Eres deseo, dolor, enfado, desespero,
y yo vivo y muero casi a diario viéndote tenue asomarte a mis recuerdos,
los tuyos, los míos, los nuestros.
Y no has cambiado, para nada has cambiado,
sigues siendo amante de mi corazón, la misma,
distante, muy lejana a mis necesidades de ti.
Es sangriento, llora y canta mi alma en el difícil camino de tu espera.
No llevo las cuentas de los tantos infiernos que he cruzado,
hasta dónde te ha buscado mi sangre, hasta dónde te vaya a encontrar.
Si fuese graduado en penas, si supiera suplicar te suplicaría;
si supiera pedir, te pediría;
si pudiese llorar, te lloraría, vociferaría tu presencia en este lugar
que dejaste, que te necesito, que eres indispensable,
que es impostergable que vengas a mí.
Más mi soledad te encierra todas las noches callada,
queriéndote, acostumbrándome a quererte,
te quiero es simple, y ahí, en el náufrago de mi ser, te espero,
soñando, ahogándome.