Ambos nos quedamos mirando un momento el dragón únicamente esperaba que yo hiciera algún movimiento, supongo que para responder y asesinarme al momento, pero no me moví, simplemente lo observaba.
El dragón caminaba lentamente hacia el otro lado de la ciudad y a medida que se alejaba su voz era más difícil de escuchar, pues yo no quise moverme, permanecí ahí, mirando cómo se alejaba y escuchando sus palabras, con las cuales me hacía pensar que aunque no se dejaría morir debía hacerlo.
Aquella bestia desapareció de mi vista y no supe que hacer, no quería matarlo. Los orcos merecen este castigo pero por alguna razón algo me obliga a terminar este asunto, y lo peor es que ni siquiera intento comprender por qué, desenvaine mi espada y la clave en el suelo frente de mí, me senté frente a ella y con mi mano derecha la toque gentilmente: “Ayúdame a comprender” Dije sinceramente esperando que como era una espada legendaria y con cierto toque de “inteligencia” me mostrara el camino. Por fortuna algo sucedió, toda mi vista se puso de color negro y cuando la luz regreso vi frente de mi aquellos tronos de aquel castillo de hielo, curiosamente estos se encontraban en un gran prado cubierto de nieve, el clima era ligeramente caluroso y la nieve no se derretía, de pronto las luces comenzaron a encenderse en cada uno de los tronos, era cada una diferente: Amarilla, Azul, Morada, Roja y la última de ellas Verde, y en cada uno de los tronos una nota se colocaba de izquierda a derecha en el mismo orden: “Orgullo, tristeza, miedo, ira y culpa” Al ver la flama y esta nota pude diferenciar lo que las hacia especiales pues si volvíamos al pasado a ver los acontecimientos era evidente que cada una de ellas hacía referencia a un sentimiento especifico de cada una de las razas que he liberado y en la que me encuentro ahora, Los enanos una raza orgullosa que se vio atrapada por este sentimiento y los hizo caer en la miseria, el miedo de unos seres pequeños que morían de hambre por no poder luchar y cuyo dios rechazaba y la culpa de una raza que extermino a otra solo por una guerra estúpida, todo cuadraba, lo único que no era la razón de estos tronos y el por qué debo regresarles la luz.
En este “sueño” todas las luces se encontraban sobre cada uno de los diferentes tronos, y cuando la última de ellas que era la azul se ilumino con una fuerza poco más clara, todas se separaron de su trono y se fueron hacia una estructura que parecía ser una fuente al frente de ellas, las luces se mezclaron y encendieron una fogata que brillaba con cada uno de los colores, la flama explotó y cubrió todo el sitio con un polvo extraño que parecía ser extendido por todo el sitio hasta donde mis ojos no alcanzaban a ver; al hacerlo vi algo que no pude creer y comprendí la razón por la que esta espada me eligió para ser su portador y no solo eso, sino la razón por la que debía erradicar todas las maldiciones.
Desperté nuevamente sentado frente a la espada con mi mano sobre ella y por delante aquel dragón mirándonos fijamente.
Asentí la cabeza y en ese momento el dragón dio bruscamente un giro con todo su cuerpo y me golpeo de lleno en todo el cuerpo, como han quizás de pensar ahora que mi cuerpo era completamente hielo se hizo mil pedazos pero a diferencia de lo que yo pensaba, no morí.
No le respondí y únicamente por mí cabeza pasó la imagen de mi cuerpo siendo reconstruido y justo como lo imaginé, todas las piezas comenzaron a unirse lentamente hasta que mi cuerpo se volvió a unir.
Antes de que se elevara mucho con mi espada di un tajo alcanzando una de sus patas pero sus escamas eran excesivamente duras, aun con una espada como esta herir a un dragón parece ser algo imposible, el dragón ya se había elevado mucho por lo que ya no podría alcanzarlo y recordé lo que sucedió hace tiempo en mi ciudad natal. Pensé en una pequeña flecha del tamaño de mi palma la cual se comenzó a formar completamente de hielo y segundos después, la lancé con toda mi fuerza hacia el dragón el cual hábilmente la esquivo y en las alturas continuaba riéndose de mis intentos por hacerle caer.