Mi esposa y su príncipe azul

Decepción

La mañana siguiente, Ana María bajaba lista para salir a trabajar. Llegó a la cocina para tomar una taza de café, y encontró el desastre que los amigos de Leandro habían dejado la noche anterior, respiró profundo y decidió desayunar en la cafetería cerca de su oficina. Cuando giró para salir de la cocina vio en refrigerador una nota de Leandro.

Amor, mañana tengo una reunión importante y no me quedan camisas limpias. Te quiero, tu príncipe azul.

Ana María hizo un puño con la mano, arrugando toda la nota dentro de ella, quedando reducida a una bola de papel. Fue hasta la puerta de entrada y vio el desorden y suciedad que había en la sala. Salió de la casa, se montó en su auto y lo puso en marcha. Llegó a la oficina después de desayunar en la cafetería, ignoró a Victoria que intentaba saludarla, y se fue a hablar directamente con su jefe. Estuvo encerrado con él un rato y al salir buscó a su amiga para hablar con ella.

—Disculpa que no quise saludarte cuando llegué, tenía prisa.

—La que te debe una disculpa soy yo, no debí decirte esas cosas, de verdad lo siento.

—Eso no importa ahora, hable con José y le dije que hoy mismo podía irme Colombia.

—Amiga, que bueno, me alegro que Leandro aceptara que fueras para que puedas ascender.

—No, en realidad no lo hizo y no me hace falta. Necesito que después del trabajo me acompañes a buscar mis cosas para el viaje, y si puedo quedarme esta noche contigo, voy a agradecértelo en el alma, es que el vuelo que conseguimos es mañana temprano.

—Claro que sí amiga, puedes quedarte el tiempo que necesites.

Cada una regresó a su oficina y al final del día fueron a la casa que compartía con Leandro. Entraron a la casa y lo vieron disgustado frente a la TV, y el al verlas pasar se levantó enojado y se acercó a ellas.

—¿Dónde están mis camisas limpias? Te dejé una nota diciéndote claramente que tengo una reunión importante mañana.

—Lo siento, no tuve tiempo de lavarlas ni llevarlas a la tintorería, he estado muy ocupada preparando todo en la oficina para irme a Colombia.

—¡¿Cómo que te vas a Colombia?! Ya habíamos hablado y quedamos en que no irías.

—Cambie de idea, me di cuenta que mi carrera es más importante que tus caprichos. Voy ahora a la habitación a hacer mis maletas para el viaje, y voy a quedarme esta noche con Victoria a pensar un poco en lo nuestro.

—Pero bombón, cómo así, justo ahora que más te necesito te vas a ir, ¿qué voy a hacer mañana para ir a la reunión?

—Ponte a lavarlas y plancharlas tú mismo, o cómprate una nueva.

—Pero bombón, yo no hago esas cosas, y no hay nada abierto para comprar una camisa antes de la reunión.

—Ese es tu problema, la princesa no va a romperse las uñas para atenderte, busca algún lacayo que te soporte.

—¿Cuándo regresas de Colombia?

—Cuando deba hacerlo, y mientras tanto pensaré mucho sobre nosotros.

—Pero bombón…

—¡Quítate que tengo prisa! Vamos Victoria.

Las mujeres subieron a la habitación y comenzaron a hacer las maletas, y de vez en cuando Ana María soltaba algunas lágrimas. Al terminar de llenarlas, las bajaron y las pusieron en el auto, se montaron en él y lo pusieron en marcha.

—Quiero ir a hablar con Adriano.

—Ana María yo no creo que sea el momento, los niños ya deben estar durmiendo.

—Lo sé, pero necesito saber de una vez que hace esa mujer en mi casa.

—No me parece prudente, ¿no será mejor que hables con él cuando regreses y estés más tranquila?

—Quiero irme con todo lo que necesite saber, debo pensar muy bien las cosas antes de regresar.

Victoria siguió insistiendo en que no fuera, pero ella se mantuvo firme. Estacionaron el auto frente a la casa de Adriano y Ana María bajó rápidamente seguida por Victoria, se dirigieron a la puerta trasera. Al entrar a la cocina y ver lo pulcra y limpia que estaba, vino a su mente los buenos tiempos que vivió con Adriano. Subió las escaleras y vio a los niños durmiendo en sus habitaciones, y fue hasta la habitación principal. Desde afuera se escuchaba el agua correr de la regadera, abrió la puerta y quedó en shock al ver una mujer metida entre las sábanas de su cama. Abrió la puerta del baño bruscamente y entró.

—¡¿Quién es esa mujer que está en la cama?!

—¿Ana María eres tú? –dijo Adriano cerrando las llaves de la regadera.

—¡Contéstame! ¿Quién es esa descarada que está acostada en mi cama?

En la habitación, Victoria y Margarita se veían entre sí mostrando la incomodidad que sentían de estar allí. Adriano tomó una toalla, la ató a la cintura y salió de la ducha, se acercó a Ana María y le preguntó:

—¿Para qué quieres saberlo?

—Cabrón, ¿Cómo para qué quiero saberlo?

—No es necesario que me restriegues en la cara que te revuelcas con tu amante con el permiso de un juez.



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En el texto hay: infidelidad, divorcio, hijos matrimonio

Editado: 23.03.2019

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