Cierta vez que hablé con él lo sentí perturbado. Le pregunté que le pasaba y me dijo, con pena, que había ido a una adivinadora y está le dijo que pronto moriría. Lo noté tan preocupado que traté de disuadirlo de seguir pensando en eso; le dije que eran superticiones estúpidas, que él era un hombre sano, joven y que nada hacía preveer que moriría pronto. Él intentó razonar su preocupación; me dijo que nunca temió a la muerte, que siempre la vió lejana, distante; pero, ahora, luego de hablar con esa curandera entendía que nacemos con los días contados y lo que lo trastornaba era la incertidumbre de no saber con exactitud, cuánto le quedaba a él . Yo hice lo posible por qué comprendiera que el no saberlo era una bendición, que así podíamos concentrarnos en vivir la vida; pero el no me comprendió, a partir de ese momento no fue el mismo, el pesimismo fue el centro de su existencia y finalmente el augurio de la bruja se cumplió 2 años después de esa conversación entre nosotros