Mi bella niñera

Matrimonio

POV ALEXANDER.


 

Me desconcertó mucho la actitud de la señorita Valeria ¿No se supone que ambos queríamos que se fuera?

Nunca me he llevado bien con mi madre, nunca le ha parecido suficiente lo que he logrado, quiere modificar el modo en el que hago las cosas y quiere tomar las decisiones por mí.

Pero ya le había dicho que se fuera y después me disculpé. No puedo decirle que ahora siempre sí quiero que se vaya, necesitaré algún tipo de milagro para que ella decida irse. Mi paciencia se está terminando y tantas quejas de ella sobre lo desordenada que está mi vida harán que me explote la cabeza.

—Señor. — Andrés entró a mi oficina un poco acelerado.

—¿Qué pasa, Andrés?

— Malas noticias señor, al parecer ha sucedido algo urgente y su madre está empacando, regresará a su casa en este momento. — No podía estar más agradecido con la vida.

— ¿En serio? — Estaba sonriendo muy ampliamente, mi felicidad no se podía ocultar.

Andrés guardó silencio unos segundos y después hizo su boca pequeña para tratar de ocultar su sonrisa.

—No, fue una pequeña broma señor. — Andrés comenzó a reírse.

—¡Andrés! — Grité molesto. — No estoy de humor para bromas, hoy ha sido un día fatal. — Suspiré. — Paula no llegó a la productora a cerrar el contrato y no contesta las llamadas, me temo que algo le sucedió.

—¿¡De verdad!? — Andrés sonrió sorprendido.

Me quedé callado unos segundos y después sonreí de lado.

—No… — Comencé a reír. — Es una broma de venganza. — Exploté en risas, no podía respirar, la cara de Andrés era como de alguien que se había desilusionado por completo.

—Señor, mi broma fue graciosa. Pero la de usted fue una crueldad. — Arrastrando los pies se dirigía a la puerta, cuando la abrió mi madre entró.

—Alexander, necesito hablar contigo. —Más quejas, mis risas se desvanecieron.

—¡Oh, mamá! Lo siento, pero se me está haciendo tarde, tengo una cita. — Miraba mi reloj apresurandome a ponerme mi saco.

—¿Con quién? — Me retó.

—Ya sabes… — Me reí nervioso. — Díselo, Andrés.

—Con Michael Jackson. — Andrés contestó muy firmemente.

—Exacto, madre.— Lo pensé un segundo — Y me tardaré mucho porque ¡Él está muerto! — Le grité enojado a Andrés, se supone que debía ayudarme.

— Entonces… — Lo pensó un segundo. — Cancelaré la cita. — Andrés avergonzado salió de la oficina.

—Alexander, quiero despedir a tu niñera. — Fue al grano.

—Mamá, estoy harto. ¿Por qué tanto interés tan repentino en mi vida? — Pregunté directamente. — ¿Se murió tu perro y ya no tienes nada que hacer?

— Escucha. — Se estaba molestando por mí repentino sarcasmo. — Tu niñera tiene mucha influencia sobre las niñas y no es de la buena.

—Madre, creo que estas exagerando. Eso es absolutamente falso. — Adela entró a la oficina, tenía puesta una minifalda con una blusa de tirantes, el cabello suelto, tacones y maquillada como la señorita Valeria.

—¡Mira, papá! ¿Quién soy? — Me sonreía daba una vuelta para mostrarme todo su atuendo, no sé de dónde sacó unas medias de su tamaño.

—Adela… — La situación me incomodaba. — Ve a quitarte eso. — Ordené.

—No puedo, Michelle y yo jugamos a disfrazarnos y actuar como la persona. — Hablaba y tenía el mismo movimiento corporal de la señorita Valeria. — Por eso vine a molestarte a tu oficina. — Se reía como la señorita Valeria. Esto me estaba dando miedo.

—Sí, amor. Es muy gracioso pero ve a cambiarte ya. — La empujé hacia la puerta.

—Esta bien, solo dime si lo digo como ella. — Se aclaró la garganta. —¿Estás casado? — Comenzó a reírse como la señorita Valeria y salió corriendo.

Cuando nos quedamos solos hubo un gran silencio, yo comencé a jugar con un hilo suelto de mi saco, había quedado como un tonto.

—Alexander — Advertía mi madre. — Quiero que quede bien claro lo que digo y esa niñera deberá de estar en la calle hoy mismo.

—¡Pero…! — Me estaba molestando.

—Sé que entre ustedes hay algo. — Me interrumpió. — Puedo notarlo y quiero que sepas que no lo permitiré.

—¡Por dios! ¡No hay absolutamente nada entre...! — Analicé lo que ella acababa de decirme. — ¿Que tratas de decir con que no lo permitirás?

—Exactamente eso. Eres un Maldonado, hijo y esa mujer no es de nuestra clase. — Explicó pero no podía comprenderlo.

—¡Eso es un disparate!

—¡Toc, toc! — La señorita Valeria entró corriendo a mi oficina. — Mire, señor Alexander. ¿Recuerda la mancha café que le estaba saliendo en el hombro a mi madre? ¡El veterinario por fin pudo quitársela! ¿Quiere ver las fotos? — Tenía el teléfono en su mano. —¿Usted quiere verlas? — Le ofreció a mi madre. 
La señorita Valeria era única, mi madre la ha maltratado todo el tiempo que lleva aquí y todavía le tiene consideraciones.

— Alexander. — Mi madre ignoró por completo a la señorita Valeria. — Si persistes en esto, no tendré otra salida más que desheredarte.

—¡Pues no necesito tu dinero, madre! — No caería en sus chantajes, ya estaba harto.— ¡Ni tampoco tu aprobación! Y yo haré lo que se me venga en gana.

—¡Oiga! — La señorita Valeria me golpeó el hombro. — ¡No le hable a su madre así! — La miré de frente y tuve una gran idea.

— Señorita Valeria, ¿Se casaría conmigo? — La señorita Valeria soltó el teléfono y este cayó al suelo. Se llevó una mano al pecho y trataba de controlar la respiración.

—¡¿QUÉ?! — Mi madre no podía creerlo. — ¿¡Te has vuelto lo…!?

—¡Señora, su hijo ya tiene edad para decidir! ¡Déjelo en paz! — La señorita Valeria la interrumpió.

—¡Alexander, deja de estar dando espectáculos! — Mi madre estaba verdaderamente furiosa conmigo, justo lo que quería.

—¡Oh! ¿Creíste que eso era un espectáculo? — Me reía con ironía — ¡No! ¡Esto sí que es un espectáculo! — Tomé a la señorita Valeria entre mis brazos, estrechándola e inclinándola hacia atrás, dándole un beso mientras la sostenía fuerte para que no se cayera.




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