Un pastel y dos cafés.
Harry.
Llegamos al café en poco tiempo, estaba muy cerca de su casa, ella iba vestida tan simple pero aún así no podía negar que se veía jodidamente hermosa y tampoco negaría que estaba nervioso, no sabía que me estaba sucediendo. Desde que la vi en la mañana no pude parar de pensar en ella y tampoco pude evitar la necesidad de estar cerca suyo, nunca me había sentido así con una chica y créanme por mi habían pasado tantas, altas, morenas, rubias, con un cuerpo envidiablemente delicioso y jodidamente buenas en la cama, pero esto era raro, no se sentía como amor más bien era una necesidad.
Sentía mi cabeza fuera de aquí, en un lugar muy lejano a esta realidad, mi corazón latía desbocado como si estuvieran a punto de matarme pero se sentía bien sentirse así y ni hablar de las mariposas en el estómago.
Es como un cliché.
Se ha de estar preguntando el porqué la miro, debo verme como un estúpido o acosador o que se yo, pero me es inevitable no hacerlo porque en ella hay algo especial, atrayente.
Pero debo reprimir esas ansias tan raras, no quiero asustarla y alejarla.
─Es muy bonito el lugar ─comentó ella mientras observaba alucinada el café.
Quise que este fuera el lugar de la cita, si se le puede llamar de esa forma, porque era un lugar magnífico y especial. Es mi lugar favorito del pueblo, donde suelo venir cuando quiero tomar un buen café o comer un pastel de chocolate, aquí hacen los mejores. Y además el ambiente es muy tranquilo y relajado, es perfecto para que estemos a gusto y nos conozcamos.
─Si ─asentí─, y hacen unos pasteles de chocolate de maravilla, deberías de probarlo.
Al instante note como se le iluminó el rostro al mencionar la comida y tuve que reprimir una tonta sonrisa de lo tierno y chistoso que me parecía.
─Me encantan los pasteles y el chocolate, bueno la comida en sí.
Infló sus cachetes y casi muero de lo hermosa que se ve cuando lo hace, joder.
Desvié la mirada rápidamente y busque con la mirada a la mesera y pedí los pasteles y los jugos, mientras Alice me contaba sobre ella y su familia.
Me encantaba oír su voz y verla y sentirla tan animada, aún no comprendía que me estaba sucediendo, tal vez me había drogado o estaba alucinando pero sentía algo demasiado fuerte y ¿especial?.
No sabía en esos momentos que era.
─Tenías toda la razón ─habló rápidamente para llevarse otro trozo de pastel a la boca─. Están riquísimos.
Ya iba por el cuarto trozo y aún los comía como el primero, no había conocido hasta ahora a alguien que amara tanto la comida como yo.
─Pareces muy hambrienta, te pediré otro ─vi sus mejillas encenderse de la vergüenza y sentí unas incontrolables ganas de reír que reprimí como si mi vida dependiera de ello.
Negó rápidamente aún con las mejillas coloradas.
─No, no hace falta ─soltó el tenedor y apartó el platillo─ es solo que está deliciosos y no pude evitarlo.
Ya no pude aguantarlo más y reí, reí como nunca en la vida sin importar la mirada rara que me lanzó.
─Perdona ─hablé luego de estar calmado─. Puedes comer cuanto quieras, a mí también me provoca comer más.
─No, no ya creo que llegué a mi limite ─me regaló una sonrisa desvergonzada.
Pedí otro pastel para mí y dos cafés más para seguir charlando. Teníamos más en común de lo que imaginé, al fin podría hacer algo con una chica que no fuera beber alcohol como si no existiera un mañana y tener sexo.
─Ya te conté todo sobre mí ─aunque así lo dijera sabía que algo no me decía pero estaba bien, apenas nos estábamos conociendo─. Ahora cuéntame sobre ti.
Esa sería una gran charla interminable.
─Preferiría no hacerlo ─acoté.
Hablar sobre mi familia no era algo que me agradara, en realidad hablar sobre mí era algo que sentía demasiado íntimo.
Me lanzó una de esas miradas que dicen "eso ya lo veremos". Suspiré y no quedándome de otra tuve que contarle.
─Está bien ─suspire y ella sonrió triunfal─ pero lo resumiré.
No quedo muy satisfecha con mis palabras pero no le quedaba de otra así que solo asintió ansiosa.
─Vale, nací el 20 de mayo en Atlanta, tengo un hermano menor de nueve años que se llama Erick, mi madre se llama Samanta y trabaja como diseñadora de interiores junto a mi padre Marcos que es arquitecto y dueño de la empresa. Me encanta el fútbol, las carreras de coches, los videojuegos ─ella solo me escuchaba y asentía─ la comida de todo tipo, la buena música y los libros.
Su rostro se iluminó, debió de idealizarme como un chico perfecto.
─Así que lees ─preguntó con interés.
Asentí.
─Interesante.
Sabía que ella amaba la lectura al igual que yo, la música, la comida, era mucho lo que nos complementaba y esa vibra rara entre ambos desde la mañana que me hacía sentir en los cielos.
Cálmate, no lo hagas, no… mierda.
Me dejé llevar por el fuerte impulso y los deseos de besarla. Me había aguantado desde que llegamos pero no lo pude soportar más tiempo y solo actué.