Es aquello que creemos ver en los ojos de alguien, oír en el dulce sonido de la esperanza y sentir en el aire fresco que roza nuestro rostro cada mañana.
Sutil e inesperadamente peligroso, conectado a la realidad. El amor es todo y nada. El amor eres tú y soy yo. El amor es el mar y el aire. Y una palabra inventada por el hombre para definir el querer profundamente.
Cada capítulo en nuestras vidas representa una etapa, una experiencia, el suelo firme de un camino obstaculizado por inútiles pero sabías pruebas cada vez más complejas, con el simple objetivo de llegar al final ileso -eso nunca sucede-.
Sin embargo lo califican de tantas maneras, pero cada una se adapta a la estúpida circunstancia expuesta en nuestro mundo y en el momento menos indicado.
Pero debes quererte, amarte y adorarte para aceptar y atreverte a seguir el desafío que te cambiará, porque te va a destrozar en pedazos diminutos y el dolor insoportable permanecerá. Se esconderá pero no sé irá. Y cuando todo acabe notarás que ya nada es igual. Será hora de levantarse y comenzar de nuevo. Tal vez al final habrás querido no enamorarte.
La perfecta desigualdad es quien te permite crecer, amar y de alguna u otra manera aprender. Porque cuando estás en la cúspide, sientes poder con absolutamente todo, pero cuando fallas y caes en picada, solo hay un piso de concreto esperando para hacer añicos tus sueños.
Todo gira en torno al amor y a las dificultades de poder amar. En cada cosa que hacemos y en cada paso que damos se queda un trazo de nuestra esencia. Esa que nos identifica sin importar la raza o la orientación sexual que tengamos. Esa que dejamos en este universo libremente perturbado por religiones, política y materialismo.
Tu esencia es el toque de amor que le das a todo.
Eres un experto en mentir y engañar, es tu naturaleza. En esta habitación estamos completamente solos pero debemos compartir el oxígeno. Tal vez me desvanezca pronto y no estoy segura de que tú y el amor que un día me juraste puedan salvarme de este martirio. Creaste la fantasía más increíble de todas y la destruiste sin ningún esfuerzo. Convocaste a todos los demonios que había en mí y sólo quedó esto, mi nueva y renovada versión. La que no llegara a sentir jamás lo que es amar.
La vida me enseñó a odiar, de una manera repulsiva. Con el tiempo aprendí a observar y callar. A determinar y esperar. También aprendí que una acción por naturaleza espera una reacción.
Pero yo no espero nada.
Existen algunos que se quejan de no encontrar algo que llamar amor, pero no se percatan de estar ocupados en cualquier cosa y en nada al mismo tiempo, excluyendo sutilmente la sensación de lo otros llaman amor.
Una vez escuche a un par jóvenes discutiendo sobre su reciente pero `profunda’ relación. Y la chica explotó diciendo -¡es que tú no crees en el amor!- Eso me hizo pensar, ¿Será solo cuestión de creer?