Apenas decirle a Rojo que la última maldición era tristeza se asustó increíblemente e intento volar desesperadamente alejado de mí, pues lo más sensato era que me refiriera a él, al momento de volar coloque una pared de hielo en su paso lo que le impidió continuar el vuelo, fui por él lo tome en mi mano y lo abrace, me estaba despidiendo de él.
Ante ello clave mi espada en mi propio cuerpo y este se comenzó a derretir, dejando solo la luz azul en el trono, cuando todas ellas se encontraron se dirigieron al caldero extraño que se encontraba al centro, encendieron una gran fogata que bailaba al son de una melodía que no podía escuchar y que a su vez cambiaba de tonalidades con todas las luces que había en los tronos. El castillo de hielo comenzó a derretirse y con cada gota que caía la flama se hacía más grande y fuerte, el mago tomo en sus manos a Rojo, recogió el cuerpo de Aka que se había quedado en mi trono y se marchó del sitio, podrían pensar que yo estaba muerto pero lo cierto es que aun podía ver todo como si estuviera presente, la espada de hielo se desvaneció siendo evaporada por esa flama tan fuerte que estaba saliendo.
La flama estaba casi del tamaño del castillo y solo restaban unas cuantas paredes para que este desapareciera por completo, este mundo desolado poco a poco comenzó a tomar color, la nieve se evaporaba lentamente y el pasto recobraba aquel verdoso tono que solía tener, el gris del cielo se coloreaba y la luz del sol iluminaba con aquel característico amarillo, y el mar que antes parecía estar congelado se comenzaba a mover y resquebrajar a causa de todo esto, el aire soplaba lentamente haciendo volar pequeñas hojas de árboles los cuales no podía encontrar por ningún sitio y segundos después de preguntarme donde se encontraban, del suelo comenzaron a brotar cientos de ellos, eran tan grandes que me asombraba el hecho de que pudieran nacer de la nada, cuando la última de las paredes se derritió la flama era una cosa impresionante, era realmente gigantesca y aunque mi cuerpo ya no tuviera forma física podía sentir calor, un calor agradable y lleno de vida que borro por completo todo rastro de sentimiento adverso; la flama comenzó a ser inestable y causar pequeñas explosiones que hacían temblar el mundo donde me encontraba, y con cada una de esas explosiones pequeños “meteoros” hechos completamente de fuego salían disparados hacia sitios aleatorios, la flama cada vez era más inestable, fuerte y lanzaba más de esos “meteoros” hasta que pareció controlarse nuevamente, pero ese control solo duro pocos segundos. La flama se hizo pequeña de la nada y apenas milésimas de segundos después creció exponencialmente devorando todo el mundo a mi alrededor y cubriéndolo por completo, a diferencia de lo que pueden pensar la flama no quemo ni una sola cosa pero se pudo ver como se extendió hasta donde mi vista no pudo verla.
Y creo que es ahora donde debo decirles lo que este hechizo orquestado por aquel viejo mago al cual le llevo más de 3000 años lograr, hacia. Se sabe perfectamente que no existe magia alguna que pueda dar vida, esto es algo que todos saben y aunque muchos han querido burlar no han podido; y no me malentiendan este hechizo no da vida, pero… La trae de regreso, la única cuestión es que para lograrse se necesita a un amo de los elementos pues su magia es la única con una naturaleza de proporciones desorbitantes, y en estos tiempos encontrar a uno de ellos es realmente raro: ¿Un elfo capaz de controlar magia?, fue la primera pregunta que nuestro amigo se hizo, la segunda fue: ¿Es un elfo?, las armas pertenecientes a los diferentes amos de los elementos no son un secreto y casi cualquiera con un mínimo de preparación puede encontrarlas, la cosa es que no cualquiera puede tomarlas, solo personas cercanas a los Amos y personas con una capacidad de entendimiento de la magia considerablemente elevada, en este caso los hechiceros humanos, que hasta ahora creíamos extintos. Este hombre nos encontró a esa espada y a mí y nos juntó, dándose cuenta de que un mago del Agua/hielo estaba presente en el mundo, ahora solo le restaba convencerlo de dar su vida para regresar a todos aquellos que se perdieron al mundo una vez más, lo que nunca espero es que esto no fuera necesario pues desde el momento en que aquel dragón aniquilo a toda su familia, esta decisión ya estaba tomada sin siquiera saberlo, fue la espada misma la que guio a este sujeto a cumplir su meta y aunque ahora he perdido la vida puedo sonreír una vez más pues en este sitio donde estoy, que no es más el mundo del castillo de hielo, puedo ver debajo de mí una tranquila y amable colonia de elfos que se preguntan por qué su ciudadela esta calcinada.