Midnight Sun

Capítulo 1

No soy de cristal, no voy a romperme.
 


En ocasiones quisiera saber que le hice a este mundo, a esta humanidad además de ser lo que soy, un vampiro, que mal habré hecho para que nada, absolutamente nada me salga como lo planeo.

Que no puedo ser una chica común y corriente sin colmillos, sin brillantes ojos rojos, sin agilidades y poderes sobrenaturales, vale, lo entiendo así nací y desgraciadamente así moriré, pero que ni siquiera escaparme de mi casa se me permita, definitivamente no le agrado al destino.

─¡Alice! ─ignoré su llamado y continué arrastrando las maletas─. Alice detente ahora mismo, no te atrevas a cruzar esa puerta.

─Es que no lo entiendes verdad mamá, quiero sentirme libre, quiero viajar, ir a la escuela como cualquier chico normal, sentirme viva, humana y normal ─grité desesperada y zafándome de su agarre.

─Sé que es difícil hija, tienes sueños y metas ─debatió─. Pero por mucho que lo ansiáramos no somos normales, asesinamos por hambre y deseo, es nuestra naturaleza, no somos esas simples almas puras que admiras que conviven juntos en la mesa a la hora de cenar, somos depredadores.

Fruncí el ceño enojada.

Como si no lo supiera, mil seiscientos años, es el tiempo que llevo recordándome a cada momentos que soy una máquina producida y ejecutada para acabar con la humanidad, que ella me lo repita, me sobrepasa.

─Crees que no lo sé ─grité─. Durante mil seiscientos años he asesinado personas, siendo prisionera de su sangre porque lo necesito, pero no porque lo quiera ─comencé a sollozar─, necesito salir de este lugar, irme lejos, tener una maldita vida normal.

Muchas personas matarían por estar en mi lugar, quisieran todo el poder y agilidad de un vampiro, muchos creen que es genial ser lo que soy, pero todo tiene un precio a pagar, el mío es vagar de pueblo en pueblo, ciudad en ciudad, alimentándome de la sangre de los humanos, para luego huir y evitar ser cazada. Esto para cualquiera podría ser considerado un don, un regalo, algo maravilloso, pero para mí es…es una maldición, una condena.

Soy esclava de mi vida, de mi misma, del destino.

─Lo siento mucho en verdad
Intenta abrazarme pero me retiro, a lo que la hago encolerizar.

─Ya basta, te dejas de estupideces, subes a tu habitación, empacas todo y mañana mismo nos vamos a Baltimore.

─No madre, estoy harta de huir y ocultarme, de deambular de aldea en aldea, asesinando y desapareciendo. Lo siento pero ya no…yo ya no puedo más, me asquea el solo pensar en…en todo esto, ya no quiero o mejor dicho nunca he querido ser así ─cogí mis maletas y giré el pomo de la puerta dispuesta a salir.

Siempre lo mismo, siempre permití que me arrastraran de un lugar a otro, que me encerraran por miedo a lo que me harían por ser lo que soy, siempre dejé que me manipularan y manejaran. Pero hasta hoy, ya no seré más un objeto, no seré más algo que necesita ser cuidado y protegido, soy un monstruo de todas formas, a mi es a quien deben temer.

No soy un cristal, soy un puto hierro.

─¡Alice! ─vuelve a rezongar─. Ven aquí.

Suspiré agotada.

─Adiós madre ─susurré.

Sé que debo volver y disculparme, que sepan que los he extrañado mucho, pero también que sobreviví sin ellos y demostrarles que podemos llevar una vida común, sin problemas ni peligros, que podemos intentar dejar atrás toda esta vida comenzar desde cero, ser nuevas y mejoradas versiones de nosotros mismos, que podemos ser libres.

El camino desde Paris hasta acá, Fillestom, Cleveland se me hizo muy largo y cansado, para encima pasarlo preocupada y nerviosa puesto que no sé como tomarán el hecho de que vuelva, han sido cien años, cien años en los que no hemos sabido nada unos de otros sumando mi conducta al irme, me atraparon cuando pensaba escapar y luego después de una fea discusión y marcharme bruscamente, pero entiendan era, es decir soy una adolescente, ya no pienso de la misma forma, pero me ahogaba la forma en que vivía. Necesitaba huir.

─Señorita.

Pero he madurado, mala decisión que tomé no fue la correcta pero si necesaria, no es justo no poder elegir lo que quieras ser, a tu manera, como tú quieras, no seré más una marioneta, un juguete del destino, he decidido cortar los hilos y ser independiente y veladora de mis acciones y decisiones.

─¿Señorita me escucha?.

En todo el camino a la nueva localización de mis padres, la cual no se me hizo nada fácil para encontrar, no hacía más que dar vueltas a mi cabeza sobre si la decisión de volver a verlos era la adecuada, mientras tarareaba inconscientemente un clásico del rock Nirvana- Smells Like Teen Spirit.

─Óigame niña no tengo todo el día, págueme y bájese del auto.

De no ser porque el chofer del taxi casi me saca a patadas ─pero no antes de que le pagara claro, muy simpático─ no me di cuenta de que había llegado, vaya manera de comenzar esta aventura.

Siento que me he equivocado de dirección.

Frente a mi observaba una enorme casa estilo español, pintada con diferentes tonalidades de marrón, simple y moderna, es muy raro mis padres nunca se hubieran alojado en una casa así, es demasiado para ellos, incluso estar a menos de un kilómetro de distancia del resto del mundo es mucho para ellos.

La puerta de la casa se abre y se asoma una persona en particular.

─¡Hermana! ─corre a mí y me abraza.
Mi hermano siempre ha sido mi confidente, así que no pude evitar contarle sobre mi llegada, al igual que mi primo aunque hace tiempo que no puedo contactar con él.

─Me aplastas bruto ─hice un mohín de molestia con los labios.

─Perdón ─odio esa cara de cachorro abandonado.

No había sido hasta ahora que me percataba de cuanto lo extrañé, de cuanto me hizo falta verlo, de ver esas muecas extrañas que hacía cuando se enojaba, de sus sonrisas que podrían parar una guerra o a su vez causarla, esos ojos grises, ese pelo castaño, su piel tan pálida y su cuerpo tan esbelto y alto por el cual no dudo muchas chicas deben haber peleado, admito muy orgullosa que mi hermano es todo un dios griego.




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