Mi chica de la suerte

Ramen con sabor a pollo

El día siguiente a ese desperté de malhumor por primera vez en mi vida, no es como si todos los días amaneciera sonriente si no que todos los días me despertaba con la misma maldita emoción de siempre y las altas ganas de querer renunciar al mundo en el que vivo y partir al más allá.

Pero mis deseos nunca se han cumplido desde que nací.

Cuando era un niño no pude emocionarme como los otros, cuando llegaba la Navidad; siempre escuchaba en la escuela a los niños decir que está noche se irían a dormir temprano porque Santa iba a dejarle su regalo, y entre mis recuerdos de la niñez, recordaba haberle dicho a ese niño, que en verdad Santa claus no existe, que era una mentira del Gobierno para hacer que los adultos gastarán en juguetes y así ganar más capital para sus empresas. También recuerdo ser regañado por ello, pero no es como si en verdad me preocupara.

Dejó de divagar en mis recuerdos de la niñez; y me levanto de la cama, me dirijo al baño y tomo el cepillo de dientes, comenzando a lavar mis dientes con desgano.

—Yoongi, el desayuno está listo — escucho la voz de Doña Flor llamarme desde la cocina así que me apresuro a terminar de lavarme los dientes.

Cuando termine abrí el armario que estaba en mi habitación, siempre me aseguraba de dejar ropa aquí. Ya habían sido años desde que me quedaba con Doña Flor y ella se aseguraba de no entregar está habitación a nadie que no fuera yo, ya era una costumbre.

Saque del armario mi típico oufti que consistía en una sudadera nike color negro y un pans de la misma marca y color, era como si en mi armario tuviera cientos de sudaderas y pantalones nike para vestir, como si estuviera en una caricatura donde los personajes usaban la misma ropa todos los días. Pero realmente me daba igual e ir de compras era algo que detestaba, así que prefería mantenerme como un retrato todos los días que hasta los vecinos podrían saber la marca de mis calzoncillos, porqué nunca en la vida he usado calzoncillos diferentes a los que siempre uso.

Una vez termine de alistarme, baje con lentitud las escaleras que daban a la cocina.

Estaba profundamente irritado desde anoche, el olor del agua de drenaje parecía no querer quitarse de mi traje y estuve toda la noche intentando que ese olor se fuera, acción que hizo que está mañana estuviera de malhumor, más que cualquier otra mañana.

Malhumor que empeoró al ver al chico sentado en la mesa de la cocina, al lado de Doña Flor. Realmente quería salir corriendo ahora mismo o desearía que una bala perdida llegará hacía mí y dejar este mundo de una vez por todas. Bueno, no debo exagerar tanto.
Pero con Hoseok aquí, la palabra exagerar se quedaba corto.

— Yoongi — dijo él con alegría mientras alargaba la "i" al final.

No es que odiara a Hoseok, de hecho él es el único amigo que tengo desde que era un niño, pero desgraciadamente -o quizá era algo afortunado- la mamá de Hoseok era española y su papá era coreano, cosa que lo llevó a quedarse en Granada para siempre.

Era algo más bien afortunado, mi vida era monótona y aburrida, en cambio Hoseok iluminaba el lugar a donde fuera que iba. Y su escandalosa felicidad a veces era molesta para mi triste vida gris. Como en estos instantes, en los que deseaba con todo mi ser que un auto en la calle decidiera atropellarme. Bueno, ya voy a dejar mis comentarios suicidas para después.

—Estaba esperando que llegarás de nuevo — dijo Hoseok para después abalanzarce hacía mi y darme un abrazo que si pudiera, me rompería las costillas.

Jung Hoseok era especialmente cariñoso y yo era especialmente aburrido. Éramos como el ying y el yang, yo era gris y él era blanco, yo era la luna y él era el sol, esa es la descripción perfecta de ambos, no había nada más que agregar.

Pero a pesar de  detestar su inmensa felicidad, me alegraba que Hoseok aún quisiera ser amigo de alguien como yo, y que me esperara cada año que yo viniera a España.

—Creo que iré a comprar ramen a la tienda de la esquina — dije apartándome del abrazo de Hoseok.

—Min Yoongi, te quedarás a desayunar — había dicho Doña Flor amenazante, ella conocía perfectamente mis intenciones. Pero mi día de hoy era incluso más gris que otros días y la intensa luz que Hoseok irradiaba, me provocaba dolor de cabeza.

—Esta bien, podemos ir juntos — comento Hoseok sonriente a lo que yo negué.

—Sólo iré por ramen, regresare a desayunar contigo, así que no comas sin mí — dije a Hoseok quién se sentó de nuevo en la mesa de la cocina.

—Cómo ordene capitán— dijo como un niño pequeño a lo que yo sonreí.

Salí de la posada de Doña Flor sin ponerme los zapatos para salir, simplemente salí a la calle con mis calcetines y pantuflas que usaba en casa, de todas formas la tienda no estaba muy lejos.

Al llegar a la tienda la empleada me sonrío con cortesía, sonrisa que yo imite pero que parecía más una mueca que una sonrisa.

Me encamine en los pasillos de la tienda hasta llegar a donde se encontraba el ramen, pude ver la silueta de una mujer enfrente de mí pero la ignore por completo. Sólo me interesaba encontrar mi ramen sabor a pollo.

Camine entre el pasillo mientras leía uno a uno el título en las notas debajo del ramen para poder encontrar el que yo quería, pero al llegar al lugar donde decía que estaba el ramen de pollo, sólo estaba un lugar vacío. Maldije internamente mientras me daba vuelta para irme de una vez.

Al dirigirme a la caja decidí comprar una taza de café Express, no es como si no me gustara el café que Doña Flor hacía, pero es que en verdad, no me gustaba. Yo necesitaba cafeína y Doña Flor hacía el café más horrible del mundo, con un café que no tenía la cafeína que yo necesitaba.

Mientras esperaba que el café terminará de prepararse, pude ver a la chica que estaba comprando conmigo en los estantes de ramen. Ella se dirigió a la caja y yo la vi con detenimiento al ver el ramen con pollo en su bolsa de compras.



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Editado: 15.04.2021

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