Vivir en una pequeña isla turística es una de las cosas favoritas de mi vida, pero definitivamente lo que más me gusta es robarle a esos turistas inocentes que vienen para pasarle bien. Tal vez no es lo más honesto del mundo, pero así es mi vida, me gusta tal como es y no tengo planes de cambiarla por nadie.
[…]
—Hola, Layla —La tímida voz de Antoni me saca de mi ensimismamiento, levantó la vista encontrándome con el cuerpo del susodicho adornando su rostro con una pequeña y nerviosa sonrisa.
—Hola, Antoni —Devuelvo el saludo levantándome de donde estaba sentada con una sonrisa maliciosa bailando en mis labios, que oculto a la perfección bajo un rostro amistoso.
—¿Cómo estás? —Pregunta de forma curiosa ajustándose los lentes, puedo percibir un ligero sonrojo en sus mejillas, haciendo juego con sus ojos y pelo amarronados.
Este chico exuda ternura por los poros, y es desagradable.
—Muy bien —respondo a su pregunta mirándolo a los ojos, es ligeramente más pequeño que yo a pesar de la corta diferencia edad—, aunque muero de hambre, aún no he comido nada.
—¡Te invito a comer! —Expresa de inmediato de manera eufórica y yo sonrió internamente.
—¿Estás seguro? No quiero ser una molestia —Me acercó más a él, quedando frente a frente y pongo cara de duda; si digo que sí de inmediato parecerá que estoy desesperada.
—No es molestia, me encantaría comer algo contigo —Esa simple frase hizo que el chico se colorada un más y aguanto las ganas de rodar los ojos.
—Muchas gracias, Antoni —Agradezco con mis ojos fijos en los suyos mientras pronunció su nombre con una sonrisa; tomo su mano sin quitar mi sonrisa— ¡Vamos!
Minutos después entramos a una especie de cafetería, había dejado mi chaqueta y mis guantes en mi coche; la temperatura subió unos grados y el sol salió de entre las nubes así que me puse mis gafas de sol.
A penas entre al establecimiento a mis fosas nasales llegó un olor particular, un olor familiar y que reconocería donde fuera, olor a hombre lobo. Me parece muy extraño que estén aquí cuando ellos tienen su territorio en el noreste de la isla, nunca vienen a la parte humana, frunzo el ceño sin darme cuenta.
—¿Todo bien, Layla? —Pregunta Antoni, yo lo miro y sonrió.
—Sí, tranquilo; vamos a buscar un lugar para sentarnos —digo y ambos son sentamos cerca de la puerta.
Antoni empezó a contarme una historia a la que le prestaba la más mínima atención, mis sentidos estaban dirigidos a ubicar a los licántropos. Inhalo profundamente. Están cerca y son tres. Un Beta y dos de rango medio, están a dos o tres mesas de distancia.
«Dos rango medio y un Beta, pero ¿Dónde está el Alfa?»
Es poco probable que los lobos se acerquen sin razón hasta la parte humana y menos sin su Alfa.
—¿Qué vas a ordenar? —La voz de Antoni vuelve a traerme de vuelta, sacándome de mis pensamientos. Noto la camarera que espera para tomar nuestras órdenes.
—Ordena tu por mi ¿Vale? —Sugiero con una sonrisa y Antoni asiente con la cabeza antes de hablar con la chica, quien toma nuestra orden con rapidez.
Escucho a alguien pararse y giró mi cuerpo disimuladamente hacia esa dirección, lo reconozco de inmediato, uno de los hombres lobo se levanta, el Beta, y cuando pasa a mi lado no puedo evitar detallarlo, pelirrojo con ojos azules, una interesante combinación.
Lo sigo con la mirada hasta que lo veo sentarse en un pequeño parque que está cruzando la calle. Necesito saber a qué viene y cuál es su motivo de que vengan al territorio humano, no es que me afecte… es solo curiosidad.
—Antoni, ya vuelvo, voy a hacer una llamada —aviso tomándolo de la mano brevemente, el chico se vuelve a sonrojar.
—Vale —responde casi tartamudeando y yo solo sonreí, para luego levantarme y salir del establecimiento, sin olvidar mi teléfono, obviamente.
Caminé hasta el pequeño parque, yendo directamente hacia el Beta pelirrojo, un aire de ingenuidad fingida me rodea y una linda sonrisa inocente adorna mis labios.
—Hola ¿Cómo estás? —Saludo amablemente al llegar a su lado.
—Muy bien, gracias ¿Y tu? —Pregunta cortésmente.
—Bien —digo de la misma manera cortés—; vine a darte la bienvenida a nuestra isla —explico el «motivo» mi acercamiento a él— ¿Vienes de visita con tu familia? —Interrogo sentándome a su lado.
—No, vengo por negocios —responde.
¿Negocios? Sí, claro.
—¿Y vas a durar mucho por aquí? Te puedo recomendar varios lugares grandiosos para que puedas recorrer con tus amigos cuando acabes con tus negocios —Sugiero y luego añado—, porque supongo que no vienes solo.
—Supones bien, señorita, mi mejor amigo viene el jueves, pero de todas maneras no creo tengamos el tiempo para recorrer esta bella isla —Me dio poca información, pero puedo sacarle más.
—Que lamentable, de verdad me hubiera gustado que disfrutaras de esta isla con tu amigo —Doy una pequeña pausa y vuelvo a hablar—, pero tengo una idea, puedes apuntar mi número y yo intentaré buscarte algún lugar turístico que quede cerca y que puedas visitar con poco tiempo, así no te vas sin ver nada ¿Te parece?
Él está un poco dudoso, pero al final acepta.
—Sí, me gusta la idea —Noto su falta sonrisa y yo le imito.
—Me llamo Layla Carter, por cierto —Me presento mientras intercambiamos números— ¿Y tu?
—Marcos Rojas —responde.
—Entonces seguiremos en contacto —digo cuando obtengo su número, de inmediato le mando un mensaje para asegurarme de que sea el correcto, ahora que tengo su número puedo acceder a su cuenta.
—Fue un placer, Layla —Se despidió.
—Igualmente, Marcos —Antes de que él se vaya le detengo— ¿Cómo se llama tu amigo? Así puedo hacerte una reservación a nombre de los dos cuando te consiga un lugar turístico exclusivo —explico con rapidez sintiendo la necesidad de saber la respuesta a esa pregunta.
—Ángel Dalas.
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Editado: 13.09.2022