Que Ginebra sabe cómo montar una buena fiesta es algo indiscutible. Basta con poner un solo piel en el local para darse cuenta de ello. Gogos en cada esquina, camareras en patines, luces por doquier y un DJ pinchando en vivo y en directo. Según he podido leer en Instagram es uno de los mejores de Manhattan. Ha meneado alguno de sus hilos, yo misma lo habría hecho.
Lo paradójico es que el bar era un afluente de droga, antes, sin parecerlo y ahora lo parece sin serlo. Porque Ginebra ha abusado bastante de los fosforitos, los leopardos y esas cosas que tanto le gustan. Es su sello de identidad. Podría resultar estrafalario en cualquier otra persona menos en ella. Una cosa más para la que nunca habrá explicación.
Una camarera me ofrece una copa de champán nada más entrar. Y del caro, seguro, a juzgar por la botella que descansa en la bandeja. Hecho una mirada rápida de reconocimiento a mi alrededor. Está atestado de gente. Gente muy peculiar, de su entorno. A penas distingo alguna cara de pasada. Una pareja me dedica una sonrisa al cruzar nuestras miradas. Pero yo sé que en realidad aprovechan para estudiarme.
Esa es Laura Sorda. La directora que dejó la revista aquella de moda por liarse por su becario. Estarán diciendo. Las malas lenguas afirman que me echaron por mi historia con Gabriel, nada más lejos de la realidad, pero yo paso del tema. Ni si quiera me molesto en defenderme. Ginebra insistió mucho sobre subir un estado a mis redes sociales para las más lenguas cargado de indirectas y de veneno. Pero yo me negué. No era sano para mí seguir anclada en el reproche del pasado. No me malinterpretéis. Me jodía lo más grande. Me inundaba de odio y de mala vibra. Pero supe aguantarme a base de beber cerveza, vino y comer chocolate. Así estaba, que tuve vestir de chándal durante meses.
Pero ahora soy una mujer nueva. Renovada. Imposible de dañar con insignificantes minucias. Me cojo otra copa de champán pata tener las manos ocupadas. La primera me la bebí de un sorbo para no olvidarme de eso de que soy fuerte y tal. Busco a mis amigas desesperadamente porque necesito apoyo que me haga ignorar las miradas de los curiosos.
Maldito bastardos. Pero no me duele, que yo soy fuerte.
Ginebra está maravillosa, reluciente, en su salsa, con su estilo y mandando a diestro y si nuestro que es lo que más le gusta. Aunque ella diría que la mandona soy yo. Ella es la pasota.
Elena está junto a ella. No la he visto en todo el día. Ha estado dedicada en cuerpo y alma a ayudar a nuestra amiga con su gran inauguración. No estoy resentida porque yo celosa no soy. Otro buche de chamán para creérmelo más.
- ¡Laura, cariño! Ya estás aquí- me dice Ginebra exagerando un poquito , metida en su papel- Iba a echarte la bronca por llegar tan tarde pero viendo lo fantástica que vienes me callo.
- Estás guapísima- corrobora Laura con una amplia sonrisa, más sincera- El vestido te queda como un guante.
- Eso es porque es caro, y lo caro se ajusta bien- me interrumpe Gin cuando quiero dar las gracias.
Prefiero obviar las indirectas de mi amiga. Ya tengo bastante con la de los desconocidos que siguen cuchicheando cuando se cruzan conmigo. Como si yo no los viera. Como si fuera ciega y tonta de remate. Pero a ellos les da igual , porque en realidad quieren que me de cuenta. Les encanta juzgar pero a mi me da igual. Yo soy fuerte. Y otra compa de champán para creérmelo. Y van tres en cinco minutos.
- ¿Qué tal va la fiesta?- pregunto sabiendo la respuesta. Por decir algo.
- El DJ lo está petando- contesta Laura levantando la voz- To el mundo está encantado.
Y de repente las tres copas de champán intentan meter cizaña en mi cabeza. Y me susurran que Laura está demasiado involucrada en el proyecto <<bar choni de Ginebra>>. Y ya lo he bautizado sin darme cuenta. Pero yo no soy celosa. Y bebo un trago más. ¿No se suponía que Elena era mi Elena? ¿Cuándo se ha convertido en la Elena de Ginebra? Y ahora parece que sepa más de todo que yo. Pero si Elena era la novatada y ahora…
- ¿Invitaste al macizo de tu curro o no?- ahora pregunta Ginebra.
Odio que me interrumpan cuando pienso.
- Le mande un whatsapp. No fui capaz de invitarlo en persona.
- Pero mira que eres tonta- me contesta sirviendo unos chupitos . Pero yo sé que no serán solo uno- Si a ese lo tienes en el bote, que se le ve.
- Lo que se le ve es que no quiere disgustar a su jefa. Pero nada más. Mira lo que me ha contestado al invitarlo a la fiesta.
Saco el móvil de mi mini bolso , que ya me va sobrando, y le muestro el último mensaje de Martin con toda la cara de asco que soy capaz de poner.
- Vale, no tengo nada mejor que hacer- lee Ginebra- ¿Y qué pasa?
