comprando.
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Editado: 20.11.2020