“En la vida no hay que dar explicaciones, al final, la gente entiende lo que quiere entender y lo que le conviene.”
Yaroslav
-Sabes que no me refiero a eso.- Dijo ella alejándose de mí para mirarme seriamente- Yo no te veo de esa forma y jamás fuiste un cuñado para mí, Yaroslav. Creí que ahora que ella no estaba tú podrías…
-No.- Gruñí firmemente. Me levanté para revisar si me quedaba otro cigarro.
Ella me tomó de un hombro para girarme pero me negué a que lo haga. Cerré mis ojos con fuerza y respiré varias veces para tranquilizarme. Siempre supe de los sentimientos de Diana pero Adelaida era la persona que ocupaba mi mente. Ella pareció comprenderlo cuando estaba con su hermana pero ahora tenía camino libre, o al menos eso pensaba.
-¡Yaroslav!- Me giró de golpe y me encaró.- ¡Ellas ya se fueron! No van a volver nunca, entiéndelo de una vez…
La tomé por los brazos con fuerza e instantáneamente un aro de fuego se formó a nuestro alrededor. Acerqué mi rostro al suyo, de la forma que ella quería pero en su rostro solo se reflejaba el miedo.
-No lo repitas… No lo repitas…- El fuego se empezaba acercar a nosotros y ella lo miraba con miedo.
-Para el fuego, Yaroslav. Esto no me causa ninguna gracia.- Empezaba a temblar bajo mi tacto.
-Brujas. ¿Te da miedo?- Murmuré divertido, di un paso hacia atrás y la encerré en un circulo pequeño de fuego, si intentaba dar un paso fuera de él, se iba a calcinar instantáneamente.
-¡Basta, Yaroslav!- Lloriqueó, abrazándose a sí misma. Se fue, se la llevaron, es historia antigua. ¡¿Qué tiene ella que no tenga yo?!- Rugió en medio de su llanto.
Levanté una ceja e hice desvanecer el aro de fuego. Diana cayó al piso de rodillas y yo me paré en frente de ella. Tomé su mandíbula con fuerza y la hice mirarme.
-Esa es la puta diferencia entre ustedes.- Mis ojos relampagueaban ira y de mi boca solo podía salir veneno, estaba cansado que me hablen de ellas.- Adelaida no necesitaba reclamarme nada, ella me dejaba libre, así me encontró y no intentó cambiarme. Ella me amó, sabiendo que yo no podía. Yo cambié por ella, por nadie más. Si ahora sigues vive es porque tu hermana me devolvió el alma.- La solté y me enderecé.- Agradece que sigues respirando gracias a ella.
-Jodete, sigue llorando por algo que nunca tendrás.- Me miró furiosa y se limpió las lagrimas con su manga.- Porque lo suyo no es un cuento de hadas.- Sonrió sínicamente.- Es un cuento de terror bastante patético.
Cuando me iba acercar a ella de nuevo, desapareció con una ráfaga de viento, solo su risa podía escuchar. Bufé frustrado y caminé en dirección a la casa de nuevo. Rodé los ojos, más problemas.
Al llegar a la puerta, suspiré sonoramente. Tenía que armarme de valor y de paciencia si no quería volver a lo de hace unos minutos, ¿o fueron horas? Me encogí en hombros y abrí la puerta.
Un golpe fuerte en mi pierna me hizo fruncir el seño. Bajé la vista a mis pies, donde había un juguete y al alzarla me encontré con Luz, que me miraba con los brazos cruzados.
-¡Yaolav!- Gruñó mal mi nombre, por lo que se me escapó una risita. Parece que mi gesto la hizo enojar más, por lo que se acercó a mí y me golpeó con su manito.
Me agaché y la tomé entre mis brazos, la pequeña por su parte no descruzaba los suyos, por lo que hice un puchero, que al parecer la hizo ablandar, porque rodeó mi cuello con sus diminutos bracitos.
-Auch, mi corazón.- Le regalé una de mis mejores sonrisas, que le arrebató una a ella.- ¿Por qué está tan enojada esta princesa?
-Me tenías preocupala.- Frunció el ceño y puso sus brazos en jarra.- No lo vuelvas hacel, teníamos mielo.- Asentí enternecido mientras caminaba hacia el salón.
-¿Sabes dónde se encuentran los demás?- Pregunté curioso. Tenía que saber en qué condiciones se encontraban todos para no meter la pata de nuevo, dejaría mi orgullo y naturaleza de lado, me disculparía si hacía falta. Son lo único que me queda, no podía alejarlos.
- En la chala.- Señaló con su dedito mientras se acurrucaba en mi pecho, besé su cabeza y pude sentir su sonrisa en mi cuello. Esta niña me podía más sonrisas que… Bueno, no podía compararlo con nada como para dar una idea.
Cuando llegamos la bajé de mis brazos y salió corriendo, no sabía de dónde sacaba tanta energía, esa niña era incansable. Lentamente miré a mi alrededor, todos se encontraban sentados en los sillones, los hermanos, las chicas, Paris, también estaba Luz jugando con una cámara de fotos que… Alto ahí, dije ¿Paris?
Definitivamente estaba Paris William sentada en mi sala, de mi cabaña, que se encontraba en un bosque secreto. Paris William. Paris William. Paris. William. ¿QUÉ COJONES ESTABA HACIENDO PARIS WILLIAM EN MI SALA DE MI CABAÑA EN EL BOSQUE SECRETO?
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Editado: 20.07.2020