Lena me dedica una mirada cargada de reproche. Sus brazos en jarra y su ceño fruncido mientras repiquetea con su pie en el suelo.
Me frustra muchísimo que me regañen. ¿Acaso no me regaño yo misma bastante a lo largo del día? Caminó sin rumbo para alejarme de la maldita casa lo antes posible. Quizás más por la necesidad de poner distancia con mis problemas. Ver a Gabriel, después de tanto tiempo, me ha hecho ser consciente d ello jodida que voy a estar con este trabajo. Sí. Me he equivocado. Mucho además. Pero ya no hay vuelta atrás porque no pienso retirarme con el rabo entre las piernas por nada del mundo.
Tengo el problema incontrolable de pensar en voz alta cuando me ahogo en mis nervios. Es algo que quiero corregir, por los evidentes problemas que eme acarrea, pero me es imposible.
Ginebra nos sigue en silencio. Las peleas entre Lena y yo le encantan. Sobre todo porque así nadie está pendiente de sus meteduras de pata. No es justo que ella se libre de todo por ser tan buena en sus jugadas. Camino furiosa sin mirar atrás. Me he tropezado dos veces y casi caigo de boca. Ginebra se ha descojanado hasta que la he mirado con mi cara de pocos amigos. Admito que estoy enfadada conmigo misma por haber llegado hasta aquí. Por no aprender de mis errores como cualquier persona con dos dedos de frente. ¿Cómo puede ser eso si yo tengo hasta cinco dedos de frente? Si, me he medido la frente en numerosas ocasiones porque tengo un complejo enorme totalmente normal.
Lena piensa que no es buena idea volver hasta la ciudad. Estamos demasiado cansadas ara aguantar el viaje en coche. Ella tiene una casita por la zona, que nunca he visto, pero es lo que nos ha contado así que la propone como opción para pasar la noche. No es que me apasione la idea porque lo que de verdad quiero es alejarme lo antes posible este lugar pero acepto. En una casa podré huir de Lena y de sus acusaciones pero , ¿en un coche encerrada? Ni loca.
Llamar casita a lo que tenemos delante ha sido un atrevimiento desvergonzado. Es más bien una señora casa que, aunque no es tan grande como la mansión de Gabriel, hace por tres de mi apartamento. A veces se me olvida lo forrada que está Ginebra. Como se empeña en ser tan chabacana la llego hasta a confundir con una indigente a veces. Y la situación fue mucho peor cuando decidió no ducharse y se peleó con su desodorante.
Ginebra nos dedica una mirada lastimera. Se ve tremendamente descuidada y ya no sabemos como hacerla entrar en razón.
Cojo un bote de limpiador de muebles y lo rocío sobre mi amiga que se levanta corriendo mientras hace aspavientos con sus manos. Finjo estar atragantándose de muerte, o quizás fuera cierto porque había descargado todo el bote sobre su cara, y se abalanza sobre una botella de agua que lleva toda la semana junto al sofá.
Lena y yo hemos decidido compartir la cama grande de la madre de Ginebra. Odio dormir con mi amiga porque da unas patadas de muerte mientras sueña pero es mejor que los ronquidos de camionero de Ginebra. Es una desesperación. Desde que está en casa me he acostumbrado a dormir con los cascos puestos porque sino es insufrible. La primera noche la pasé en vela. Solo quería llorar…Pero no podía decirle nada porque si no la que lloraba era ella.
Me siento de mala gana, y Lena hace lo mimo, sería absurdo seguir posponiendo esta conversación. Son demasiado pesadas como para dejarlo pasar.
Ginebra nos mira recostada en el sillón disfrutando como una niña pequeña. Realmente no consigo imaginar de que parte se podría poner en nuestra pelea pero no pierdo nada por intentar que me eche una mano. Intento ser responsable separando lo personal de lo laboral. Profesional sería la palabra correcta. No voy a decir que no me haya arrepentido , de hecho creo que ya lo he reconocido, pero soy incapaz de devolver tanto dinero cuando luce tan bien en mi cuenta corriente.