Llevo toda la mañana de los nervios. Le escribí a Martín nada más levantarme. Como una ansiosa cafeinómana en busca de su chute mañanero. Contestó en seguida así que, en realidad, no sé por qué cojones estoy tan histérica. Quizás sea porque soy realista y admito que mis planes son siempre un auténtico fracaso. En mi caso ni si quiera vale el <<más vale prevenir que curar>> si no más bien algo así como <<Laura, quédate quieta , coño>>
Para todos los que ya me conozcáis sobra decir que cuando estoy nerviosa se me suelta la lengua. Para los que no os diré que tengo sendas sospechas de que es herencia de mi madre. Nadie la gana a mal hablada cuando la situación lo requiere.
Me he re colocado el pelo tantas veces que empieza a verse viciado. Necesito tener las manos ocupadas por lo que viajan de mi pelo a mi falda sin cesar. Sé que por más que me mire al espejo la imagen va a ser la misma. Algo normalizo, bastante del montón, pero muy bien vestida. Eso sí. Cojo el pintalabios para retocarme un poquito. No sé muy bien para qué, si es permanente, pero u poquito más de pintura no me hará daño.A no ser que suene la campanilla de la puerta dé un respingo y me pintorree toda cara. Qué fue justo lo que pasó.
No sé si alguna vez habréis sufrido el problema de tener que quitaros pintura permanente de labios de la cara. Para las afortunadas o afortunados que no lo hayan padecido nunca os pondré en situación. Ocurre lo siguiente, si te pintas labios y , como yo, eres una neurótica que calma sus nervios mordisqueándolos acaban sin pintura en media hora por muy permanente que juren que son. Se podría decir que literalmente me los como. Pero si por error acabas con un churrete en la cara ya puedes darle con el líquido que seas, con el papel que más se asemeje a una lija que el cabrón no sale. Así que por más que me restregaba la cara con la mano, con una toallita, y hasta con cartón piedra de la manera más brutal posible la mancha roja seguía ahí junto a mi boca. Mirándome mientras se descojonaba de la risa y me miraba desafiante.
Eché un vistazo rápido a la habitación con la desesperación lógica del momento y se me encendió la bombilla al ver el dispensador de gel desinfectante de manos que me gustaba tener siempre disponible. La mancha salió. Así que pedo recomendarlo por si os sucede lo mismo pero me dejé la cara tan colorada que estaba segura de que dejaría marca.
Martín era exageradamente guapo. Y no porque lo diga yo, es que lo era. Encima venía de trae, como para hacer más daño, y yo acaba de descubrir que Martín de traje está increíble. Mentira. Ya lo había visto en nuestra primera entrevista, pero no me había fijado demasiado. ¿En qué estaría yo pensado criatura?
Tan alto, tan rubio oscuro casi moreno, esa piel canela tostada por el sol en una perfecta armonia… Pero no puedo dejar que me amedrente solo porque está muy bueno.
Mentira. Estaba mintiendo como una bellaca así que pronto tendría que ponerme a ordenar pedidos para tener algo que <<vender>>. Martín me dedica una sonrisa de lado. Yo miro sus dientes como un niño miraría a su helado mientras se lo preparan. Con doble de sirope y virutas de chocolate. Así de perfecto. ¡Ah! Y a tope de nata por encima. Fresquita y esponjosa nata… Cuando me doy cuenta me lamo los labios como una psicópata mientras Martín me observa con el ceño fruncido.
Carraspeo mientras recupero la compostura.
Él se inclina sobre la mesa mientras lo firma sin ni si quiera leerlo. Si lego a saberlo me hubiera ahorrado esa cláusula sobre una paga de beneficio que había incluido solo por quedar bien. Y esa sobre los días de libre disposición también. Se ve tan sexy mientras firma… Tan varonil con el boli en la mano, el culo en pompa hacía afuera. La chaqueta abierta… Definitivamente el día amaneció demasiado caluroso.
Mi corazón se acelera. Ya lo siento venir. El potro desbocado que aparece cada vez que entro en tensión. Demasiadas ideas se me pasan por la mente pero no hago caso a ninguna porque siempre me equivoco. Pero recuerdo aquella noche que compartimos en un bar. Nuestra complicidad hasta las tantas de la madrugada. Su sonrisa. Esas arruguitas que se le forman a los lados. Y que ojos más bonitos, ¿no? ¿Son azules? Más bien parecen verdes. Si… me decanto por el verde aunque soy una miope perdida que se empeña en disimular no usando sus gafas.