Mis ojos pesaban como lingotes de oro y mis brazos al igual que mis piernas dolían tanto que no podía moverlos.
-mmmnn..- traté de hablar pero fue un fracaso total.
Quería maldecir en voz alta a medio mundo pero mi garganta ardía como el mismo infierno.
¿Donde estaba?
Con una fuerza sobrehumana logré abrir mis ojos, aunque solo veía manchas borrosas que luego de unos segundos se enfocaron. Todo era de un color celeste pastel, con una cama vacía a mi derecha y un sillón azul marino a mi izquierda.
En el sillón mi mamá estaba recargada en la mesita de luz dormida.
Trate de llamarla pero fue inútil, entonces sin más remedio intenté moverme yo mismo.
Mis brazos dolían, todo me dolía pero igualmente traté de moverlos. ¡MIERDA! No podía mover nada, lo sentía todo y eso en parte me alivió bastante.
Porque si no pudiera sentir ni mover nada solo significaría una cosa.
Mis quejidos despertaron a mi mamá que con la cara somnolienta sonrió a duras penas.
-mi amor.- dijo despacio y en voz baja.- tuviste un accidente.- respiró hondo- estuviste en un coma inducido por tu golpe en la cabeza.-tocó mis hombros hasta llegar a mi cara.- pasó un año.- suspiró y mi corazón dio un vuelco.
¿Un año? Dios, un año entero.
-no te asustes, no te preocupes por nada mi amor.- trató de tranquilizarme acariciando mis mejillas. - tendrás que esforzarte por recuperarte en la fisioterapia, están por comenzar las vacaciones y el doctor dijo que quizás podrías volver a la escuela el próximo año.
La escuela, mis amigos. Había olvidado que no había pasado mas de una semana en mi nueva escuela así que no tenia a nadie realmente.
-Se que volver a hacer un año es difícil, pero no tenes que preocuparte Lea.- dijo secando mis lágrimas con su pulgar.
Suspiré y deje que mi mamá me cuidara.