No he sido una persona muy fiestera en mi vida . Así que no es tan extraño que no me haya cogido una buena cotorra nunca. El puntillo sí. Muchas veces. Sobre todo cuando Laura y yo nos atacamos una buena botella de vino. Somos incapaces de dejarlo a medio beber así que terminar con la botella es casi una obligación para nosotras.
Os decía que nunca me había cogido una buena cogorza pero eso no es excusa para no saber que el agua fría es un buen aliado para un borracho. Por eso he metido a Ginebra bajó la ducha , con ropa incluida, mientras se queja y se retuerza como un gato.
- Si me dejarás hacer terminaríamos antes.- Le digo mientras lucho para que no me quite el mocho de la ducha.
- ESTO ES TORTURA- grita- Seguro que va en contra de los derechos humanos.
Lleva toda la ropa vomitada y, aunque me da un asco mortal, no puedo dejarla en este estado tan lamentable. Pobre Ginebra, ha debido sufrir mucho para acabar así porque , desde que la conozco, siempre la he visto como alguien fuerte con una coraza inquebrantable. Es curioso como la había envidiado de vez en cuando por creer que no yo no era tan fuerte como ella y que todo me afectaba demasiado. Sin embargo, aunque hui a muchísimos kilómetros de distancia y pasé una época trascendental en la que intenté desprenderme de las ataduras mundanas nunca había acabado en un estado tan lamentable como el de Ginebra. Quizás debería empezar a plantearme que no soy tan vulnerable como creía.
Me apresuro a coger uno de los pijamas de repuesto que había traído. Siempre viajo con más de un pijama es una manía que no puedo evitar. Laura sigue durmiendo como un tronco. Está bendecida con el don del sueño profundo. Suerte la que se está perdiendo. Aunque casi mejor, porque ella no es tan paciente como yo y seguramente habría ahogado a Ginebra en la bañera.
Esa loca me había mojado de pies a cabezas así que quizás estaría bien que yo también me cambiara de ropa. Me estoy terminando de colocar un chándal cuando un golpe en el baño me hace correr escaleras arriba.
La borracha de mi amiga ha intentado salir sola de la bañera con el resultado de que ha caído de cabeza al suelo y a arrancado la manguera de la ducha al intentar sujetarse. La miro en busca de alguna herida de guerra como resultado del golpetazo que se ha llevado de regalo pero no encuentro más que un enorme chichón.
Me está sacando de quicio, ahora tendré que limpiar todo el desastre que ha liado en el baño, pero reconozco que está muy tierna cuando se emborracha. Nunca la había visto así antes. Tan frágil y tan indefensa.
Le pongo el pijama, porque está en ese momento de bajón en el que las fuerzas y la voluntad escasean, y le seco un poco el pelo para que encima no me acuse de contribuir a que enferme. Paso su brazo sobre mi cuello y la ayudo. Llegar hasta una de las habitaciones de la segunda planta. Hemos utilizado uno de los baños de arriba para no desesperar a Laura aunque creo que igualmente no se hubiera despertado.
Y sería lo último que quisiera. Volver a limpiar su vómito. Recuerdo que aún me queda por recoger el estropicio del baño. Ginebra se acurruca de lado , apoyando su cabeza sobre mi vientre. Como un perrillo que busca el cobijo de su dueño.
Me hace mucha gracia y no puedo contener una carcajada. No quiero que piense que me río de ella , aunque lo estoy haciendo, pero habíamos conseguido crear un momento de confianza que no es fácil con alguien como Ginebra.
Ginebra no aguanta y ríe conmigo. Menos mal que no es consciente de todo lo que está pasando porque acabaría conmigo. Ya estaría preparando su venganza.
Vaya, eso de que los niños y los borrachos siempre dicen a verdad debe ser cierto. No suelo hablar con nadie del tema, excepto con Laura , pero supongo y espero que Ginebra no se acuerde de nada mañana.