Cuando tenía 8 años y me preparaban para dejarme en el colegio, una sola vez de tantos días me asomé por la terraza de mi casa. Justo en frente se encontraba el pesebre que mi tía había construido para los niños del barrio, el cual hasta el día de hoy se mantiene. Vi a un niño, no más de 10 años. Llevaba una camiseta rota, calzoncillos, estaba descalzo y algo desaliñado. Me llamaron para ir a desayunar, llamado que atendí con una incertidumbre en mi pequeño pecho.
Al ya bajar luego de una hora, ese chico se encontraba ahí acostado en las bancas. Doña Albita, quien aparte de servir a mi tía por años, es en sí parte de la familia, le pregunta: "¿Niño, qué haces en la calle a estas horas?". Eran las 6:30 a.m. El niño se levantó preocupado y con el rostro inclinado le responde: "Es que no tengo casa". Y Doña Albita, aún sin comprender la situación por completo, le vuelve a preguntar: "¿Y tus papás?". A lo cual el chico, con los pies llenos de barro seco y algunas heridas, responde: "No tengo, señora". Creando un silencio incómodo, Doña Albita decidió seguir su camino, tomándome de la mano como si nada hubiera ocurrido.
No sé si ese chico habría mentido o si realmente fuese cierto, pero aquel día nunca lo olvido. Son aquellos sucesos que se marcan en tus recuerdos. Y aparte de recordarlo hasta el día de hoy, la incertidumbre y lástima que sentí por primera vez a mis 8 años de edad quedaron totalmente marcadas en mí. Y pensé en mí: "¿Si mi tía no hubiese escuchado a su madre y me hubiese tomado bajo su manto, podría estar en la misma situación?". Luego pensé en otros niños y llegué a pensar o a intentar asimilar lo feo que sería tener diez años y no tener a quién pedirle de comer, una cama donde dormir, un techo para cubrirte de la lluvia... Me gustaría poderlo ayudar, pero solo tenía 8 años.
Desde ese día hasta el día de hoy, jamás imaginé verme estudiando Trabajo Social. Pero desde ese día, comencé a querer ayudar a otros niños. Cuando comencé a pensar en qué estudiar, en mis opciones inconscientemente solo había carreras relacionadas con las infancias. Quería Psicología e irme por la rama Infantil. Lastimosamente, para cuando me gradué, los lujos y comodidades se acabaron. Bueno, no caímos en la pobreza, pero ya no podíamos derrochar ni pagar ciertas cosas.
Agregada la llegada de la pandemia, terminé estudiando Sociología en la Universidad del Pacífico. A pesar de ser una buena carrera y aunque llevaba un promedio de excelencia, problemas personales, familiares y de ansiedad me impidieron continuar el tercer semestre. Por circunstancias de la vida, me encuentro ahora estudiando.