El director se puso de pie y observó la pintura minuciosamente. En ella había un niño sonriente entre los brazos de su madre, esperando que esta acercara el biberón lleno de leche y extendiendo las manos hacia arriba. Tras ella, un hombre jubiloso tenía una mano sobre su hombro, mirándola con genuino amor mientras con la otra tomaba la cabeza del pequeño.
Terminada la inspección, apuntó al cuadro con ligereza
-Quémenla.
Y esa fue la última vez que la humanidad supo algo sobre el amor.