— Mierda— Exclamó el chico al verse descubierto.
— ¡Tiene un cómplice, atrápenlo! — El ángel rubio ordenó.
Mierda, mierda, mierda, pensó el demonio, evitando las balas que se dirigieron en su dirección tras aquella orden. Estaba en serios problemas.
— ¡Yo no soy su maldito cómplice! — Gritó, molesto.
Algunos demonios y ángeles habían comenzado a subir las vigas para atraparlo. Maldición, iba a salvar a Markus, pero solo para tener el placer de matarlo él mismo con sus propias manos. Tiró del collar en su cuello, dejándolo caer, antes de decidir intervenir.
De un momento a otro, los presentes lo perdieron de vista, una sombra rápida y difícil de seguir le reemplazó, camuflado en la oscuridad de la noche. Se escucharon gritos por toda la habitación, y el golpe seco de los cuerpos cayendo al suelo desde gran altura. Uno a uno, fueron cayendo bajo sus garras.
El ángel rubio al notar que sus compañeros eran abatidos con tanta velocidad decidió terminar el trabajo. Estaba por hundir la daga en la cabeza de su enemigo, cuando una mano lo detuvo.
— Esa presa es mía— Una voz aterradora susurró a sus espaldas, antes de ser lanzado con fuerza hacia atrás, golpeando al ángel contra las vigas metálicas del lugar, las cuales se quebraron.
Markus se quedó quieto cuando una mirada azul furiosa se cruzó con la suya. Sabía que alguien le había seguido, pero no había intentado nada al ver que su presencia era inofensiva, pensando que sus superiores habrían enviado a alguien para respaldarlo, pero se había equivocado por completo.
Keid quien estaba completamente molesto al verse envuelto en una lucha que no era la suya, rodeado por magia oscura y exponiendo sus cuernos negros sobre su cabeza, tomó al ángel de la camisa y lo alzó. Emitió un ligero gruñido cerca de su garganta expuesta. Podía despedazarlo ahí, sería fácil y rápido, sin embargo, aquello no estaba dentro de sus planes.
Necesitaba a Markus, por muy molesta que fuera la idea. Lo dejó en paz.
El ángel cayó al suelo, no había duda, podía olerlo, su compañero de banda era un demonio y uno muy poderoso, a decir verdad, tanto que ni siquiera él o Diana juntos, podrían derrotar algo así…
— Maldición, se supone que esto no iba a ser así, iba a extorsionarte, no salvarte y terminar tu maldita misión— Él expresó frustrado, revolviendo sus cabellos negros.
— Eres un demonio— El chico susurró.
— Claro que lo soy ¿Qué otra criatura podría hacer lo que hice? — Él soltó con sarcasmo. Para luego darse cuenta de que uno de los ángeles aún seguía vivo— Bueno, ya que estamos ¿Qué necesitas saber de tu enemigo?
— ¿Qué?
— Ese ángel rubio sigue vivo ¿Qué necesitas saber?
— Nada, solo debo asesinarlo, fueron mis órdenes — Markus se encontraba algo aturdido.
— Típico de ustedes, no piensan más allá— El chico bufó, para luego acercarse al ángel malherido al otro lado de la habitación, y desarmarlo. Cuando vio la sangre brotar de su cabeza y las vigas rotas, supo que se había excedido un poco— Es obvio que este estropajo es solo un peón de un juego mucho más grande. Las armas que venden ni siquiera son las originales— Expuso.
Markus recogió su lanza y se acercó al baúl ante aquel comentario, lo abrió, el demonio tenía razón, eran imitaciones.
— Las armas sagradas reaccionan a sus pares, ese baúl está lleno de ellas, y ninguna brilla o reacciona, incluso ahora que tu lanza está cerca. Es claro que son falsas— Comentó, agachándose a la altura del herido, moviendo su rostro, en un intento por despertarlo— Pero no todos los demonios conocen la diferencia, es claro que contaban con que “Golden Dagger” no supiera diferenciarlas.
— ¿Y tú cómo lo sabes? — Markus preguntó con cautela.
— No es algo que te interese saber, céntrate en buscar al líder de esta organización, quizás así contentes a tus jefes, angelito— Él murmuró.
El ángel rubio por fin abrió sus ojos.
— No me lastimes por favor— Susurró asustado al ver al demonio. Conocía sus límites y aquel tipo era monstruoso.
Keid sonrió ante esto, el miedo era bueno en el rubro, hacía que los sujetos hablarán con más facilidad.
— Eso dependerá de las respuestas que obtenga de ti— Él le recordó— ¿Cuál es tu nombre?
— Einer.
— Bien, Einer ¿Quién está detrás de la cortina? ¿Quién es tu jefe?
— Yo no… yo soy…
— Odio que me mientan, Einer— Él acarició las mejillas del contrario con sus mortíferas garras.
Keid no necesitaba armas sagradas o demoníacas, a diferencia de otros, él era su propia arma letal.
Markus observó la escena a una distancia prudente. Sin saber cómo intervenir, el demonio había salvado su vida, pero seguía siendo aquello, un demonio, era su enemigo por naturaleza, pero también era su compañero de banda. Así que, toda la situación era bastante confusa para él.
— Dame un nombre, Einer, es todo lo que pido, y no te haré daño— El chico prometió.
El ángel pareció pensar la propuesta, un solo nombre a cambio de su vida, sonaba justo, luego podría huir.
— Alcor— Por fin murmuró— Alcor es mi jefe. Y es el encargado de hacer negocios con las armas sagradas que robó en el pasado, además de hacer perfectas imitaciones de estas y venderlas a compradores ingenuos.
Keid sonrió.
— Gracias por tu cooperación. Markus encárgate del resto— Le hizo una señal al chico.
— ¡Espera! ¡Dijiste que no me lastimarías!
— Prometí que yo no lo haría, por otro lado, eres el principal objetivo de mi compañero.
Él se apartó.
Markus se acercó, debía terminar la misión sin importar que, por el bien de él y su hermana, y ahora que su objetivo se encontraba debilitado por el demonio, sería más fácil.
Todo fue rápido. Solo tuvo que hundir su lanza, hasta que el objetivo dejó de respirar.