Soy como un delfín cuando duerme. De pequeña me impactó mucho descubrir que un delfín mientras duerme solo usa la mitad de su cerebro porque, ¡atención!, no saben respirar mientras duermen.
Yo no sé respirar mientras mi vida se desmorona y aun menos consigo dormir. Creo que por eso siempre uso la mitad de mi cerebro, y así me va. Entro en un bucle bastante chungo de compadecerme de mí misma y odiar todo lo que me rodea. Soy como mi peor enemiga. ¿Y lo de mirar el lado positivo de las cosas? Eso no va conmigo.
Siempre he buscado vivir en una utopía emocional en la que nada me pudiese hacer daño. Soy una hedonista., ¿qué le vamos a hacer? El hedonismo es una doctrina que defiende que el placer es el único fin que debemos perseguir en esta vida evitando, sobre todas las cosas, el dolor. ¿No es maravilloso? Y eso es lo que yo me proponía a hacer, evitar el dolor. Alejarme de lo que me hacía daño y me agobiaba. Lo que me inquietaba, me atormentaba y me perturbaba – espero que esta frase no esté patentada.
He llegado a comprender que para mí escapar de los problemas significa alejarme de ellos, porque de algún modo es como si sintiese que en otro lugar estaré a salvo. Y ojalá lo hubiera comprendido antes de acusar a mis mejores amigas de la manera más ruin del mundo.
Remontémonos a la noche anterior.
Yo estaba en mi habitación escuchando la música más melancólica que pude encontrar en todo Spotify. Cuando tu novio te deja por WhatsApp se llamaba la play list. Había empezado a perder la cuenta del tiempo que llevaba encerrada en mi mierda emocional y en mi habitación cuando Elena irrumpió de golpe sin llamar a la puerta.
La miré unos segundos sin decir nada y después simplemente la ignoré. Pero no se movió del sitió. Es persistente.
Vale, lo admito, no me había duchado en los últimos dos días y tenía amontonadas en mi habitación las sobras de los festivales nocturnos que me daba cuando no podía pegar ojo. ¿Os han dicho alguna vez que el pijama es vuestro peor enemigo? Os hace estar cómodos y libres, pero también os hace creer que los litros de helado con triple de sirope de kínder no tienen consecuencias. Cuidado.
Elena no se iba a dar por vencida y yo lo sabía. Veréis, tengo un defecto muy chungo. Sé que a estas alturas me conocéis los suficiente para saber que no soy precisamente perfecta, pero creo que nunca os he hablado de lo borde que puedo llegar a ser cuando me siento acorralada. Y eso es justo lo que estaba a punto de pasar.
No me pareció bien que ella juzgara el grado de dolor que yo sentía. Mi dolor, mi decisión. Si me apetecía montar el drama estaba en todo mi derecho. Se lo tuve que decir.
Me sonrío. Obviamente no me había tomado en serio.
Si, empezaba a sentirme acorralada en mi propia habitación y en mi propio desamor mi afilada lengua se descontrolaba. No quería decir nada de lo que pudiera arrepentirme, pero a la vez sabía que acabaría haciéndolo irremediablemente. Soy géminis, en las batallas lo doy todo. En fin, nuestro lema es <<si hay que pelear se pelea, pero pelear para nada…es tontería>>
Elena ignoró sutilmente mi indirecta y siguió hablando como si nada, yo sabía perfectamente que me había oído.