- ¿Cómo qué pasa? Es la peor respuesta que pueden darte.- miro a Elena buscando algo de apoyo.
- Una respuesta un poco sosa- pero no sé si lo dice para apoyarme o porque lo piensa de verdad.
- Significa que viene porque no tiene nada mejor que hacer. Y eso no está bien. ¡Ni un simple emoticono! Qué se yo, un guiño o una sonrisa mona… Un <<no se me ocurre nada mejor que hacer>>
- Brindemos – propone Gin levantando su chupito. El que no será el único- Por los mensajes decepcionantes.
Y brindamos , y nos lo tragamos de un trago y nos lamentamos después con los ojos engurruñados. Ya es un ritual. Menos Ginebra. Ella bebe como un camionero. Que no sé cómo beberán esos señores, oiga, pero es lo que siempre decía mi madre cuando veía a mi hermano beber. Y las cosas se quedan, por costumbre o vete tú a saber por qué.
Ginebra sirve el segundo chupito. El segundo de muchos. Pero esta vez brindamos por nosotras y por nuestro futuro. El tercero es por Ginebra y por su bar. Propuesta mía, que ya estoy tan embalado que hasta olvido que me opuse como nadie a todo esto. Y justo cuando estamos brindando por nosotras, y por lo buenas que estamos, llega Martin tan oportuno como siempre y yo me pongo colorada como un tomate.
Si de normal, sin todo el alcohol que ya he ingerido , suelo sonrojarme mucho imaginaros la escena actual. Un bote de ketchup andante. Suerte que no me pongo colorete nunca para evitar . Además me hierven las mejillas, y creo que no es lo único, e intento esconder un poco el rostro para que Martin no me vea así. Pero el me busca con la mirada. Es muy oportuno, lo he dicho.
- Estás muy guapa- me grita a la oreja- Acostumbrado a verte en el trabajo o en mallas…
Maldita sea Martin que se acuerda de todo. Y maldito el ridículo que hice aquel día por querer fingir que era una runner experta y en forma. Pero le sonrío , claro, que otra cosa podía hacer.
Está tremendamente guapo. Con su cazadora de cuero negra. Qué tendrán las cazadoras en general que me ponen tan tonta. El pelo, perfectamente despeinado como siempre. Los labios… más rojos que los míos incluso maquillándolos. Siempre húmedos como un pecado que te recuerde continuamente que no los puedes probar. Duele mucho ahí abajo mirar a Martin.
- Nena cierra la boca , que te va a entrar algo- me dice Ginebra al pasar por mi lado intencionadamente.
Me recompongo. Que poco acostumbrada estoy a tratar con Dioses de otro planeta. Enviados a la tierra para torturar al genero femenino sin compasión.
- Tú también estás muy guapo.. contesto por no seguir callada como una idiota hipnotizada.
Y me pego nerviosa porque no recuerdo si el ha dicho que estaba guapa o no lo ha dicho. ¿Qué ha dicho? Maldito cerebro idiota que siempre entra en trance cuando él está cerca. Este hombre debe pensar que soy una imbécil integral. Cómo habrá llegado a montar su propio negocio, pensará. Hay día a cualquiera le dan una licencia.
- Este sitio está genial- ha cambiado de tema, gracias- Lo conocía antes pero no parece el mismo.
- Si, lo sé… Un gusto algo peculiar.
Sonríe. Diente perfectos y mi entrepierna palpitando. Odio ser tan débil.
- Pero funcionará , ¿eh? Los locales más de moda son así de…- mira a su alrededor. Yo tampoco sabría encontrar la palabra- Diferentes.
Diferente tú guapo. Que te como entero. Pero es el alcohol el que habla , no yo. Yo estoy callada o eso espero. A veces soy propensa a pensar en voz alta y dejarme en evidencia.
- ¿Brindamos?
Le ofrezco un vaso de chupito que se quedó esperándonos y yo me cojo otro. Brindamos por nosotros porque si, porque es lo fácil, y nos lo bebemos. Intento disimular mi cara postchupito pero no me sale. Él se ríe.
- No estoy muy acostumbrada a beber tequila- me disculpo- Solo con las chicas , en ocasiones especiales.
Pero he mentido. Porque no hablo de esa vez, después de Gabriel, que me bebí una bote ha yo solita y luego la vomité toda mientras juraba que no probaría nunca más en mi vida el tequila.
- Yo tampoco, la verdad- confiesa- Prefiero tomar una copa. ¿Te parece?
Asiento, y el pide dos ron miel con limón. Vamos de tranquis. Y nos lo bebemos en una esquina mientras nos reímos de los cojines de leopardo y de la alfombra de cebra. Todo falso, por supuesto, caro pero falso. Que Ginebra será hortera pero ama a los animales. Cada vez que Martin sonríe a mi se me para el mundo y el corazón y todo me parece perfecto. Estoy agradecida de haber aceptado ir a la fiesta, de que el haya querido venir y de haberme puesto este vestido que me hace más tetas porque ya he notado, varias veces, que me miraba un poco el escote.