Mi último deseo

Capítulo 9: colinas, piscinas y paz.

En cuanto desperté nuevamente, me sentía mucho mejor. La doctora dijo que podía irme, pero que tuviera cuidado de ahora en adelante, que no precipitara mi final. No hace falta decir que me disculpé por mi comportamiento brusco, pero decidí ignorar su charla motivacional para evitar que mi buen humor cayera. Zachary fue amable en todo momento y me pidió múltiples disculpas, alegando que era su culpa por no recordar que cargo con sólo un riñón. Por más que traté de convencerlo de lo contrario, no paró hasta que acepté los chocolates que me ofreció como tregua.

Mientras yo dormía, se ocupó de buscar un hotel lo más cercano posible a los lugares donde quiere llevarme, sin importar el costo. Así terminamos en una habitación de lujo, en un hotel de cuatro estrellas y con una piscina en nuestro balcón. Es hermosamente caro y lujoso, lo que me llevó a quejarme sobre el costo y decirle que podríamos ir a otro más sencillo. Pero seguimos aquí, disfrutando de la suavidad de las almohadas y lo acolchada que es la cama para dos personas.

- Quiero llevarte a un lugar por la tarde -Zachary habla bajo, casi adormilado-. Tal vez te guste, tal vez no, pero creo que es lo que necesitas.

- Entonces llévame, confío en ti -volteo a verlo, encontrando su rostro adormilado-. No me digas nada y sólo llévame, así la sorpresa se mantiene y, tal vez, el lugar me enamora aún más.

Me quito los zapatos con los pies y me arrastro hasta acurrucarme en la cama, observando sus facciones. No había notado el lunar que descansa sobre su ceja derecha o la pequeña cicatriz que adorna su labio inferior. Tampoco la rojez a un lado de ésta, así que llevo mi mano hasta el lugar y acaricio esa pequeña herida. Mi ceño se frunce cuando relamo mis labios y noto una lastimadura en el superior.

- ¿Qué nos ocurrió? -pregunto con curiosidad, lo que hace que él ría sonoramente antes de acomodarse a mi altura.

- Bueno, te desmayaste y traté de ayudarte -él rasca su cabeza con nerviosismo, enterrando su rostro en una almohada y riendo contra ella antes de hablarme desde esa misma posición-. Quise sujetarte antes de que cayeras, así que me acerqué rápidamente hacia ti y tú te me viniste encima. Chocaste conmigo y nos besamos por accidente.

- ¿Llamas a un choque besarse? Me suena más a que casi te parto el labio de un golpe -él vuelve a reír y gira un poco su rostro, exponiendo una mejilla sonrojada.

- Bueno, no sabía cómo llamarlo, así que dije que nos besamos, aunque sólo hubiera sentido como casi me rompes un diente -yo lo golpeo en la espalda, sacándole otro par de risas que hacen vibrar a todo su cuerpo.

Me recuesto de nuevo, observando el techo y lamiendo la pequeña zona irritada. Se siente extraña, más inflamada y sensible que el resto, así que no puedo parar de frotarla con la punta de mi lengua. No sé por cuánto tiempo lo hago antes de que el dedo índice de Zachary pique la zona afectada. Lo observo, notando que trae la cabeza apoyada en su mano y en una altura elevada gracias a su codo flexionado. Me observa, volviendo a picarme la lengua con su dedo en cuanto relamo mis labios.

Él recorre mi rostro y analiza cada una de mis facciones, amasando un par de ideas en su mente. Puedo ver como maquina miles de cosas en secreto, pensando en más de una cosa a la vez. Para cuando noto sus intenciones, él ya se ha acercado y junta nuestros labios. Es un beso suave, apenas si consigue rozarlos con lentitud, y luego se separa un poco. Me observa, analizando la reacción que pueda tener y si está haciendo las cosas bien. Yo recorro su rostro, apreciando la rojez de sus mejillas y sintiendo como mi corazón se estruja.

- Por favor, no te enamores de mí -susurro antes de que vuelva a acercarse, otorgándome un beso extremadamente suave y lento.

Él se inclina un poco más, pegando nuestros cuerpos y rozando mi cuello con su mano derecha. Mis manos acarician su cabello y mejillas, disfrutando de la sensación que dejan sus dedos sobre mi piel. Son fríos y erizan todo a su paso, pero no me quejo. Detengo nuestro beso cuando siento que mi pecho se estruja y soy consciente de que debo ponerme un límite. Es lo mejor para ambos, así que lo rodeo con mis brazos mientras él descansa su cabeza en mi pecho. Sus brazos se deslizan alrededor de mi cintura y ahí nos quedamos, con mis dedos acariciando su cabello y su mano dibujando figuras en mi abdomen.

Sin darnos cuenta, caímos dormidos por un par de horas; las suficientes como para saltarnos el almuerzo que el hotel nos ofrecía. El sonido de su teléfono nos despertó en la misma posición en que nos dormimos, causando que él se apartara sonrojado y fuera al pasillo a atender su llamada. Yo necesité un poco de tiempo para que la sangre volviera a correr por todo mi cuerpo, quitándome la sensación de traerlo completamente dormido. Para cuando me estaba levantando de la cama, Zachary volvió a la habitación y me sonrió amablemente. Ninguno volvió a hablar de los besos que compartimos.

No sé qué tendrá de especial el lugar al que Zachary pretende llevarme, pero le estoy siguiendo los pasos. Me ha llevado por un par de calles, observando los escaparates y comprando un par de recuerdos del lugar. Un poco de ropa extra, suministros para un picnic, medicamentos para cuando comience a sentir dolores y un par de fotos más tarde, llegamos a la entrada de un parque. Desde donde estamos parece inmenso e infinito, abarcando más de una manzana de distancia. Todo, absolutamente todo el suelo está cubierto de un manto tan verde que mis ojos pican. Árboles y flores se reparten por pequeñas secciones esparcidas, luchando para destacar entre tanto césped fresco y reluciente.

Zachary comienza a marchar camino adentro, quitándose sus zapatos y enterrando los pies en la hierba a cada paso. Lo imito con una sonrisa boba, suspirando de gozo cuando muevo los dedos y siento un cosquilleo de respuesta. Él recorre varios metros del lugar, sonriendo como saludo a las personas que se voltean a verlo cuando pasamos a su lado. Le es natural ser amable y las personas parecen contagiarse de la bonita energía que se respira en el lugar, puesto que todo me sabe a armonía.




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