El alma obedeció un poco atemorizada y avanzó hacia el cuerpo, se puso de rodillas y primero adelantó una mano y ésta se adentró en el cuerpo. Al parecer el alma sintió algo, quizá una conexión, pues tembló un poco y sonrió. Después de eso se inclinó y se metió todo lo que pudo hasta hacerse invisible.
El cuerpo se movió un poco y lentamente abrió sus ojos. Dios quiso llorar al ver semejante milagro, pero no lo hizo.
—Bienvenida, Eva —dijo Dios entusiasmado.
—Hola… yo… —dijo ella mirando su cuerpo.
De pronto ella clavó su mirada en los ojos de Dios y comenzó a llorar. Dios se cuenta que sus ojos eran hermosos, esos ojos sin duda eran unas pequeñas ventanas por las cuales podía ver claramente a su vieja amiga, el alma que estaba dentro.
Él supo que debía marcharse, pero antes de que se fuera completamente, Eva lo detuvo.
—¿Te irás?
—Tengo que irme, Eva. A partir de hoy esta será tu casa y yo me iré a la mía.
—Pero, ¿hay alguien más por aquí? Se ve todo muy solo.
—No, no hay nadie más —meditó unos instantes—. Creo que tendré que crear ahora a tu compañero para que no estés sola —dijo, más para sí mismo.
Ella lo miró confundida y Dios asintió.
—¿Recuerdas que te dije que tendrías un compañero?
—No, ¿cuándo me lo has dicho? Recién me creaste.
—¿No recuerdas nada de lo que hemos hablado todo este tiempo? —preguntó Dios asombrado.
—¿Nos conocíamos de antes?
Dios se quedó muy pensativo, no tenía previsto que a ella se le fuera a olvidar todo lo que hablaron mientras ella no tenía cuerpo físico. Creó de nuevo otro cuerpo y otra alma, y de ahí nació un nuevo ser humano. Un hombre al que llamó Adán.
Adán fue hecho completamente a la medida de Eva, todo su cuerpo se amoldaba al de ella, como si fueran dos piezas de rompecabezas que al juntarse se unían por siempre. Ambos sonrieron al verse y Dios comprendió que debía irse para dejarlos solos.
Eva y Adán fueron compañeros, platicaban eternamente, se reían, corrían, se tocaban, conocían la tierra que era un lugar nuevo para ellos… Y Dios era feliz viéndolos, pero Él ya casi no bajaba con ellos a la tierra, sólo los observaba.
Ahora sigue la parte en la que yo aparezco. Por cierto, disculpen mis modales, mi nombre es Leonard y soy un ángel diseñado por Dios. Mi historia es larguísima, data desde los tiempos en los que se está basando esta historia, pero permítanme seguir contándola para que sepan en qué momento Dios me creó.
Dios siempre ha sido muy solitario, siempre está rodeado de ángeles y almas pero siempre, y no nada más yo lo he notado, está muy solo. No sé si Él quiera estar así o es simplemente que no le queda de otra.
Volviendo a lo de Adán y Eva; mientras pasaba el tiempo y Dios observaba su jardín entero, vio un día que las cosas andaban mal, un poco solamente. El mismo Dios sentía cómo esa extraña esencia de la que le había hablado a su antigua compañera se estaba colando ligeramente por el Jardín del Edén. Esto era invisible pero Él, sabiéndolo todo, lo supo sin siquiera verlo. Supo que algo iba mal y que si no lo controlaba, esto podría ir peor. Así que comenzó a vigilar todo y en uno de sus planes, que sólo Él sabe, les prohibió a Adán y a Eva acercarse a un par de árboles diciéndoles que no podían comer de los frutos de estos.
Dios siempre ha dicho que Él ya sabía que iban a desobedecer, pero como quiera tuvo que intentarlo. Eso simplemente había sido una de las muchas pruebas que ha puesto Él a los humanos. Ahora que lo pienso, lo que tiene Dios es que siempre confía de más en los humanos, a pesar de que Él todo lo sabe, siempre, siempre les da una oportunidad. Pero en fin, no lo juzgo, ni siquiera podría juzgarlo pues Él es mi creador y Él sabe cómo hacer las cosas.
Entonces diciéndoles eso, Él se fue y comenzó a observarlos, sabía que dentro de muy poco algo ocurriría pues podía sentir esa presencia por todos lados y sabía que cada vez estaba más cerca.
De pronto la vio, estando Él observando al mundo entero, cada rincón, cada montaña, cada agujero… Vio cómo esa fuerza desconocida se apoderaba de un inocente animal que Él mismo había creado: la serpiente. Entonces, cuando esa extraña presencia invisible se apoderó de ella, vio cómo ésta se acercaba lentamente a los humanos.
Y ahí fue cuando la maldad nació pues la serpiente de una manera muy inteligente, supo convencer a Eva para hacer algo que le había prohibido Dios y con eso, esa fuerza se hizo más poderosa.
A partir de ahí, Dios supo que Él no era el único que podía mandar sobre los humanos, supo que por algún lugar se había colado esa presencia maligna y que debía provenir de alguien, sólo que no sabía de quién.
Fue ahí cuando yo nací.
Dios diseñó unos seres divinos: nosotros los ángeles, que estaríamos protegiendo a sus humanos por sobre todas las cosas, ya que estos eran muy fáciles de convencer por las fuerzas del mal. Así que, primero, de un soplo me creó a mí y después a otro similar a mí…
Lo primero que vi al abrir los ojos, fue una luz divina. Era una luz hermosa que no me hacía daño en los ojos y que extrañamente llenaba mi cuerpo de un gratificante calor, nací sabiendo prácticamente nada, no tenía idea de quién o qué era yo ni de dónde había venido, pero cuando miré hacia un lado y vi a un hermoso ser que llenaba todo el espacio y tiempo y que me decía con una melodiosa voz “Bienvenido, tu nombre es Leonard y estás aquí para proteger a Eva” lo supe todo.
Fue algo extraño pues de pronto, de no saber absolutamente nada, supe hasta las cosas más insignificantes de todo el universo. Vi cómo se había creado la tierra, cómo habían nacido las plantas, las flores, los musgos, vi animales nacer por primera vez de la nada, supe todo acerca del pasado del lugar dónde vivía y supe todo lo que había hecho mi creador. Mas nunca supe el futuro, como Dios lo sabe.
Editado: 15.03.2024