Mi Perfecto Caos

Capítulo 29: Caribe de Amor.

Viajar en primera clase es todo un lujo al que podría acostumbrarme con facilidad, pero si además te recoge una limusina en el mismo aeropuerto, una ya se viene arriba. La mamá de Gabriel podía ser muchas cosas, pero se había portado organizándonos el viaje y eso era de agradecer.

No había querido dejar escapar ni un solo detalle, incluso había fotografiado las botellas de agua que nos habían preparado junto a cada uno de nuestros asientos y había decidido inaugurar el Facebook de la empresa con ellas.  Me había pasado la noche, a parte de en vela, leyendo algunas publicaciones sobre la mujer moderna y como hacer triunfar tu negocio. Varias de ellas publicadas en la pagina de TWT.  Si, lo admito, sigo fisgoneando lo que publican. Pero gracias a ello había descubierto que las redes sociales ayudan, y mucho, a hacer despegar tu negocio sea de lo que sea. Sobre todo, Instagram. Así que lo había recuperado después de un largo retardo de invernación. No exagero, mi última publicación era de hacia dos años. Una foto con Clothis. Un poco triste sí, pero así os hacéis una idea de la inexistente vida social que he tenido siempre.

 

  • Laura llevas todo el día pegada al móvil- protestó Elena.
  • Se ha hecho un Instagram y anda como adolescente en celo. – contestó Ginebra bajo una pamela enorme que había comprado en el aeropuerto.
  • No me lo he hecho, para tu información, lo he recuperado que es distinto. Y no te atrevas a burlarte de mi mientras lleves esa sombrilla en la cabeza.
  • Es lo más chic, idiota. Tienes un conocimiento pésimo sobre moda para haber dirigido una revista.
  • Haya paz, por favor…- medió Elena.

Si, yo también había notado que mi querida amiga defendía demasiado a Ginebra últimamente. Algo que, a decir verdad, me sacaba de quicio. Preferí adelantarme para no contestar y caminar junto a Martin que no me alteraba los chacras. Como mucho la libido, pero nada más.

  • Un viaje muy tranquilo, ¿verdad?

Martin, tras sus hipnóticos ojos celestes, me miraba con una sonrisa de infarto que me impedía hablar como una persona normal. Por eso me limité a sonreír sin más.

 No habíamos hablado desde aquella noche. A penas unas palabras en el grupo del curro sobre la planificación del viaje. Por lo que sentía que teníamos una conversación pendiente. Habíamos conectado. Y estoy segura de que, de no haber sido por la desafortunada aparición de Gabriel, hubiéramos acabado la noche de manera muy distinta a como lo hicimos al final.

Martin era un chico que me trasmitía muchísima seguridad. Despertaba en mí las ganas de pasar tiempo en su compañía. Y eso era mucho más de lo que nadie me había hecho sentir en los últimos años. Las locas de mis amigas estaban seguras de que eso era porque Martin me recordaba muchísimo a Gabriel, cosa que para nada era cierta. Eran tipos de chicos parecidos, sí. Tenían un estilo muy similar. El tono de voz podría confundirse por teléfono, eso es algo que helaba la sangre. Pero llevaban estilos de vida muy diferentes. No, para nada es idéntico a Gabriel. Martin es mucho menos engreído y pretencioso. Martin era más humilde y, seguro, que más sincero.

Nos sentamos juntos en la limusina frente a Ginebra y Elena que se dedicaron a abrir todas las botellitas del minibar. A veces, cuando veía a Ginebra actuar de esa manera se me olvidaba por completo que estaba podrida de dinero. Aunque si lo hablas con ella te dice que el dinero es de su madre y que ella cobra un modesto sueldo como fisioterapeuta. Mentira cochina.

El trayecto hasta el hotel se me hace super reconfortante. El paisaje es tan distinto a la ciudad que me siento invadida por una paz anormal casi al instante. El mar es algo que siempre me ha llenado de muy buena energía, y eso que no vengo de un lugar de playa precisamente.

El roce de mi pierna con la de Martin me hace sentir vivía. Y, cuando digo viva, me refiero a esa especie de hormigueo que comienza casi en tu vagina y sube hasta tu pecho. Mis pezones podrían rayar cristal ahora mismo. Lo juro. Cuando le digo cosas semejantes a las chicas me aseguran que es porque estoy demasiado sensible. Ginebra lo achaca a mi falta de actividad sexual, aunque Elena, más conservadora, asegura que es porque estoy a falta de cariño.

Ambas cosas son ciertas. La ultima persona que me había dado algo de cariño había sido Tom. Y de eso hacía años luz. Que digo yo que para el cariño que resultó ser mejor haberme quedado como estaba y no mal acostumbrarme. En definitiva, sí. Echaba de menos a un hombre. Echaba de menos sentirme especial. Sonreír como una idiota si ninguna causa aparente. Aunque, en el fondo, la razón fuera él. Echaba de menos reírme como una niña, a carcajadas, hasta que no pudiera reírme más y me doliera la tripa. Echaba de menos la tranquilidad que me otorgaba saber que siempre había alguien esperando por mi a cualquier hora del día. Motivos estúpidos. Lo sé. Pero mis motivos, al fin y al cabo.

Como ya os podréis imaginar el trayecto se me hizo realmente corto. Podría haber continuado el paseíto durante horas sin quejarme en absoluto. Y eso que Ginebra y Elena no pararon de quejarse en todo el viaje. Esas dos cada vez se parecían más a un matrimonio revenido al que se les gastó el amor. En el piso me sacaban de quicio con sus peleítas tontas. Aunque luego me las encontraba acurrucadas en el salón. Para que luego se les llenase la boca diciendo que era yo quien necesitaba una relación con urgencia.

 

El chico de la recepción, un musculoso y bronceado caribeño con una sonrisa reluciente, nos registró muy amablemente y nos indicó cada una de nuestras habitaciones. Todo habría salido a pedir de boca si Gabriel y su futura esposa no hubieran llegado en ese preciso momento.

Venían acompañados por un grupo de personas, con toda seguridad invitados, y varios botones del hotel que portaban su exagerado equipaje.

  • Yo sé de alguien que se ha pasado más que yo con el equipaje- me susurró Ginebra.
  • Demasiados modelitos nuevos que presumir.



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En el texto hay: rencor, celos, amor

Editado: 11.10.2021

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