Mi último deseo

Capítulo 11: crucigramas, comidas y sarang

Zachary vuelve a sumergirnos en la carretera, tomando paradas en moteles y estaciones de servicio para que podamos estirar las piernas y descansar un poco. Hay noches de tormentas, otras de risas, durante un par de ellas miramos las nubes y estrellas surcar el cielo. También disfrutamos del otro, nos dejamos llevar por la pasión y concretamos momentos de encuentros explosivos. No sé qué somos, tampoco importa demasiado, porque sólo estamos disfrutando del momento. ¿Acaso no puede ser mi mejor amigo y mi novio al mismo tiempo? Las etiquetas están sobrevaloradas.

Ésta vez menciona el hecho de que vamos a ir a un lugar especial a dejar nuestras huellas. Me dio algunas pistas como respuestas a mis preguntas, así que es algo que tiene que ver con el arte. Nunca fui una profesional del dibujo, pero tampoco creo ser demasiado mala. Quiero decir, puedo dibujar árboles y flores y paisajes modestos, pero nunca al nivel de los grandes artistas que colocan sus obras en prestigiosos museos. También tomé algunos cursos y clases, pero dudo mucho que alguien quiera exhibir mis obras de arte.

- ¿Alguna vez llegaste a amar tanto a alguien que duele? -le pregunto, siguiendo con la idea de conocernos mejor.

- Si te refieres de forma amorosa por otra persona que quisiera tener a mi lado y planificar cosas a futuro, no, aún no. Pero sí amo a mis padres, amé a los amigos que vinieron y se fueron, a quienes lograron enseñarme cosas y también a las personas que dejaron huellas en mí. Amo a la naturaleza, el hecho de poder seguir respirando, de ver, de poder sentir sabores y olores deliciosamente familiares todos los días. El amor puede venir en pequeñas o grandes cantidades, de quien más deseas o incluso en las situaciones menos esperadas. El amor está en todas partes, sólo debes saber verlo y tratar de sentirlo -él me mira de soslayo, comprobando que me he quedado un tanto anonadada-. ¿Qué? -pregunta con una sonrisa pintada en la cara.

- Nada, sólo me pareció bonita tu forma de ver el amor -comento a la ligera, enfocando la vista en el camino mientras seguimos preguntándonos cosas triviales.

Cuando hemos entrado a la próxima ciudad, Zachary menciona que vamos a almorzar en uno de sus lugares favoritos antes que nada. Eso confirma mi teoría de que ya había estado en este lugar, tal vez incluso ha recorrido sus calles más de una vez. ¿Habrá ayudado a alguien enfermo, a una persona que llevaba mucho tiempo tratando de cumplir un sueño o sólo tiene a una persona especial por estos lados? Quizás se lo pregunte cuando estemos almorzando, sólo para tener un tema de conversación y... ¿a quién engaño? Quiero saberlo para satisfacer mi curiosidad.

Nos detenemos frente a un local que está decorado de rojo y verde, con algunos detalles en negro y múltiples panfletos de promociones adornan su vidriera. Zachary baja del auto y me conduce al interior, siendo envueltos por el aroma de varios platillos. Inspiro profundamente mientras camino detrás de mi acompañante, deleitándome con los olores de las salsas y frituras que se desprenden desde la cocina. Hay varias mesas circulares que se reparten alrededor de una larga barra, donde una chica termina de tomar un par de pedidos y nos sonríe como saludo. Zachary pregunta si hay alguna mesa libre mientras yo observo todo a mí alrededor.

- Abigail, sígueme -dice Zach, tomando mi mano y caminando hasta una mesa desocupada. Yo termino sentada de espaldas al pasillo de los sanitarios y puedo ver al resto del local sin problemas.

Una música electrónica está sonando a un volumen bajo, permitiendo que las personas puedan charlar sin problemas. Un par de televisiones muestran vídeos musicales, noticias, deportes y dibujos infantiles. Lo que me parece extraño es que nadie tiene comida frente a sus narices, pero reposan tranquilamente en sus asientos, como si estuvieran cocinando todas las órdenes al mismo tiempo. ¿Por qué no vino ningún mesero a atendernos?

- Oye, Zach, ¿por qué nadie viene a preguntar qué deseamos comer? Además, no veo ningún menú aquí, sólo los vasos de agua fresca que te dieron en la barra -él sonríe, pero no puedo evitar que mi ceño se frunza aún más.

- Sucede que llegamos justo para la hora más deseada de este lugar -se acomoda en su asiento y sube las manos a la mesa, comenzando a gesticular con emoción-. Tienen la tradición de hacer concursos donde el ganador principal se lleva la comida gratis, incluida la bebida y el postre. El segundo lugar obtiene un descuento en lo que desee, el tercero otro y así hasta el último lugar. Para eso, realizan diferentes juegos de agilidad mental.

Cuando termina de explicarme, la música se detiene y las personas se silencian. Poco a poco va aumentando el sonido característico que tienen los videojuegos para celebrar el inicio de una batalla. Luego, desde la cocina, comienzan a desfilar personas con la vestimenta del lugar, portando bandejas en sus manos y dando un par de vueltas a medida que van depositándolas en la barra. Hay una chica que los coordina, bailando un poco, aplaudiendo y esperando el momento para hablar a través del micrófono.

- Muy buenos días, bellas personas -exclama con efusividad y sacudiendo la mano sobre su cabeza como saludo-. Como ya saben, y para los que no, es nuestra tradición hacer juegos recreativos de agilidad mental para promover la estimulación cerebral, reírnos un poco y ganar descuentos en algo tan maravilloso como los menús de hoy -señala con su brazo hacia la barra mientras los meseros van quitando las tapas de las bandejas que ocultaban la comida.

Hay variedad de alimentos, desde hamburguesas hasta batidos de varios sabores y colores. Un niño de una mesa cercana a la nuestra sacude el brazo de su padre y le pide el menú cinco, el cual incluye un pastelillo con la figurita de un gatito coronando la crema decorativa. Yo también lo pediría si los helados del menú ocho no me estuvieran mirando como si les debiera dinero desde hace mucho tiempo. Conozco esa mirada porque es la que mi abuela usa con su vecino, quien siempre le pide cambio para las máquinas expendedoras que instalaron en el gimnasio al que asisten. Estas sólo ofrecen barras nutritivas, por supuesto.




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