Mi vida con Emmett Cullen

Luz de luna

Tres frías noches transcurrieron desde el nuevo año, y había logrado encontrar un equilibrio entre mis emociones gracias a ese beso inmortal que bloqueó cada mal recuerdo y sensación… Emmett, el vampiro que logró cambiar mi existencia, para bien o para mal, eso es algo subjetivo.

Aquella noche la recuerdo muy bien por la luz de luna que entraba sin ninguna sutileza por mi ventana, mostrando la claridad de la noche en su esplendor, y manteniéndome al margen de cada sombra que pasaba gracias a algún transeúnte o aves nocturnas. Me fue difícil conciliar el sueño, y cuando mis ojos ya no se mantuvieron más abiertos, un extraño golpe se escuchó en mi ventana, e inmediatamente lo confundí con mi sopor, pero bastante lejos estaba de ser mi imaginación…

El golpe se repitió pero un poco más fuerte ésta vez. Me senté en la cama para echar un vistazo alrededor, topándome con la ventana y su escalofriante silueta.

-¿Emmett? –Pregunté bajito, rogando que aquella sombra fuese él, inclusive dentro de lo perturbador que era tenerlo en mi habitación a esas horas.

-Ángel, soy yo. –Su melodiosa voz de muchacho travieso me alivió las palpitaciones, y con un salto de la cama llegué a mi ventana, abrí el seguro y le dejé pasar.

Su abrazo fue instantáneo y mutuo, enterrando su cabeza en mi cuello, hasta que se alejó, seguramente por la tentación. Estaba feliz de verme, lo podía asegurar. Sus hoyuelos se marcaron profundamente en cada mejilla, y los ojos dorados le brillaban bajo la luz de la luna.

-Te he extrañado, Drácula. ¿Dónde has estado? –Bromeé.

-Ya sabes, durmiendo en mi ataúd y peleando con otros murciélagos. –Se mofó de vuelta. –He tenido que salir con Carlisle. –Su rostro repentinamente cambió, de las bromas a la seriedad, llegando incluso a fruncir su ceño levemente. –Hemos tenido una buena plática.

-¿Qué clase de plática? –Inquirí, sabiendo de fondo que yo fui mencionada en esa conversación.

Emmett dudó un momento, y antes de hablar, se detuvo, al verme con mi camisa de dormir, descalza y expuesta. Cerró la ventana con cautela, y volvió a su posición, acariciando mi mejilla con sumo cuidado, y yo me estremecí con su gélida piel en comparación al abrazo anterior: Ésta vez comencé a preocuparme.

Se acercó un poco más a mí.

-Carlisle dice que no es apropiado. Que debo alejarme. –Susurró sin dejar de mirar mi boca, perfectamente iluminado por la luz de luna que se asomaba en mi ventana.

-Entonces aléjate. –Murmuré rozando sus gélidos labios, sin llegar a tocar nuestros cuerpos, apenas respirando el aire del otro en una peligrosa cercanía.

-Sabes que no puedo. –Dijo con una mueca de dolor, como si por fin hubiera confesado lo evidente.

-Me siento peligrosamente atraída hacia ti. No se si es alguna cosa que haces de vampiro, o qué…

-No, no, no. –Emmett sonrió divertido. –Para nada. No tengo ningún don como eso, ni conozco a nadie que lo tenga. –Se encogió de hombros. –Pero no creo que haya alguna clase de poder en esto, ya que yo también me siento así contigo, y carajo que no puedo evitarlo por más que me lo expliquen. –Pareció molestarse consigo mismo, alejándose de mí.

Le seguí.

-Ven.

Tomé su mano con timidez y él dudó un momento, pero se dejó llevar hasta la cama, donde nos sentamos sin dejar de mirarnos el uno al otro, y sin soltarnos las manos. Dejando pasar unos segundos considerables, mi cuerpo se acercó al de él, llegando a rozar nuestros rostros, contemplándonos como la octava maravilla del mundo, haciendo contacto con nuestro aliento, y el tenue rubor de mis mejillas parecía aumentar de acuerdo a la acortada distancia.

Llevé mis labios carnosos a su boca, con sutileza, hasta que él se acostumbrara a mis labios nuevamente, y entonces me besó de vuelta, colocando su mano en mi mejilla y cuello, para atraerme a él.

Se separó de mí.

Lo miré desconcertada, pero luego Emmett, con la mirada algo dudosa, se sacó la camisa de dentro del pantalón, y sin esperar más, la sacó por su cabeza, exponiendo su glorioso cuerpo iluminado, níveo, tallado por los mismísimos dioses; en detalle cada músculo que el cuerpo de un hombre podía tener, tan Adonis. Tuve que recordarme a mí misma como mantener la compostura y controlar esas hormonas humanas, pero fue imposible con el beso que recibí a continuación, seguido de que yo, entregada a la pasión que mi cuerpo reclamaba, me dejé caer sobre la cama, y encima él.

El cuerpo semi desnudo de Emmett se sumergía en mi camisón, tocando todo lo que había a su alcance. Tomó mis piernas y levantó la tela, recorriendo su mano por mi piel, hasta llegar a los muslos y tocar lo que era mi ropa íntima, erizándome por el frío contacto y el abrumo de la excitación.

Dejó el camisón a la altura de mis caderas y deslizó mi calzón con apuro hasta mis tobillos, volviendo a tomar su posición entre mis piernas que lo abrazaban tímidamente. Tomé su rostro con mis manos, intentando frenar un poco al vampiro que deseaba poseerme con desesperación, pero sus ojos sólo tenían campo visual a mis senos cubiertos, los cuales fueron expuestos cuando sus manos rajaron la tela blanca de mi camisón, quedando al descubierto mi pecho hasta el ombligo. Gemí inconscientemente ante las nuevas sensaciones que me hacía sentir, pero no pude evitar sentirme asustada por los hechos. Yo no era así, pero Emmett lograba seducirme sin vuelta atrás.

Mis manos se posicionaron en sus hombros y brazos, como intentando controlar sus movimientos, lo que fue en vano. Emmett llevaba el control de la situación y comenzaba a asustarme un poco.

Su excitación se hacía más prominente por la delgada tela de su calzoncillo de media pierna que nos separaba, y no sentía la fuerza física suficiente para detenerle.

-Emmett – Logré soltar en un jadeo dudoso, que podría interpretarse de mil formas, y el vampiro lo tomó como una pasantía. Apoyó una de sus manos sobre la mía y la acorraló contra la cama y provocando un ligero dolor en mi muñeca.



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En el texto hay: decisiones, amor, dolor

Editado: 29.08.2023

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