Me había aguantado las ganas desde que llegué al hotel. Para hacer honor a la verdad llevaba reprimiéndome desde antes. Todo el mundo me aconsejaba que no lol hiciera. Y lo peor, era que me lo aconsejaban incluso antes de que yo mismo me diera cuenta de que quería buscarla. Es curioso lo caprichosa que puede llegar a ser la mente humana. Todo el universo apunta en una dirección pero ella quiere ir en otra. Siempre llevando la contraria. Aunque todavía no tenía claro si era mi mente la que llevaba las riendas o era mi corazón. Eso era justo lo que quería averiguar antes de que fuera demasiado tarde. Pero siempre había algo que se me interponía. Como si el destino me mandara señales. Señales que, por otro lado, yo no quería recibir.
Me había pasado toda la tarde intentando despistar a Lexy pero no había manera. No se separaba de mi. Yo que pensaba que andaría todo el día entre sesiones de belleza y el Spa. Que equivocado estaba. Primero se empeñó en que revisara todo el menú de la cena y de la celebración con ella. Por tercera vez. Después, se le ocurrió que sería buena idea una sesión de yoga por parejas. Creí que me moría. Pero no, aun habían más sorpresas. Terapia con un Gurú saca cuartos que me costó un ojo de la cara y que aseguraba que era mejor previa al matrimonio ya que dar el sí quiero, según su opinión , transformaba a las parejas. Mi cuerpo hizo todas esas actividades pero mi mente ninguna. No pude dejar de pensar en ella.
CAPITULO 32: Estado Civil, Mi Cupido se Droga.
Me había aguantado las ganas desde que llegué al hotel. Para hacer honor a la verdad llevaba reprimiéndome desde antes. Todo el mundo me aconsejaba que no lol hiciera. Y lo peor, era que me lo aconsejaban incluso antes de que yo mismo me diera cuenta de que quería buscarla. Es curioso lo caprichosa que puede llegar a ser la mente humana. Todo el universo apunta en una dirección pero ella quiere ir en otra. Siempre llevando la contraria. Aunque todavía no tenía claro si era mi mente la que llevaba las riendas o era mi corazón. Eso era justo lo que quería averiguar antes de que fuera demasiado tarde. Pero siempre había algo que se me interponía. Como si el destino me mandara señales. Señales que, por otro lado, yo no quería recibir.
Me había pasado toda la tarde intentando despistar a Lexy pero no había manera. No se separaba de mi. Yo que pensaba que andaría todo el día entre sesiones de belleza y el Spa. Que equivocado estaba. Primero se empeñó en que revisara todo el menú de la cena y de la celebración con ella. Por tercera vez. Después, se le ocurrió que sería buena idea una sesión de yoga por parejas. Creí que me moría. Pero no, aun habían más sorpresas. Terapia con un Gurú saca cuartos que me costó un ojo de la cara y que aseguraba que era mejor previa al matrimonio ya que dar el sí quiero, según su opinión , transformaba a las parejas. Mi cuerpo hizo todas esas actividades pero mi mente ninguna. No pude dejar de pensar en ella.
Y es que, contra más se acercaba el día más me faltaba el aire. Y eso no podía ser normal. ¿Verdad? En cuanto llegué a mi habitación, individual porque mi madre se había empeñado en que era la tradición, y me metí en la ducha me dio el bajón. O mejor dicho me dio el subidón. La adrenalina necesaria para coger el toro por los cuernos, como decía el padre de Laura, y dominar la situación.
Salí en su con el pelo aun mojado. Creo que ni si quiera me había llegado a pasar una toalla para retirar el resto de agua. Fui empapando el suelo por allá donde iba. No me vio nadie, menos mal. A mitad de camino fui consciente de que no sabía cuál era su habitación. Vuelta a recepción. Suerte que cuando eres el novio, y te dejas el dinero que yo me había dejado, te dan toda la información que solicitas aunque sea totalmente ilegal. El camino de vuelta lo hice aun más nervioso, si es que era posible, tuve que tomar gigantescas bocanadas de aire porque creía que me asfixiaba. Me sorprendí de lo exagerado que podía llegar a ser. Estaba siendo mucho más moña de lo que esperaba de mí mismo y lo vulnerable que me sentía me asustó bastante. Diez minutos estuve parado en su puerta sin atreverme a llamar. Las personas que pasaban me miraban extrañados. ¿Qué hacía un loco en pijama con la cabeza mojada parado frente a una puerta sin hacer nada más que contemplarla? Pues eso mismo me pregunto yo a día de hoy.
Un trabajador del hotel se acercaba hacía mí por la derecha. Creo que alguien lo podría haber avisado por la presencia de un perturbado. A lo mejor llevaba más de diez minutos frente a la puerta, no puedo jugarlo. Me vi obligado a actuar de alguna manera. Mis salidas eran dos. Una, correr como un loco hacía mi habitación pero eso implicaba que me topara con el trabajador y me interceptara. No quería montar un escándalo en el hotel.. además, estaba de incógnito… Dos, llamar a la puerta de una maldita vez. ¿Qué pasa Gabriel? ¿Es que eres un niño pequeño?
Llame una vez. Pero creo que mis nudillos a penas rozaron la puerta. Escuché algo de movimiento dentro. Voces… pero no estaba demasiado seguro. El hombre a mi derecha cada vez más cerca. Llamé otra vez, con más contundencia. El ruido desde el interior de la habitación se hizo más notable. El de mi corazón también. Contuve la respiración y apreté los ojos. Uno de los dos llegaría primero, el hombre del hotel o Laura. Por suerte fue ella.
Su cara de estupefacción hizo que me sonrojará a una velocidad pasmosa. Podía notar la punta de mis orejas arder. Solo rezaba para que no fuera tan visible como parecía. Carraspee varías veces, demasiadas, pero la no salía por mi garganta. Era una sensación espantosa. Me pasé la mano por el cuello buscando una salida plausible. Deseando poder retroceder en mis pasos. Pero la cosa era así, no había vuelta atrás.
Eso Gabriel, qué demonios hacías tú allí… Ni yo mismo era capaz de contestarme esa pregunta. Siempre he sido muy dado a arrepentirme de mis decisiones, sobre todo de las que más me costaban. Era algo que no me gustaba de mí.