Nervios incontrolables.
Aro
Vivo, sí, estoy vivo. Y eso es gracias a Mara, esos malditos perros nos hubieran hecho puré, y no me gusta el puré, aunque no creo que yo mismo pudiera probarme... en fin estoy vivo.
─No sabes cuánto te agradezco lo que hiciste por nosotros ─besé su mano, en verdad ella no sabía cuánto le agradecía su ayuda, realmente.
─Que quieren ─pregunto Klaus, veremos cuánto le dura la valentía.
Contaba los segundos que restaban antes de que comenzara a retroceder lentamente, hasta quedar detrás de Alice, o de mí.
Me regocijaría de esto más tarde, ahora debía velar por mi vida.
─No más queremos divertirnos un rato, y ustedes son perfectos para eso ─mostró sus... sucios y afilados colmillos.
─Y por qué mejor no te lavas la boca, o te duchas mejor, hueles horrible ─reprimí una carcajada, más por los nervios que por el comentario de mi hermana. Ambos se metían en terreno pantanoso, así que decidí ser el sensato esta vez y guardar silencio.
¿Cobarde?, tal vez, pero debía pensar que era mi instinto de supervivencia, que actuaba por mí.
─Muy graciosita tú, pedazo de murciélago ─ladró, todos sus sucios acompañantes rieron, aunque mis acompañantes y yo no entendimos el chiste.
─Eh, eh tu, perro sarnoso de mi prima no te burlas ─gritó Klaus.
La verdad es que me había sorprendido de que aún permaneciera firme en su lugar, enfrentando a los perros, me sorprendía.
Pero no dejaba de ser fiel a mi idea de que en cualquier momento aflojaría su posición. Incluso Alice ya había retrocedido bastante del peligro.
─Que dijiste ─dio un paso adelante, enfurecido.
Mierda, esto no es bueno.
─Dije que...
Aquí vamos.
¡Madre mía!, me lo esperaba, lo que no me esperé es que incluso así me emocionara.
Y lo siguiente, fue un golpe en el rostro de mi primo por parte del perro al que ofendió, que si no iba a hacer nada... no pues él solito se metió ahí y solito iba a salir, además la pelea no se ve tan mal solo unos cuantos moretones, arañazos y mordidas, oh y sangre, todo muy normal.
Soy una muy mala persona, y lo sé, no puedo hacer nada.
Además mi hermana no parecía que haría algo estaba... la busqué y busqué, hasta que la vi en las garras de dos de ellos, mierda se la estaban llevando y a mí, me ignoraban como si no estuviera allí, no sabía si sentirme ofendido porque no reparaban en mí, o agraciado por estar libre de cualquier daño.
Dudaba sobre que hacer, dos se la llevaban pero estaban rodeado de más de diez, no podría, sería inútil en toda cuestión, eran incluso más fuertes y grandes que yo, que parecía espaguetis.
Nota mental: Si salgo vivo, ir al gym.
En ese momento donde creía que todo estaba perdido y no viviría para contarlo a mis nietos, llegó mi salvadora, Mara y con un par de conjuros los debilitó y ahuyentó, cabe decir que es grandiosa con sus habilidades.
Tomen eso perros... o mejor dichos perras.
Y bueno esa es la historia, más o menos, no soy muy detallista que digamos lo bueno es que gracias al altísimo estoy vivo.
─Ay no seas bobo no hay nada que agradecer ─sonrió como de costumbre, Mara era una mujer alegre.
─Pero...
Me calló con un gesto de manos para restar importancia.
─Pero nada, fue todo un gusto patear sus peludos traseros ─se carcajeó de su comentario─ esos malditos bien merecido que se lo tienen.
Recogió una caja del suelo y me la dio.
Fruncí el ceño desconcertado, me había llamado pidiendo ayuda, pero aún no me decía nada.
─Y esto ─pregunté espiando un poco el contenido de la caja.
─Nos mudamos al pueblo, ya no es seguro el bosque ─añadió con simpleza y prosiguió a guardar algunos libros en cajas.
La comprendía, realmente ningún lugar sería seguro, y de eso no cabía dudas. Lo bueno, es que ya no tendríamos que pisar ese bosque que tantos problemas trajo estos días, nunca más.
҂҂҂
─Listo, la ultima caja ─coloqué la caja en la acera, frente a la nueva casa de la familia Wilson.
Observé la casa era hermosa y muy grande, ni hablar del jardín frontal, descuidado pero sabía que en manos de Mara será todo un Edén de maravillas.
Aunque ese color gris del exterior era triste dándole un aspecto desolado y siniestro. Lo que es raro porque el resto de casas del vecindario son muy coloridas y alegres.
─Si, se ve triste ─adivinó mis pensamientos, algo a lo que ya estaba acostumbrado─, pero veras cuando le de mi toque ─guiño un ojo y sonreí─. Vamos dentro.
Y tal como lo imaginé, por dentro era igual de triste que por fuera, los propietarios anteriores eran deprimentes. Parecía aún más grande, por dentro tenía una sala de estar enorme, con una gran chimenea de leña como centro, pasando una puerta el comedor y la cocina, volviendo a la sala de estar habían dos puertas más, la de la terraza era de cristal abarcando una pared entera, afuera solo habían arbustos y hierbas muertas, y una piscina que parecía no usarse hace mucho, todo sucio, viejo y aterrador, que casa tan agradable de ver ─por favor que se note el sarcasmo, por favor que se note─ la otra puerta era el cuarto de lavado e instrumentos de limpieza y todas esas cosas tediosas. Y todo eso era solo la primera planta.
Ya subiendo a la segunda, se encontraban cuatro puertas lo cual eran tres habitaciones ridículamente espaciosas y un baño, todas estas con un kilo de polvo y telarañas.
─Que asco ─chillé─, a ustedes las brujas les atrae todo esto de la suciedad y las telarañas ¿no? ─bromee, ganándome un golpe de su parte─. ¡Era broma!.