Recién mudado de San Luis a Buenos Aires esperaba que la ciudad, ahora primaveral, me recibiera con un cálido abrazo, pero me equivoqué.
No podría decir que San Luis era un lugar cien por ciento seguro porque nada lo es en realidad.
Ya sabía que esperar de Buenos Aires, había hecho una exhaustiva investigación sobre casos de robo y asesinatos en la zona a la cual me iba a mudar y resultó ser más segura de lo que pensé.
Mi primera semana de clases empezó y terminó bien. Conocí gente nueva, chicas lindas y profesores exigentes.
No estaba mal pero sin embargo algo me faltaba, algo de mi hogar no estaba acá.
Una semana antes de mudarme mi compañera vino hasta mi casa y se confesó. Lloró y me besó.
Tuve mi primera relación sexual con ella.
Inexpertos claramente, unos niños. Pero algo no me terminaba de cerrar con aquel encuentro.
Me gustó pero no se sintió como debería de sentirse o al menos eso pensaba.
Antes de Buenos Aires yo jamás había tenido precauciones para nada, ni hora de llegada, ni guardar el celular en la calle y mucho menos mantenerme aleta sobre mi alrededor.
En mi antigua escuela yo era bastante popular, no por ser bueno en deportes ni por pelearme con alguien del barrio.
Lo era por el simple echo de ser como soy, ayudar a todos y tocar por las noches con mi banda en un club de media noche.
¿Mis amigos? No los consideraba amigos, solo eran compañeros, personas con las que compartía una pequeña parte de mi tiempo. Ninguno de ellos realmente me convencía como para compartir mucho más de lo que se ve en la superficie.
Antes de todo esto yo era normal, solitario, estudioso, músico de media noche y feliz de vez en cuando.
Ahora que finalmente estoy en la ciudad y todo lo que yo era ya no es me siento... libre.