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Dylan:
Y ahí estaba yo. Bajo las ramas del más viejo árbol de la cuidad y sentado en medio del parque con un libro entre las manos. Soy el tipo de persona que disfruta leer al aire libre. Sentir la brisa sobre mi rostro mientras me pierdo en los libros línea a línea. Simplemente es algo que disfruto cada tarde. No suelo interactuar mucho con las personas, es por eso que hallé cierta predilección por los libros. Si bien soy una persona algo cerrada, he logrado hacer algunos amigos, e incluso tuve una novia. Claro, solo duró un mes, pero de igual modo vale.
Estamos a principios del otoño y el cielo ya muestra su usual tono gris. Los caminos lucen húmedos y visten un tono ámbar por el caer de las hojas. Adoro este tipo de escenario. El clima frío, a mi parecer, es el más idóneo para pasear o realizar cualquier actividad al aire libre. A diferencia de lo que sucede en un clima caluroso. Pues, no puedes salir de casa sin sentir que te derrites a cada paso que das, incluyendo el hecho de querer bañarse con agua fría cada 5 minutos. Sencillamente me siento a gusto con un clima frío. Además, este siempre logra generarme un sentimiento de paz y mucha tranquilidad.
Puedo notar que no hay muchas personas alrededor. Supongo que mucho prefieren buscar un lugar cálido para refugiarse, que estar estáticos a la intemperie. Las pocas personas que se vislumbran, solo están de paso. Según veo, soy el único en todo el parque que busca en este lugar, y con esta condición climatológica, un espacio abierto para leer.
Frecuento tanto este parque que incluso podría decirse que tengo una banca reservada para mí. Pues, siempre busco sentarme siempre bajo las hojas del mismo árbol, cuya mejor cualidad, es el pequeño micro clima que se genera bajo sus ramas. Ya que, ni es muy caliente, ni es muy frío y eso en verdad me encanta.
Desde pequeño tengo la costumbre de leer. A razón de ello, he leído libros de distinta índole. Esta vez, inicié una novela que llamó mucho mi atención. Esta narra la vida de un chico que hacía mil cosas para conquistar, a quien considera el amor de su vida. Las situaciones que se dictaban en esta historia eran simplemente jocosas y realmente había logrado sumergirme en este mundo de caos emocional.
Posiblemente han pasado un par de horas y, felizmente, he logrado avanzar un par de capítulos más. Pero, me perdí tanto en este imaginario mundo, que no me percaté que ahora tenía compañía. Una chica yacía sentada a mi lado, a muy pocos centímetros. De los muchos asientos disponibles en el parque, ¿Por qué eligió sentarse justo al lado mío?
Mis ojos se abren de par en par y trato de desviar la mirada hacia los lados. Mi nerviosismo hizo gala de presencia. Mi ritmo cardíaco se incrementa, empiezo a sudar frío y mis manos... ¡oh... rayos no!, mis manos empezaron a temblar.
Puede que suene exagerado, pero, siempre me pongo nervioso cuando hay gente nueva con la que existe la posibilidad de tener que interactuar. Esto empeora más, cuando se trata de chicas. Por lo general soy... cohibido, y siempre tardo demasiado para poder entablar una conversación con alguien desconocido. Y ahora aparece una linda chica que decide sentarse justo a mi lado.
Al observarla de reojo pude observar que ella tiene el cabello castaño, y el largo de este solo llega a acariciar suavemente sus hombros; lleva lentes semi al aire y sus ojos son de un dulce color ámbar. Noté también que en el vestido blanco que llevaba puesto, había algo de pelo de algún animal. Posiblemente sea de un gato o quizás de un perro.
Ella sostiene una Tablet, donde pude notar que tiene una selección de libros virtuales. Entre ellos figuran algunas obras clásicas, novelas, manifiestos, y algunos aparentemente eran de carácter filosófico. Pero lo que llamó más mi atención, fue que eligió leer: Inferno de Dan Brown, una novela, la cual no hacer mucho, yo había terminado de leer.
Debo admitirlo, eso realmente no lo esperaba. La sola idea de que conocer a alguien más que disfrutase del mismo tipo de lectura como yo, me fascinaba. Al instante siento un cosquilleo, o tal vez una comezón, y sentí deseos de querer decirle algo, presentarme. Decir algo como: "hola, mi nombre es Dylan, he notado que también te agrada la lectura, ¿qué tipo de libros lees?, ¿cuáles son tus favoritos? ¿vienes frecuentemente? ¿cuál es tu nombre? ...". Y así imaginé una gran charla entre ambos, hablando sin descanso sobre nuestros gustos literarios, libros, hobbies, estudios y demás.
El divagar de mi mente hizo que pierda la noción de la realidad. Mi mente dejó el firmamento de las ideas para enfocarse nuevamente en la realidad. Pero ahora, ella... aquella chica... ella estaba... ¡ella estaba en frente de mí! Ahora, por alguna razón, aquella chica estaba delante de mí. Luego de chasquear los dedos, sonrió y casi susurrando dijo:
—Disculpa, tu libro se ha caído y bueno... se ha partido en dos.
En efecto, mi mente estuvo tan perdida, que no me percaté que había soltado el libro y este se había partido por la mitad del lomo. En ese momento, su voz y el vibrar de sus palabras recorrieron cada rincón de mi sistema nervioso y mi cerebro empezó a funcionar mal, muy mal. Para mejorar aún más las cosas, mi mente se había vuelto una maraña de ideas y pensamientos con parámetros azarosos. Parámetros sin sentido de lo que sucedía fuera de mí. ¿Qué tan perdida pudo estar mi mente?, pues llegué a responderle un sinsentido:
—Gra.. gracias soy Dylan, por cierto eres una chica con vestido de gato bonito...
¿Qué acabo de decir? ¿vestido de gato? ¿en serio dije eso? El decir aquello hizo que mi sangre suba de golpe a mi cabeza. De todas las cosas posibles por decir, ¿se me ocurre esto? Intento actuar normal y disimular lo sucedido. Aunque obviamente, era imposible obviar algo así.