Mi vida con Emmett Cullen

Rosalie

Querido diario, no puedo decir que me haya arrepentido de los sucesos narrados, ni de las decisiones que tomé, las cuales me han llevado a estar aquí ahora, seis décadas después. Mis memorias humanas son cada vez más nubladas, borrosas, y agradezco aún tener la movilidad de mis dedos para escribir en éste diario, que contiene secretos que sorprenderían a los descendientes de los King, secretos que revelarían al mundo grandes mitos como el vampirismo, y secretos de una mujer que amó a su marido más que a nada en el mundo, pero que también guardó en su corazón un profundo amor oculto.

Nunca más volví a ver a Emmett ni a su familia, no después de aquella noche en el muelle donde mi humanidad ganó la batalla. No pude negar el fuerte deseo que tenía de ser madre, de tener una familia propia, de ser llamada "mamá" o "abuela". Lo logré. Logré enamorarme, de una forma humana, de una manera mortal, no eterna. Nunca lo haría, nunca amaría mil años, pero sí lo hice por décadas, en secreto, en un recuerdo, en el silencio de mi mente donde nadie podría saber de él. Mi vida con Emmett Cullen había sido tan breve, y sin embargo, me cambió, me marcó y me destinó a lo que hoy soy, y a lo que siempre seré.

Ahora solo existía en mi mente, como un lejado recuerdo de lo que fue el vampiro que amé.

A mis 82 años, sentada en mi cama, con una colcha tejida a mano por mí, exhausta por la irremediable vejez, contemplo una foto de mi preciosa juventud, preguntándome cómo habría sido mantenerme con 18 eternos años. Me conocía, y sabía que le terminaría reprochando a él, o a mí misma el no poder tener una familia propia, por mucho que lo amase, por mucho que él me amara.

Junto a aquella fotografía, le seguían otras enmarcadas, de mi matrimonio, el primero de mis hijos, mis cuatro hijos ya crecidos, le seguían los nietos, y el único bisnieto que alcanzaré a conocer. Era una gran familia, sin duda, pero ya habían marchado todos, y sólo me quedaba el recuerdo, las visitas, y el secreto del vampiro.

64 años después, arrugada y canosa, cansada, era llamada por un amor humano desde el otro lado. Mi WillIan, que me esperaba hace tres años en donde quiera que fuéramos al morir, había sido un gran hombre, tal y como Emmett y Edward resaltaron. Fue sin duda un largo tiempo el que me esperó, en donde tuve que asumir la partida del primer amor, y el encuentro de uno nuevo, pero en cuanto decidí entregarle mi mano en matrimonio, todo se hizo más fácil, aunque no faltaron noches en que miraba a mis hijos dormir e imaginaba un pequeño Emmett entre mis brazos, con rulos oscuros en vez de rubios… Pero era el tremendo respeto que le guardaba a Will el que bloqueaba esos pensamientos, y volvía a la cama a abrazar a mi marido.

Aprendí a amar a Will de una forma razonable, estable, pero Emmett se había calado en mi ser para toda la eternidad, o lo que durara mi vida. Lo sé, porque no era necesaria una foto suya enmarcada para repasar su rostro de mármol en mi mente, una y otra vez, sin perder un solo detalle… Podía sentir su aroma, tu gélido tacto, sus labios.

Emmett Cullen, ¿dónde habrás estado todo éste tiempo?… .



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En el texto hay: decisiones, amor, dolor

Editado: 29.08.2023

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