Decidir.
Cuando todos comenzaron a caminar el que yo aseguraba era el capitán de todos (aquél hombre que me permitió intentar matarlo) me dio un golpe en la cabeza dejándome inconsciente y no sé cuánto tiempo después fui recobrando la conciencia, pero mis ojos estaban completamente vendados y me era imposible mirar hacia cualquier lado.
- Vaya vida. – Dijo la voz de Güilé, con completa serenidad. – Es curiosa la cantidad de maldad que los humanos pueden tener en sus cuerpos, y es aún más impactante ver que para satisfacerse a sí mismos estas dispuestos a todo, incluido lastimar a otras personas; de hecho algunos esta satisfacción la encuentran en ello…
- ¿Por qué ellos no te apresan? – Fue lo primero que pregunté ignorando por completo lo que había dicho.
- No pueden. – Dijo él a secas sin agregar algo extra y sin darme oportunidad de decir algo más.
Mi cuerpo se movía bruscamente al estar siendo cargado por uno de esos sujetos y de pronto me dejaron caer al suelo, cayendo de costado sobre algunas rocas y lastimándome.
- Sé que estas despierto. – Dijo una voz poco amigable alejándose mientras hablaba. – Es hora de que camines por tu cuenta.
- No puedo hacerlo si no sé a dónde voy. – Respondí con molestia. – Quítame la venda.
- No. – Su voz se detuvo de alejarse algunos pasos más adelante pero aún conservaba ese tono. – Presta atención con tu oído, seguramente debes estar escuchando las voces o murmuros de todos aquellos imbéciles.
Al decirlo comencé a prestar atención a mí alrededor con mis oídos y era cierto que podía oír con bastante claridad las voces de varios hombres más alejándose, pero curiosamente todos en una misma dirección.
- Si las escucho. – Dije intentando captar lo que decían.
- Entonces ya está resuelto. Para cenar tienes 4 rebanadas de pan, por cada vez que te tropieces te quitaré una y por cada vez que te dirijas en una dirección errónea te quitaré dos. Si pierdes todas las piezas de pan y sigues cometiendo errores entonces por cada vez que ocurra te arrancare varios de tus lindos cabellitos, entonces yo que tu pongo mucha atención a mi alrededor y no solo eso, intentaría pisar con cautela pero velozmente ya que ninguno de nosotros tiene planeado esperarte.
- ¿Qué?
Ni siquiera intento responder mi pregunta aquel sujeto para cuando ya no podía escucharlo de nuevo, intentando poner atención pude percibir sus pisaras e intenté seguirlas, pero evidentemente sin mis ojos caminar era demasiado difícil… Apenas dar dos pasos una piedra grande que estaba atravesada en el camino me hizo tropezar y caer completamente de cara.
- ¡3 rebanadas de pan! – Dijo ese sujeto sin detenerse y con una evidente burla en su tono.
Me molesto tanto su comentario como la forma de decirlo y sin pensarlo me levante a volver a avanzar pero mi molestia me hizo ignorar mi sentido común y en vez de caminar con precaución avance descuidadamente y volví a tropezar nuevamente por culpa de otra piedra…
- ¡Dos! – La voz del sujeto sonaba cada vez más lejos y por más que intentaba no podía escuchar a alguien detrás de mí, lo cual me dio una idea.
Me quedé detenido esperando que se alejaran lo suficiente, si no planeaban esperarme, no viene alguien detrás de mí y las reglas de ese idiota no mencionaron algo sobre quedarse detenido. Entonces solo debía esperar a que se fueran y me dejaran en paz… Claro que este tipo de pensamiento es realmente estúpido; por la espalda una roca golpeo exactamente el centro de mi espalda e hizo que me sofocara por el impacto; caí al suelo y comencé a forzar mi respiración, unos pasos se acercaron por esa dirección hacia mí, me quitaron la venda y un hombre de quizás 60 años de edad con demasiados dientes putrefactos y algunos otros faltantes me miraron con una siniestra sonrisa en su rostro, se lamio los labios y posteriormente dijo.
- Este es un juego que tenemos con absolutamente todos los prisioneros. – Tenia una voz exageradamente aguda para lo que mis ojos veían, y no solo eso sino además un aliento que apestaba a la muerte misma. – Y de todos, has sido el primero que ha intentado burlar las reglas quedándote detenido. – al terminar de decir esto, tomo la roca con la que me golpeo y le dio una mordida con mucha fuerza terminando de romperse varios dientes más, pero ante este acto el sujeto no hizo ni una sola mueca de dolor y curiosamente su boca no sangro ni lo mas mínimo.
- … - Claro que yo me quede en silencio solo mirando la imagen y llenándome de nauseas por lo mal que olía este sujeto… - Aléjate… - Dije sin aguantarme más. – Hueles demasiado mal.
- ¡Jajaja! – Comenzaron a reír varias personas más que estaban relativamente cerca de nosotros. – Te han llamado apestoso Hipote. – Dijo riendo sin control uno de ellos. – Aunque la verdad es cierto, ¿Cuándo fue la última vez que te bañaste?, ¿al nacer?
Al terminar de hablar volvió a reír y se golpeaba repetidamente el estómago por lo fuerte de su carcajada, algunos otros se reían junto con él y varios más simplemente ignoraron lo sucedido.
- No se le puede mentir a la verdad. – Agregó el anciano que parecía llamarse Hipote. – Pero mi olor es mi mejor cualidad. – En verdad parecía creerse sus propias palabras.
Después de esto el sujeto me desato las manos y me soltó, no creo que me hayan querido dejar libre… Más bien pienso que era otra trampa, era más que evidente.
- Eres libre. – Dijo el capitán. – Curiosamente ese juego es una prueba para ver quienes valen la pena y quienes no; y, ¿qué mejor que aquellos que intentan burlar las reglas?; como he dicho eres libre de irte o seguir con nosotros. – continuo diciendo mientras se alejaba sin mirar hacia atrás. – Pero. – Agregó levantando su brazo y descubriendo su cuello dejándome ver una vez más la herida que le había causado. – Si te vas no podrás terminar lo que comenzaste, en cambio si vienes con nosotros aprenderás a lograrlo.