Hogar de los Taylor/ 25 de Diciembre. 02:53 H
Michelle dio pequeños pasos hasta llegar al límite de la escalera con la parte superior de la casa, el camisón blanco que utilizaba le quedaba grande y tenía que caminar con cuidado para no tropezarse. Su corazón aumentaba de ritmo otra vez, sus manos comenzaron a sudar, sentía helada las palmas. El primer escalón lo veía como un precipicio, jamás lo había notado tan alejado pero parecía estar a varios kilómetros de sus pies, no iba a llegar más lejos de allí. Se agarró del barandal para poder alcanzar el primer escalón, cerró los ojos e impulso su cuerpo hacia delante… cayó al primer escalón.
Primero escalón… Piensa en lo que haces, esto está mal.
Segundo escalón… Sola, así te encuentras, no debes bajar sola.
Tercer escalón… Impaciente, podrías haber esperado a que amanezca.
Cuarto escalón… Cada vez estás más cerca, no bajes más.
Quinto escalón… O no, deberíamos llamar a mamá y papá.
Sexto escalón… Puedes volver, deberías de volver.
Séptimo escalón… Ahora detente, debes de pensar las cosas una vez más
Octavo escalón… Termina esto pero ya, deja de caminar.
Noveno escalón… Ayuda. Pide ayuda, no es Santa.
No se movió del último escalón. La voz seria, que antes había discutido con la voz juguetona, sopló frases dentro de su cabeza por cada escalón que bajaba pero era muy tarde, como en su sueño parecía no controlar su cuerpo, había algo más que la arrastraba hacía abajo, quería llegar al final, debía terminar lo que había comenzado. Seguía quieta en el último escalón, su cuerpo pasó de descender con rapidez a permanecer inerte en una milésima de segundo, contemplaba con pleno terror en su cara la oscuridad de la sala. Fijó su mirada en la oscuridad tratando de identificar las formas abstractas que veía desde donde se encontraba. Lo más fácil de relacionar fueron los dos muebles, siguió con los cuadros que su madre había pintado en su juventud y finalizó con el árbol pero había algo más, no lograba saber que era pero una figura salía detrás del árbol. Su respiración cesó por unos segundos, algo sobresalía de la parte trasera del árbol de navidad, parecía ser del mismo tamaño del árbol pero delgado, abrió sus ojos interceptando la mirada de Michelle.
“No es Santa. Ni siquiera es una persona. Es un monstruo y me comerá”, fue lo que pensó cuando bajó el último escalón llegando al piso.
Lo que fuese la sombra que estaba detrás del árbol parecía estar moviendo sus labios, pronto Michelle captó su sonrisa, fue una sonrisa corta pero la notó, logró ser tan escalofriante para que salga un pequeño sollozo de ella. Su mente estaba en blanco, ninguna voz se escuchaba dentro de su cabeza, el silencio en su casa era horripilante, creía estar en otro universo donde el ruido no existía, como si al bajar las escaleras haya cruzado mediante un portal a una pesadilla. ¿Y si era eso? ¿Y si seguía en una pesadilla? Sentía que no podía moverse, por lo tanto debía estar dentro de una pesadilla, tuvo que darse cuenta de eso cuando bajaba las escaleras y no podía detenerse. Se llevó una gran sorpresa la primera vez que se pellizcó en el brazo derecho, volvió a hacerlo aterrorizándose de inmediato, una vez más lo intentaría, el tercer pellizco la levantaría. Levanto su mano izquierda hasta la altura de su brazo derecho y…
-¿Ensas e eto e u ueño?
La voz salía de esa cosa que se acobijaba en las sombras. Hablaba de una manera extraña, pronunciaba unas letras mientras otras las dejaba en el aire. Michelle no recordaba que Santa hablara así, tenía una voz grave pero que inspiraba confianza, más aun cuando preguntaba “¿Qué deseaba para navidad?”. Y no solo era su forma de hablar, movía de manera extraña la boca, parecía exagerar cada palabra.
-Niita… Tú… Niita
-¿Qué…? ¿Quién… Quién e… eres?- Asustada en su totalidad, apenas podía articular palabras.
-Alos… enho alos.
Apareció un brazo por el lado derecho del árbol, con su mano apunto tres cajas que estaban colocadas sobre el mismo tapete que el árbol. La niña bajo su mirada y los observó, analizaba que trataba de decir, le tomó unos segundos comprender.