Mi Hogar

Capítulo 19: La penúltima maldición

Lo cierto es que aunque me intentaba convencer de que ellos estaban a salvo la conversación de Aka con Rojo no dejaba de molestarme… Parecía decaído, sé que desde siempre guarda un resentimiento muy grande en su interior, desde que aquel humano les dio el habla, basta y sobra para percatarse que solo el hecho de mencionarlo lo pone a gritar y aletear enérgicamente insultando todo a su alrededor.

No me había alejado mucho de la ciudad de los Orcos y el hecho de ya no poder volver a escuchar a mis dos amigos me llenaba de angustia, decidido a arriesgarme a ver si algo bueno podría suceder decidí regresar, sé que es peligroso pues los Orcos habían vuelto a ser agresivos y verme allí después de haberme “perdonado” diciéndome que me fuera… Las cosas no deben de ser buenas, no puedo morir pero eso no significa que no sienta dolor cuando me lastiman, entonces volver es una completa locura; pero debo hacerlo. Corrí hacia atrás nuevamente para entrar a aquella casa donde pude escuchar las voces de Aka y Rojo, como han de suponer todo estaba infestado de Orcos, pues era su ciudad, algo muy obvio lo sé; y ocultarme no podía ser sencillo, por mi nueva apariencia llamaba mucho la atención y no se necesitaron más de unos minutos de estar en su territorio para que varias flechas recubiertas con un veneno especial realizado por ellos mismos bañaran el suelo que me rodeaba.

  • ¡Lárgate! – Gritó una voz a lo lejos, pero claramente audible.
  • ¡Necesito ir a esa casa! – Dije yo gritando también a la vez que con la poca humedad del aire creaba un escudo de hielo por encima de mí donde muchas de las flechas rebotaban.

Algunos otros Orcos salieron corriendo de la puerta principal armados con sus espadas y alguno que otro con mazos realmente pesados que movían sin dificultad, estando cerca atacaron con una coordinación envidiable y no tuve más opción que desviar los ataques con mi espada la cual al mero contacto con las suyas las congelaba y dejaba inutilizables, uno de los Orcos alcanzo a agarrarme y me apretó tan fuerte que mi cuerpo ahora de hielo se resquebrajó un poco, esto me dolía demasiado pero en fin… “amo del hielo” Su abrazo no duro mucho pues sus extremidades se congelaban causándole un dolor claramente visible; hice un poco de fuerza y pude zafarme de su agarre y en realidad no quería herirlos, por lo que me limite únicamente a huir y evadirlos tanto como podía, frente de mí una fila de Orcos comandados por aquel que me vio primero y me “perdono” esperaba cerca de la entrada.

  • ¡Te dije que te fueras! – Decía lamentándose por alguna razón. – El instinto Orco nos obliga a matar… Aunque mi mente quiera perdonarte mi cuerpo no la obedecerá, ¡Vete! – Repitió una vez más colocándose en guardia.
  • No puedo. – Le respondí yo sin dejar de correr hacia delante y preparándome para saltar por encima de ellos.

Estando algunos metros cerca salte tan alto como pude, pero uno de ellos vio lo que planeaba y salto también, ellos son pesados y brincar, es algo que no lo hacen tan bien como un elfo… Pero aun así me logró atrapar de mi tobillo, me agarro con fuerza y ambos caímos al suelo el impulsándome todavía un poco más para golpearme contra el suelo, mi cabeza cayo y pude sentir como nuevamente el hielo que me recubría se rompía a causa del golpe, acto seguido todos los Orcos me rodearon y antes de que esto fueran malas noticias con mi espada corte mi tobillo de donde me agarro y con ayuda de la misma humedad del aire mi pie se volvió a reconstruir rápidamente ayudándome a ponerme de pie nuevamente, cree algunas “paredes” delgadas de agua pues cada vez había menos humedad en el aire y con ayuda de ellas empuje a los Orcos que me rodeaban y con ello me abrí paso hacia el interior de la ciudad.

  • ¡Fuego! – Grito otro Orco por el interior de la fortaleza y segundos después muchas flechas comenzaron a caer, todas ellas envueltas en fuego algo que por mi condición dudo que fuera bueno…

Varias de ellas se incrustaron en diferentes partes de mi cuerpo causándome un dolor exageradamente alto, pues el fuego significa si, o sí malas noticias para el hielo… Pero aun así no me detuve, tambaleándome por la falta de aliento y soportando un dolor que nunca había sentido llegue a aquella casa, abrí la puerta y cuando mi cuerpo estuvo por el interior las voces de Aka y Rojo volvieron a escucharse.

  • ¡Odio esta vida! – Gritaba Aka. - ¡Míranos!, Ya no podemos ser simples aves pues ahora comprendemos mucho más de lo que debíamos comprender, estamos perdidos en este sitio al que ni siquiera sabemos cómo llegamos y la única persona que nos “comprendía” nos abandonó a nuestra suerte…
  • ¡Sigo aquí! – Gritaba fuertemente, pero claro que no me escuchaba.
  • Seguimos siendo aves… - Decía con una voz muy entristecida Rojo. – Es solo que…
  • ¿Qué? – Le interrumpió Aka. - ¿Has visto alguna vez a un ave hablar?
  • Sí, pero… - Quiso decir Rojo.
  • ¡Yo te respondo! – Le volvió a decir Aka sin permitirle hablar. - ¡Claro que no!, y todo porque aquel estúpido humano quiso divertirse un poco.
  • Yo no creo que eso haya sido la razón… - Pudo enunciar Rojo. – Más bien pienso que…
  • ¿No? – Aka estaba cada vez más molesto.

Por un momento las voces dejaron de hacerse presentes, y yo fui transportado a aquel castillo de hielo donde los tronos aguardaban, en uno de ellos una luz roja se hacía presente a la vez que desaparecía, la penúltima maldición no había sido rota entonces me cuestionaba cómo es posible que esto sucediera, es como si esa maldición estuviera cerca… Creo. Y fue cuando recordé a lo que esta maldición hacía referencia que caí en cuenta de lo que debía suceder y algo que pueden jurar por lo más sagrado que se les ocurra, que no se si sería capaz de hacer, la maldición de luz roja hace referencia… a la ira.

Caí al suelo pensando en lo que seguía, Aka… Su ira está desbordándose y su voz se escucha rodeando el castillo, la maldición que debe ser rota es Aka y eso significa que… “¡No!” grité al cielo y lance mi espada lejos de mí, “¡No haré eso!” Repetía dirigiéndome a la espada que alguna vez me fue entregada. Por mi espalda algo siniestro se sintió y al girar vi las sombras de Aka y Rojo avanzando hacia donde me encontraba, o al menos eso parecía, hasta que por una esquina ambos giraron y al verme Aka se lanzó sobre mí y comenzó a picarme los brazos, yo únicamente me cubría pues aunque sabía lo que debía hacer, no quería herirlo.

  • ¡Todo esto es culpa tuya y de aquel estúpido mago que nos hechizo en primer lugar! – Decía completamente iracundo Aka.
  • Aka, ¡Detente! – Le pedía Rojo sin acercarse pues creo que noto que yo no lo heriría
  • ¡Espera! – Quise pedirle yo pero claro que su coraje era mucho más alto que su razón… No me escucho y ni siquiera intento hacerlo.



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En el texto hay: elfos, magia, batallas de magia

Editado: 24.09.2021

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