Mi primer amor

Prólogo

El amor. ¿Qué es el amor? Bueno, es una pregunta a lo que no muchos tienen respuesta, la real academia española lo define como “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser” o bien como “sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”. Cualquiera de las dos definiciones tiene el mismo efecto en mí: me pone realmente incómoda.

Nunca entendí el amor. En serio, en mi vida, y pasando lo que he pasado, nunca he podido comprenderlo, como estás dispuesto a tirar todo por la borda, como te idealizas toda una vida a lado de alguien y cómo le das todo de ti sin temer a que te deje sin nada. A mí siempre me dio pavor, incluso cuando era niña, que un niño se me acercara me hacía querer huir. Era demasiado ambiciosa, demasiado orgullosa, temía que una pareja llegará a arruinarme planes que había hecho desde que tengo consciencia de mí misma.

Entonces llegué a la pubertad y tuve dudas de mi sexualidad, como todos, aprendí que a las chicas les puede gustar los chicos o las chicas, y a los chicos igual. Entonces empecé a sentir pánico por las chicas que me se acercaban, no un pánico porque me gustarán si no porque no sabían si llegarían a gustarme. Suena como una infancia y pubertad solitarias, pues lo fueron. No me arrepiento en realidad, tengo lindos recuerdos de mi niñez y me gustó sentirme sola, me dio tiempo de quererme a mí misma y darme tiempo.

Conforme fui creciendo la gente se me siguió acercando, en busca de una amiga, claro, yo decidí ser amigable por primera vez en mi vida y dejarlas ser mis amigos. Fue la mejor época de mi vida. Hice amistades fuertes, reí, lloré y me divertí tanto, incluso en medio de toda mi soledad voluntaria, ya no me sentía así. Ni siquiera cuando mis amigos tenían pareja, a mí no me importaba, me emocionaba con ellos, aplaudía sus pequeños logros y sufría con ellos cuando se les rompía el corazón. Nunca tuve una verdadera necesidad de una pareja, las sentía innecesarias, “sufrimiento innecesario” solía decir.

Todo empezó a cambiar cuando tuve mi primer pequeño enamoramiento hacia un chico que siempre me encontraba. El nerviosismo, aceleramiento en el corazón, más nervios de los usuales, tartamudeo, había leído y visto tanto las señales que me parecieron familiares la primera vez que los sentí de primera mano. Uno pensaría que mi política de estar sola fue echada por el inodoro cuando recién me di cuenta de mi pequeño enamoramiento, pero no fue así. Ni estuvo cerca de estarlo, mi enamoramiento no estaba ni cerca de ser importante, eso lo aprendí después, eso no evitó que en el momento enloqueciera. Solía negar mis sentimientos y actuaba enojada todo el tiempo cuando alguien hacía una mención siquiera, hubo un tiempo donde confundí mi actitud negativa con desprecio. Mientras mis amigos me alentaban a hablarle, a tratar de conquistarlo, a arriesgarme a quererlo y por un segundo llegué a considerarlo, entonces me di cuenta que no valía la pena el riesgo, o al menos eso me dije. Así que me hice su amiga, manteniendo mi distancia, hasta que eventualmente, lo olvidé.

Parte de mí odiaba a la parte que hacía eso, pero firmes palabras siempre eran reproducidas en mi mente: es lo mejor. Una y otra vez, siempre me lo repetía hasta que, finalmente, me lo creía. No entendía quién me había roto tanto como para convencerme que no valía la pena una relación, solo sabía que no la necesitaba y que el amor sería mi perdición.

Entonces el amor, el verdadero amor, tocó mi puerta, sin que yo lo pidiera, sin que yo lo quisiera y... pude confirmar lo que ya sabía.

 



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En el texto hay: pasado, drama, amor

Editado: 12.04.2020

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